Es un animal habitual en el campo y la huerta del Bajo Segura, pero el zorro común (Vulpes vulpes) no se había dejado ver con tanta frecuencia como hasta ahora en zonas naturales cercanas a las áreas residenciales e incluso por las calles de alguna de estas urbanizaciones. Esta misma semana era fotografiado un precioso ejemplar en el límite del Chaparral, en Torrevieja.

No es una especie protegida pero sí muy esquiva, aunque de su presencia en zonas forestales y agrícolas de la Vega Baja da cuenta la toponimia tradicional, caso de la zona de las Rabosas, Guardamar del Segura o de la Cala de la Zorra en Torrevieja.

Su observación cada vez más frecuente, como recogía el biólogo Juan Antonio Pujol en su página Crónicas Naturales, despierta gran curiosidad entre los vecinos que lo relacionan más con un espacio natural que como animal de fauna urbana en las calles y parques de las urbanizaciones. El zorro, un cánido, huye al encuentro con los humanos y por tamaño y aspecto no difiere mucho, al margen de su llamativo pelaje, de un perro pequeño. Una explicación a esta mayor frecuencia de observación -no estudiada ni documentada- se puede encontrar en los meses de confinamiento y desescalada a raíz de la crisis sanitaria. Los zorros crían en primavera, camadas de seis y siete cachorros, y en marzo y abril lo hicieron a sus anchas. Los ejemplares que aparecen en las imágenes de redes sociales son jóvenes, y se añaden a la bonanza de fauna natural que se constata en la Vega Baja en estos meses del covid. Su ejemplo más llamativo es la cría por primera vez del flamenco en la laguna de Torrevieja, pero también en la mayor presencia de erizos, serpientes de escalera y otros animales del medio ambiente mediterráneo que se pueden observar en zonas residenciales aún después de que se rompiera el silencio y la tranquilidad del confinamiento.

El zorro siempre ha estado ahí. Sus huellas y restos de excrementos son habituales en los caminos más transitados por los visitantes del Parque Natural, antes y después de la pandemia. Además de Torrevieja también hay información sobre ejemplares vistos en lugares que «cuadran» más bien poco con la vida salvaje como las urbanizaciones de Orihuela Costa, donde solo quedan pequeños retales de vegetación mediterránea sin presencia humana en torno a las ramblas y barrancos que no han sido urbanizados, y sobre todo en el entorno de la Dehesa de Campoamor. Los atropellos de zorros son habituales en las carreteras secundarias que cruzan el paisaje protegido de Sierra Escalona, donde se da la mayor población del Bajo Segura, la de Rebate, Torreagüera o San Miguel de Salinas con Orihuela Costa.

3.000 roedores

Suelen moverse para hacer «su ronda» al caer el día o a primera hora de la mañana. El zorro es muy útil en su medio porque, como todos los depredadores, mantiene a raya las poblaciones de conejos, roedores y las enfermedades que esos animales pueden llegar a transmitir. La rabosa come de todo. Por eso, si lo necesita, es capaz de acercarse a las zonas residenciales y sobrevivir en ellas aunque estén densamente pobladas. No le importa comer fruta -algunas viñas del parque natural han dado fe de ello-, pero es especialista en roedores.

Estimaciones científicas indican que un solo zorro es capaz de cazar 3.000 roedores al año. Un plus cuando el aumento de la presencia de ratas se está dejando notar en áreas residenciales de la costa. Además es especialista en conejos, y este es también un dato relevante en la Vega Baja donde hay amplias zonas agrícolas afectadas por los daños que provocan en los cultivos.