Hambre, enfermedades, torturas y fusilamientos caracterizaron el campo de concentración franquista de Albatera, donde estuvieron internados 20.000 prisioneros republicanos durante casi siete meses, entre el 6 de abril de 1939 y el 27 de octubre de ese año, muchos de ellos importantes cargos del gobierno de la República, además de militares, periodistas, sindicalistas y artistas que fueron capturados en el puerto de Alicante cuando trataban de salir de España en el barco Stanbrook. Fue el campo de concentración más importante de la posguerra, y ahora la Conselleria de Calidad Democrática pretende convertir la zona en la que estuvo el asentamiento en un centro de interpretación, un espacio de la memoria donde se pueda ver y explicar uno de los capítulos más trágicos tras la Guerra Civil, las condiciones en las que estuvieron los apresados por el bando ganador.

La iniciativa es a largo plazo. El principal escollo es que los terrenos, que tras el desmantelamiento del campo de concentración, fueron labrados, son privados. El Ayuntamiento de San Isidro, la localidad a la que actualmente pertenecen las parcelas, tiene intención de adquirirlos mediante una subvención. «Es importante delimitar el campo para hacer un lugar de la memoria. El campo de Albatera es un lugar idóneo, aunque no será el único, ya que queremos hacer un itinerario», ha explicado la consellera de Calidad Democrática, Rosa Pérez, en declaraciones que recoge Europa Press. Ese itinerario de la memoria, en el que tendría un espacio destacado el campo de concentración de Albatera, se completaría con otras zonas de la provincia que jugaron un papel clave en la historia en ese mismo periodo, como la Posición Yuste en Petrer -el nombre en clave de la finca El Poblet donde se estableció el Gobierno de la República, la última residencia secreta de su presidente, Juan Negrín- y el puerto de Alicante -donde partieron muchos de los exiliados y otros fueron capturados y enviados a Albatera-.

Latas de sardinas localizadas tras abrir zanjas en la zona donde se situó el campo de concentración de Albatera INFORMACIÓN

Clave en ese futuro centro de interpretación del campo de concentración de Albatera es la investigación dirigida por el arqueólogo Felipe Mejías, que acaba de concluir en su primera fase, en la que ha dirigido a un equipo de profesionales para localizar la fosa común que, según testimonios, existió, donde se enterró a un número indeterminado de prisioneros republicanos que fueron fusilados. Aunque el objetivo de la primera parte de su investigación no se ha logrado, localizar una o varias fosas comunes, Mejías se muestra contento con los hallazgos, entre ellos, restos humanos, los de una tibia y el hueso occipital de un cráneo, enterrados a un metro de profundidad, «con los que puedo defender en cualquier parte que hubo aquí una o varias fosas comunes». Además, como ya adelantó este diario, en la exploración más superficial se localizaron la falange de un dedo, un hueso largo de una tibia o radio y parte de un brazo.

Moneda republicana localizada durante la prospección INFORMACIÓN

En los trabajos, que se han prolongado durante más de un mes y que han estado subvencionados con 17.600 euros por la Conselleria de Calidad Democrática, se han llevado a cabo rastreos con detectores de metales, con un potente georradar y excavaciones con una retroexcavadora. «La extensión de la zona es enorme, entre sondeo y sondeo nos hemos dejado espacios de 20 metros sin sondear», señala Mejías, quien tiene previsto seguir con la segunda parte de los trabajos la próxima primavera, para lo que, a través del Ayuntamiento de San Isidro, ha solicitado una subvención al Ministerio de la Presidencia y tiene previsto pedir otra, esta vez a la Conselleria de Calidad Democrática, que sacará una línea de ayudas para exhumación de fosas comunes. «Mi intención es extender la investigación a toda la superficie que ocupó el campo, más de un kilómetro, ya que hasta ahora nos hemos centrado solo en la parcela que era la entrada», 30.000 de 140.000 metros cuadrados.

Limpieza de las latas de sardinas encontradas en las excavaciones y que se les daban a los prisioneros casi como única dieta INFORMACIÓN

Vestigios

Además de esos restos humanos que dan esperanza de encontrar una o varias fosas en futuras excavaciones, en la exploración se han encontrado latas de sardinas y de lentejas, lo único que comían los prisioneros y que compartían, casquillos de bala, monedas o un colgante «que podrían exhibirse en el futuro centro de interpretación», desea Mejías. Y, el hallazgo al que, con permiso de los restos humanos, da más importancia, el de los cimientos de hasta tres barracones, uno completo con 21 pilares y una extensión de más de 60 metros de longitud y ocho de anchura que permiten dibujar cómo era el campo de concentración. «En mayo lo excavaremos para sacarlo a la luz y nos da pie a plantear esa futura musealización de la zona», señala, orgulloso, el arqueólogo. Otro de los barracones hallados es el que albergaba la caseta del horno, el único elemento del campo de concentración franquista -que previamente fue un campo de trabajo republicano- que aún se mantiene en pie.

Vista aérea de la zona de sondeos donde se ha localizado la estructura completa de un barracón. Las cimentaciones de los pilares están marcadas con flechas. INFORMACIÓN

Mejías, que también es historiador, tiene previsto iniciar el próximo mes el estudio histórico de la zona, previo a la segunda fase de los trabajos que retomará en mayo, donde recabará más testimonios que confirman la existencia de, al menos, una fosa común. «Un vecino me ha contado que su abuelo le dijo que, justo en el extremo opuesto de la zona dónde estábamos excavando, había huesos, y es el mismo punto donde otros testigos señalan que era el lugar donde se fusilaba a la gente».

Medallita devocional localizada durante la prospección. Fiestas de San Cristóbal, Sabadell. INFORMACIÓN

Tenedor localizado durante la prospección INFORMACIÓN

El arqueólogo también espera los resultados definitivos del georradar de la Universidad de Cádiz que contrató, y que aún tardarán semanas en estar terminados, ya que puedan dar pistas de la localización de la fosa y de las construcciones del campo. Una investigación que tendrá continuidad y cuya primera fase ha tenido gran expectación a nivel nacional, de la que ha sido informado hasta el gabinete del presidente del Gobierno Pedro Sánchez. Mejías quiere alejarse de polémicas. «No se trata de abrir heridas, sino de cerrarlas; lo que quieren los familiares es saber dónde están los cuerpos de sus seres queridos, y eso se llama sensibilidad humana, no rencor», zanja.

El arqueólogo, Felipe Mejías, con algunos de los objetos encontrados durante la investigación, como munición. TONY SEVILLA