Una vez que el Ayuntamiento de Guardamar ha logrado la rehabilitación patrimonial del Castillo y su puesta en valor le toca el turno a la recuperación ambiental de las laderas del monte sobre el que se asienta. Desde hace décadas estos terrenos coronados por la fortaleza sufren un proceso de erosión reconocible desde todos los puntos del casco urbano, su entorno y la N-332. El Ayuntamiento acaba de adjudicar un contrato que permitirá actuar para frenar la erosión y la plantación de 1.600 árboles en la zonas más deterioradas. De las siete hectáreas que rodean el Castell se va a actuar en los próximos meses en torno a la mitad con la ubicación de barreras naturales para evitar el arrastre de materiales y la plantación de especies autóctonas del clima Mediterráneo como el ciprés de Cartagena, acebuche, lentisco, palmito, además de otras adaptadas al clima extremadamente seco del sureste y el cambio climático, como es el caso del argán. En esta intervención, adjudicada a Medioambiental Valledor, está prevista la inversión de unos 33.000 euros, que están financiados dentro de un programa de ayudas de mejora de suelos forestales impulsada por la Diputación Provincial. Los redactores del proyecto justifican la necesidad de actuar ya ante los «graves procesos erosivos, con una erosión en cárcavas que pudiera afectar en un futuro a la cimentación del propio Castillo».

En torno a la ladera existen varias islas de vegetación de repoblación formada por pinos y cipreses de Cartagena. Cuando se plantaron, hace cuatro décadas, abarcaban casi las siete hectáreas pero ahora apenas ocupan una y al límite de su supervivencia porque apenas han podido soportar el estrés hídrico. Su debilidad, por esa falta de agua, ha provocado que sucumbieran a plagas como la del tomicus. Los cipreses de Cartagena, adaptados al terreno y la meteorología, han aguantado mucho mejor. De hecho, la mitad de la repoblación se realizará con esta especie, también conocida como Araar. La misma zona no se ha librado de la invasión de algunas especies de vegetación exóticas y también de la proliferación de zonas de vertido incontrolado de escombros.

Paisaje degradado

El resultado es «un paisaje degradado de baja calidad, que repercute negativamente en la propia estética del Castillo de Guardamar y la imagen municipio como destino turístico, valorando que es un monte que pudiera cumplir una estratégica e importante función paisajística en el entorno del castillo, al ser muy visible desde en el núcleo urbano y las vías de comunicación próximas», según el mismo proyecto. En 2016 la Diputación ya actuó para retirar el arbolado muerto e intentar salvar el que sobrevivió a la plaga del tomicus, además de comenzar las primeras intervenciones para evitar la erosión, como la ubicación de rastrillos de madera y ramas troceadas que frenen el agua y retengan suelo porque en muchas zonas no hay ni suelo ni tierra vegetal.

Un tipo de actuación que ahora se va a intensificar, con la aportación de sustratos de fibra de coco, que retienen la humedad, además de intentar abancalar algunos tramos para que retengan mejor el agua y sirvan para afianzar las nuevas plantaciones.