No hace mucho -casi coincidiendo con el día de Todos los Santos- el Ministerio de Transportes, que dirige José Luis Ábalos -dicen de él que es la mano derecha de Pedro I, emperador del mundo mundial (me pregunto, si es la mano derecha y Pablo Iglesias la izquierda, ¿qué son la Lastra, la Calvo, el Illa -que se come tos los marrones que tienen que ver con el virus- o la portavoza María Jesús Montero?)- decidió «rebautizar» el aeropuerto de Alicante-Elche, añadiéndole Miguel Hernández, para conmemorar/celebrar los 110 años del nacimiento del poeta. Pero, hay cosas que no tienen nombre, por lo menos para mí. Mirad, hay que tener cuajo y estómago para «festejar» tal efeméride en el Palau del Temple de Valencia, cuando el aeropuerto internacional, que uno sepa, está en la pedanía ilicitana de El Altet y el poeta nació en Orihuela.

Lo que son las cosas, ninguna de estas dos poblaciones, Uryula e Illice Augusta, estuvieron presentes en Valencia. Bueno sí, el alcalde de Elche, Carlos González (PSOE), la nuera de Miguel, Lucía Izquierdo, y la nieta del poeta, María José, acudieron a la cita.

Los demás asistentes eran «valencianos de alta alcurnia/cuna/con pedigrí»; a saber, el presidente de la Generalidad, Joaquín Puig -Quino I de Morella-, la delegada del Gobierno, Gloria Calero, el presidente de la Diputación de Valencia, Antonio Gaspar, o el alcalde de Valencia, Juan Ribó.

Los «origuelanos» -que dirían en À Punt (A punto, en la lengua de Cervantes)- brillaron por su ausencia o por lo menos no se les cita en las crónicas. ¡Si estoy equivocao, pediré disculpas y no «me se caerán los anillos», os lo prometo por Mortadelo y Filemón!. ¿Dónde estaban -por ejemplo- los sobrinos carnales de Miguel, Manolo o Vicente? ¿A ellos no se les considera familia? ¿Por qué no se les invita a los actos que tengan que ver con su tío?. ¡Siempre Lucía!. Parece el título de una telenovela venezolana -¡Siempre Lucía!-, pero es que «la sombra de la nuera» es muy alargada, casi tanto como la del suegro, y parece -sólo digo parece- arrogarse la potestad de vetar a quien no traga para que acudan a homenajes en los que se ensalce la figura de Miguel, sobre todo si son oriolanos. ¡Esa es la sensación!.

En Orihuela -también Uryula u Oleza, nunca Origuela- tenemos a dos de los mayores/mejores estudiosos de Miguel Hernández, Paco Escudero y Jesucristo Riquelme, a un vasco que conoce más de la vida del poeta que de la suya propia, Aitor Larrabide, a un ilicitano -casi oriolano de adopción- que hace proselitismo hernandiano, Paco Esteve, a uno de los biógrafos del literato, José Luis Ferris -residente en Alicante-, o a dos ex directores de la Fundación que lleva el nombre del hijo de Visenterre, Joan Pámies -vive en Elche- y Juan José Sánchez Balaguer. Ninguno de ellos, que yo sepa, fue invitado a Valencia. ¡Ni siquiera Cómodo, Señor de Uryula y azote de tirios y troyanos!. ¡No pasa nada!.

El caso es que el aeropuerto ilicitano llevará el nombre del poeta, pero a Miguel Hernández -según mi criterio- no hay que reconocerlo ni el día de su nacimiento ni el de su muerte, ¡que también!. A Miguel hay que reivindicarlo cada uno de los 365 del año, porque, como asegura Paco Escudero en sus charlas/conferencias, «está más vigente/vivo que nunca». Pero, con ser importante el reconocimiento, me parece que no es de recibo que se haga como se ha hecho, en Valencia. En Orihuela nació y en Elche se le concedió el primer y único premio. Sin embargo, tanto a una como a otra ciudad -una es la más monumental de la Comunidad Valenciana, además de ser sede de la Fundación del poeta, y la otra es Patrimonio de la Humanidad, por el Palmeral, el Misteri, sin olvidarnos de su Dama, y sede central de la UMH- son ninguneadas (una vez más, en el caso de Oleza). ¡Arriericos semos y en el camino nos encontraremos, sagales!