María del Carmen Cuadrado (63 años, Callosa de Segura) no entiende de expedientes de crédito ni de procesos de resolución de subvenciones ni de burocracia administrativa. Lo que sí conoce bien es el deterioro físico que viene sufriendo desde que la esclerosis múltiple se apoderó de su cuerpo y las rutinas más cotidianas se tornaron retos inalcanzables. Adaptarse a una nueva vida en silla de ruedas ha requerido tiempo y esfuerzo pero también un entorno accesible. En 2013 acometió la primera reforma en casa para acondicionar el cuarto de baño a sus necesidades. Invirtió casi 3.800 euros que no tenía. Se los prestó un familiar y solicitó una de las subvenciones coordinadas por la Generalitat para mejorar la calidad de vida de personas discapacitadas. Su propuesta fue aceptada, pero desde entonces permanece en el cajón del olvido. Siete años después y con el apoyo del Síndic de Greugues sigue reclamando la ayuda económica que le prometieron, por ahora sin éxito.

«La obra se hizo porque pensábamos que nos iban a dar una subvención de 2.000 euros, pero luego nos dijeron que era solo de 940. No sé los papeles que hemos tenido que llevar a un montón de sitios para intentar que ese dinero no se pierda, pero nadie nos ha hecho caso. Si era un dinero para personas como yo, ¿por qué no lo dan, dónde está ese dinero?», se pregunta la afectada.

La silla de ruedas apenas cabe por las puertas de la vivienda. TONY SEVILLA

Si Maria del Carmen sigue intentando hoy que le abonen lo que le corresponde es tanto por dignidad como por necesidad. También por solidaridad. «Si yo he podido tirar para adelante gracias a Dios, ¿qué pasa con los que no pueden, que tampoco les dan las ayudas? Quiero que esto se acabe y quiero que se ayude a toda la gente que está igual. Yo no entiendo de papeles, pero tengo la suerte de que una amiga nos está ayudando para intentar que nos den lo que se dijo. Seguro que otros acaban perdiendo el dinero por no saber cómo reclamar», reflexiona desde su casa.

Sin crédito

La batalla que lleva librando contra la Generalitat se acumula en una carpeta con decenas de documentos que incluyen desde las facturas de la reforma hasta la solicitud de ayuda, resolución favorable, escritos reclamando el pago y cartas postales que ha ido intercambiando con el Síndic de Greuges. La institución, presidida por Ángel Luna, viene apoyando la petición de la afectada desde hace meses, recomendando a la Conselleria de Vivienda que «adopte lo antes posible todas las medidas necesarias para abonar íntegramente la ayuda reconocida» desde el 17 de diciembre de 2013. Por el momento, la respuestas que recibe de la institución es siempre la misma: «la Conselleria de Hacienda no ha habilitado el crédito correspondiente».

«Si era un dinero para personas como yo, ¿por qué no lo da? No pueden olvidar a la gente enferma»

MARÍA DEL CARMEN CUADRADO - AFECTADA POR EL IMPAGO DE AYUDAS

Según explican a este diario fuentes de la Vicepresidencia Segunda y Conselleria de Vivienda y Arquitectura Bioclimática, el expediente de referencia que afecta a este caso «se enmarca en las ayudas correspondientes a actuaciones protegidas en materia de vivienda derivadas de Planes estatales ya vencidos (periodos 2005-2008 y 2009-2012), dentro de la denominada deuda histórica a la que está haciendo frente la Generalitat desde que en 2013 se paralizó por el gobierno del PP la tramitación de estas ayudas por importe de unos 280 millones. Actualmente se encuentra en la fase final de tramitación, al igual que otros expedientes pendientes de pago».

Accesibilidad limitada

La cantidad que le corresponde cobrar a la afectada no llega al millar de euros, pero para una economía doméstica humilde que se enfrenta al reto de una enfermedad degenerativa es importante. El dinero que les prestaron para reformar el baño lo han ido devolviendo muy poco a poco, pero las necesidades siguen siendo muchas y la deuda pendiente podría suplir otras carencias. «Podríamos invertirlo en ampliar los marcos de las puertas. La silla de ruedas roza porque no cabe y mi mujer no puede pasar sola, casi no se puede mover por el piso», explica su marido, José López. Él tiene 65 años y se prejubiló como albañil hace cuatro para poder cuidarla. Es quien la levanta cada día de la cama, la ducha, le prepara la comida y la mueve por la vivienda. «¿Quién va a hacerlo mejor que yo?», dice mientras le acaricia la mano. Maria del Carmen responde al gesto de afecto esbozando una sonrisa cariñosa, pero cuando habla de su enfermedad su mirada se abate y sus ojos se empañan. «Lo que estoy pasando es muy duro y muy triste. Llegará un momento en que yo no hablaré, no pensaré. Es muy duro todo esto y si nos prometieron una ayuda la tendrían que dar».