El cartel que desde hace menos de dos semanas señaliza el lugar donde se asentó el campo de concentración de Albatera, el que está considerado como el más importante del franquismo porque allí estuvieron importantes cargos republicanos, ha sufrido un acto vandálico con pintadas. El panel está instalado en el lugar donde fueron internadas entre 15.000 y 20.000 personas, entre el 6 de abril de 1939 y el 27 de octubre de ese mismo año, y donde se está realizando un proyecto de búsqueda de restos humanos financiado por la Conselleria de Calidad Democrática de la Generalitat Valenciana.

Las pintadas se han realizado esta semana cuando se ha iniciado el proyecto de investigación llevado a cabo por un equipo de arqueólogos, liderado por el historiador Felipe Mejías, para identificar los vestigios y la localización de los restos de quienes murieron en este asentamiento franquista, que previamente había sido un campo de trabajo republicano. El panel fue instalado por la Coordinadora de Asociaciones por la Memoria Histórica de la Provincia de Alicante (COAMHI) con motivo de la celebración de las XIII Jornadas en torno al Campo de Concentración de Albatera que se celebraron el sábado 17 de octubre. El ramo de flores que se puso ese día bajo el cartel, con los colores de la bandera republicana, también ha sido atacado con espray rojo.

La condena a este acto vandálico no se ha hecho esperar. La consellera de Calidad Democrática, Rosa Pérez Garijo, ha calificado lo sucedido como un "acto vandálico" y ha señalado que "además de una agresión al patrimonio público, actos como estos pretenden ofender la memoria de todas las víctimas que sufrieron la persecución y la muerte por parte de las autoridades franquistas en la inmediata posguerra". El Ayuntamiento de San Isidro, municipio al que actualmente pertenecen los terrenos donde se asentó el campo de concentración, se ha unido a la condena por las pintadas. La consellera de Calidad Democrática ha reafirmado la voluntad de la Generalitat de "investigar y dignificar estos espacios de la memoria" y ha garantizado que "ningún tipo de intolerancia podrá impedir que el pueblo valenciano conozca su historia".

El panel informativo muestra la historia del lugar, desde que pasó de ser una cárcel y campo de trabajo republicano a uno de concentración franquista, junto a una serie de fotos del mismo y de los barracones que formaban este asentamiento donde sufrieron sus horrores, tras la Guerra Civil, entre 15.000 y 20.000 prisioneros. Además, se muestran una serie de escenas "vividas e inmortalizadas por el prisionero Isidro Benet", reza el cartel, donde se muestran grabados, entre otros, de los fusilamientos que los supervivientes narraron que se producían cada vez que un prisionero trataba de escapar.

El campo de concentración de Albatera fue durante la República una cárcel y campo de trabajo, aunque la situación de los presos "era muy diferente ", señala Mejías. Los franquistas se adueñaron de estas instalaciones que aprovecharon para encerrar allí a importantes cargos del gobierno de la República, como alcaldes, gobernadores civiles o comisarios políticos, además de militares, periodistas, sindicalistas y artistas que fueron capturados en el puerto de Alicante cuando trataban de salir de España en el barco Stanbrook. Hambre, enfermedades, torturas y fusilamientos caracterizaron este campo de concentración en el que "les daban a los prisioneros una lata de sardinas o lentejas y un trozo de pan cada tres días" y, en la mayoría de ocasiones, para compartir.

El equipo, con la ayuda de detectores de metales y de un georradar, tratará de identificar los restos materiales que puedan quedar en la zona como balas, latas de comida o cimientos de los barracones, y culminará con la búsqueda de los restos óseos de las víctimas de este campo de concentración. Mejías ha sido el primer investigador en obtener unos testimonios fiables de vecinos de la zona que no solo le han relatado lo que sus padres y abuelos les contaron del campo de concentración, también dónde se encontraron restos humanos trabajando en esas tierras. Gracias a ellos, el arqueólogo aspense ha podido determinar que, al menos, hay una gran fosa común o pequeñas fosas allí. Concretamente fuera del vallado que delimitaba esta instalación que ocupaba una extensión de 700 metros de largo y 200 de ancho. El número de víctimas enterradas es desconocido. La falta de un listado de prisioneros dificulta su identificación. Los trabajos de localización de la fosa común se prolongarán durante tres semanas.