Al llegar a estas fechas en las que estamos viviendo plenamente aquel refrán oriolano que dice, «Hasta San Antón, Pascuas son», después de haber dejado atrás el Año nuevo y la Epifanía, comprobamos que, para el día en que se conmemora la festividad del eremita de Tebaida, solo resta una semana, y que este año, no va a ser igual que otros anteriores por la situación sanitaria que estamos pasando. Probablemente, no echaremos de menos el palmito tierno, el turrón de panizo y las bolas con esencia de bergamota, ya que, casi seguro podremos conseguirlos en algún establecimiento, aunque nos faltará ese paseo entre los puestos de venta que se instalan entre palmeras a lo largo del camino que nos dirige hacia la centenaria Ermita del Santo. De igual forma que no olvidaremos el «arroz y costra», con buen embutido de Orihuela o de la Vega Baja, puesto que con los que se elaboran de otros lugares, digan lo que digan, no sale igual de sabroso.

Decía que faltarían siete días para llegarnos hasta el Barrio de San Antón, al igual que le sucedería a aquellos oriolanos de hace ciento veinticinco años que, desde el uno de enero hasta el día diez de aquel lejano 1896, sólo tenían conocimiento de las noticias, además del boca a boca, por un solo periódico: «El Tháder», que en su cabecera se calificaba como «Diario para todos», y en la que encontrábamos posado sobre la letra «E», a un Oriol magnificado con las alas desplegadas dibujado por Balaguer, y acompañado por el lema «Dux est eorum herodii domus». Este periódico se imprimía en los talleres de Luis Zerón y comenzó a publicarse el 1 de julio de 1895, vendiéndose a 5 céntimos, siendo la suscripción por un mes de una peseta. En los albores de 1896, el periódico había sido adquirido por Gregorio Ponzoa Rebagliato, haciéndose cargo de su dirección.

A través de sus páginas sabemos que en las cárceles nacionales se encontraban presos catorce individuos y en el Hospital Municipal se atendían entre 23 a 34 enfermos, en esas fechas. Pero la prensa, se hacía eco de que algunos periódicos de la capital habían publicado el bulo de que el Obispo de la Diócesis, Juan Maura y Gelabert estaba enfermo de gravedad, lo cual era desmentido por «El Tháder» tras haberse informado en el Palacio Episcopal. Así mismo, en sus páginas se anunciaban algunos remedios eficaces para curar afecciones externas de los ojos, como la pomada amarilla del Doctor Closa, y para prolongar la salud de los adictos al tabaco se daba a conocer el papel de fumar «Salvia», con el reclamo «Queréis prolongar vuestra existencia?».

Pero, sería mucho o poco el tiempo el que vivirían los nacidos en los diez primeros días del mes de enero que, en total fueron ocho nuevos ciudadanos, mientras que fallecieron nueve personas, que tuvieron a su servicio alguna de las dos funerarias que había en la calle del Colegio. Una regentada por Agustín Esquiva, con servicio permanente y que confeccionaba todas clases de féretros con «prontitud, esmero y economía», y la segunda que regía Bonifacio Giménez, en la que si los clientes utilizaban todos los servicios que ofrecía, facilitaba gratis las diligencias oficiales y el reparto de esquelas.

Al parecer el consumo de carne de vacuno era escaso, ya que únicamente se anunciaba la venta de la de oveja y cordero, a 26 perras el kilo, y la de magro de cerdo, según los días, de 28 a 36 perras.

Era alcalde de Orihuela, Pedro Ramón Mesples Gracia y desde el periódico se le pedía que los guardias municipales vigilasen a un «ejército de mambises» que habían tomado por costumbre apedrear a los vecinos. De igual forma que, tras denunciar el mal servicio de la Sociedad «La Luz», que tenía contratado el alumbrado público por 1.500 pesetas mensuales, la multaba con 25 pesetas por los cortes de suministro que se habían producido en esos días.

El Teatro de la Corredera pasaba a ser propiedad de Vicente López Durana, el cual daba a conocer que iba a efectuar grandes mejoras en el mismo.

Y como última noticia, el viernes día 10 de enero, llegaba a Orihuela un escuadrón de Caballería de Cazadores de Sesma, que se dirigía a Cartagena para relevar a su homónimo de Sagunto.

Así, hace ciento veinticinco años, los oriolanos se encontraban a una semana de la festividad de San Antón Abad, a la espera del «arroz y costra», las bolas, el palmito y el «turrón de novia».

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Celebración de San Antón en Orihuela co imágenes de ediciones anteriores TONY SEVILLA