Celebramos este domingo la festividad de Santa Cecilia, universalmente reconocida como patrona de la música. La Iglesia Católica conmemora el 22 de noviembre, la muerte de Santa Cecilia, una mujer de familia noble que falleció en un año indeterminado entre el 180 y el 230 de nuestra era después de ser torturada por su conversión al cristianismo.

Esta mártir primitiva ya tenía una amplia veneración y reconocimiento por parte de la comunidad cristiana en el siglo IV, aunque no fue hasta el año 1594, cuando el papa Gregorio XIII la nombró patrona de la música, y así sigue siendo hasta hoy. La reputación artística de Cecilia fue, probablemente, el resultado de una mala traducción de las ‘Actas de Santa Cecilia’ en las que la palabra latina «órganos» es el plural de «órganum», que significa «instrumento musical», y se tradujo como «órgano». Entonces la frase «mientras sonaban los instrumentos musicales, ella le decía al Señor» se volvió «ella cantaba y se acompañaba con un órgano». Y así Cecilia se volvió patrona de la música, y a partir del siglo XV (en el ámbito del gótico cortés) se empezó a pintar a la santa cargando un pequeño órgano portátil, y otros instrumentos (un clavicémbalo, un laúd, etc.)

También es patrona de los municipios de Alfafara (Valencia), y Villalán de Campos (Valladolid), siendo sus atributos el órgano, el laúd y las rosas. En su honor, un importante movimiento de renovación de la música sacra católica de finales del siglo XIX recibió el nombre de cecilianismo.

Torrevieja, siempre ha estado considerado como un pueblo en el que, de forma numerosa, sus gentes se han dedicado a cultivar el arte de la música. Las primeras noticias sobre la afición armónica nos llega a través de la prensa local de finales del siglo XIX a través del periódico «El Torre Vigía» que nos da a conocer los movimientos culturales de la población, en comentarios del ilustre poeta, músico, escritor y abogado Luis Cánovas Martínez: «… el arte que se ha cultivado en Torrevieja con preferencia es la música. ¡ Cuánto y cuánto nombre se agolpa a los puntos de la pluma reclamando, con legítimos títulos que lo escriba en este papel! Recordando no más el de aquella egregia pianista que se llama Emilia Cánovas y el de insigne cantante que se llama Dolores Manresa, quiero limitarme a nuestro dignísimo maestro Antonio Gil Lucco, en quien no se sabe que admirar más, si el talento o su modestia; a primitiva Sánchez, cuyas férreas manos hacen gemir, suspirar, reír y cantar al piano, y a tantos y tantos cuyos nombres harían interminable este párrafo y cuyo olvido atraería legítimas iras sobre mi cabeza». Hay que destacar la labor musical llevada a cabo por Luis Cánovas Martínez, doctor en Derecho por la Universidad de Madrid y abogado del Estado, persona que entre otras facetas realizó estudios musicales, escribió obras musicales como «Torrevieja ayer, hoy y mañana», zarzuelas y numerosas obras sinfónicas, para canto y piano, entre las que se encuentra «La Tempestad», pieza para piano y canto dedicada a la Sociedad Española de Salvamento de Náufragos, también ejerció el periodismo, escribió poesía, novelas y varias obras teatrales.

Frecuentes en aquellos años eran las improvisadas veladas musicales, como la desarrollada el 25 de agosto de 1887 en la casa del entonces alcalde Manuel Ballester. Antoñita Escalera, acompañada al piano por Juan Puigcerver, redactor del periódico «El Torre Vigía», cantó con delicadeza, buen gusto y afinación, la romanza «Stella Confidente», obteniendo merecidos aplausos. Las señoritas Pepita Galiana, acompañada al piano por Pepita Rodríguez, recitó «El canto de amor», melodía que fue interpretada por ambas magistralmente. Teresita Sala tocó al piano la fantasía «Titania» siendo objeto de espontáneas manifestaciones de agrado y calurosamente aplaudida, cuyas adhesiones cesaron con la aparición ante el piano de Concepción Rodríguez, que rayó a gran altura en la ejecución limpia y esmerada del aria de Stradella, siendo tributada con una salva de aplausos. Terminó tan grata reunión, acompañando al piano por Juan Puigcerver el vals, el coro y la mazurca de la zarzuela «Gran Vía» que con mucha afinación y exquisito gusto cantaron las hermanas Pepita, Concha y Conchita Galiana, Concepción Rodríguez y Antoñita Escalera, en unión de los señores Manresa y Bianqui Martínez. Tal fue el éxito de la velada musical que, el 4 de septiembre se volvieron a reunir en casa Manuel Ballester. El señor Ravello, a petición de carios señores y señoritas que por primera vez asistían a estas amenas reuniones, cantó, acompañado al piano por Luis Cánovas Martínez, la serenata de Rotoli «Cara Riondina», admirándose su delicadeza, elegancia y buen gusto por el canto. También hubo que repetir el dúo de F. Campana «Yo vivo amo» que con tanto acierto interpretó Ravello junto a Pepita Galiana, acompañado al piano por Luis Cánovas. Ravello dejó oír la romanza de barítono del segundo acto de la zarzuela «El Conde de San Umberto», letra y música del compositor torrevejense Cánovas Martínez, que fue acompañada por este al piano. Notas -no musicales, sino periodísticas- que nos dan a conocer un cliché musical del pasado de Torrevieja.

Feliz día de Santa Cecilia a todos, en especial a músicos y melómanos. ¡Que tengáis un buen día!