Una de las torres cuba de madera de la antigua industria química de las salinas de Torrevieja se ha venido abajo en los últimos días. El desplome de esta estructura es síntoma de lo que ocurre con el resto de elementos de valor arqueológico patrimonial e histórico con los que cuenta el complejo salinero y que presentan un estado de conservación igual o peor «a la química». Paradójicamente la responsabilidad de supervisar que estas edificaciones se mantengan en pie o autorizar su modificación, es de Patrimonio del Estado, propietario de las lagunas y el área industrial. La concesión de Patrimonio del Estado a la Nueva Compañía Arrendataria de las Salinas (NCAST) fija desde la última prórroga de 2012 que el organismo del Estado debe supervisar el estado de las instalaciones con inspecciones anuales y que la salinera debe mantener los bienes arrendados sin introducir cambios «que lesionen su valor paisajístico, ecológico o histórico».

La voz de alarma sobre la situación de la «química» la ha dado el sitio en redes sociales «Lagunas de Torrevieja y La Mata. Voluntarios», muy atento a los valores ambientales y patrimoniales del espacio protegido. Por el desplome de la torre-cuba pero también el deterioro de una de las cubiertas de madera de los edificios que formaban parte de esta industria de derivados de la sal. Esta página recuerda que las salinas son propiedad del Estado español, aunque arrendadas a una empresa y sería oportuno exigir, de una vez, y en primer lugar, al propietario la protección de el patrimonio industrial que forma parte de la historia de Torrevieja».

El mismo texto apela también a «la sensibilidad de la sociedad local» y recuerda que «el nacimiento de Torrevieja fue posible gracias a la actividad salinera y todo el patrimonio relacionado con su origen y desarrollo histórico está en el mismo abandono: el canal medieval, los diques de sillería de las salinas», o buena parte de las Eras de la Sal.

En el caso de la industria química el complejo se levantó hace 70 años. En economía de autarquía el objetivo era que las lagunas de Torrevieja diversificaran su producción con productos derivados de las salmueras. Funcionó entre finales de los años 50 y principios de los 70, cuando cesó la actividad porque la competencia fabricaba a costes mucho menores.

Desde entonces estos edificios están semiabandonados. Son un conjunto de naves de gran envergadura y altura que podrían dar cabida a espacios museográficos o culturales como ocurre en otras ciudades, tal y como se ha sugerido en alguna ocasión desde el Ayuntamiento de Torrevieja. Pero hay otros muchos rincones de gran valor patrimonial en las salinas. Es el caso de la antigua garbera de apilamiento de sal, que se puede observar desde la N-332 al sur de las montañas de sal. O los canales de sillares -que en el caso del Acequión es la infraestructura hidráulica más antigua de España en uso -se construyó en 1482-. Esta última ni tan siquiera está declarada Bien de Interés Cultural (BIC) y a la falta de interés de Patrimonio del Estado se suma el del Ayuntamiento, que quiere emplear el canal de cinco siglos como colector de evacuación de aguas pluviales.

La propia NCAST (filial del grupo Salins) descubrió hace solo tres años que la puesta en valor del pasado y la singularidad de la industria salinera es rentable desde el punto de vista turístico. Puso en marcha, en colaboración con el Ayuntamiento, las visitas con tren turístico. Ha recuperado de forma simbólica elementos como una locomotora y construido un mirador sobre una montaña de sal y comercializa productos de recuerdo a los turistas -más de 25.000 al año-.

La empresa también se empleó a fondo en el verano de 2019 a la hora de renovar su imagen porque las salinas fueron escogidas como punto de partida de la LaVuelta 2019. Con este objetivo retiró un vertedero de materiales procedentes de la explotación junto a la industria química, que además se extendía por una zona protegida del parque natural. Entre el patrimonio desaparecido para siempre están las pequeñas naves de madera que se derribaron tras las inundaciones de finales de 2016.