En honor a la verdad, reconozco que no soy supersticioso, puesto que me da igual el color amarillo que pasar por debajo de una escalera. Sin embargo, hay veces que, a la vista de los hechos que están acaeciendo, me planteo si realmente eso que llamamos superstición puede tener visos de realidad como algo contrario a la razón, y llegar a pensar que es posible que, al año pasado veinte-veinte o bien le echaron mal de ojo por haber sido capaz de ocasionar gran cantidad de daños, desgracias, enfermedad y muerte, o tal vez, como se dice cotidianamente en nuestro habla popular, «lo cagó la moscarda», por la destrucción que ha ocasionado. Pero, detrás de uno; otro y, después del veinte-veinte ha llegado el veinte-veintiuno que, al parecer, el mal de ojo se ha vuelto más grande que el de un huracán y la moscarda ha mutado en un moscardón.

Esto que estamos viviendo, es posible que nuestros antepasados lo sintieran de otra manera. Así, cuando llegó el año 1798, los vecinos no se esperaban que en el transcurso de los meses, al llegar el 18 de junio ocurriera un terremoto que no produjo grandes daños, aunque se percibió sobre todo en los edificios más próximos a la sierra, hasta el punto que en los altares de la iglesia del Convento de capuchinos se cayeron los atriles y los candelabros. Al día siguiente, a pesar de que hasta entonces había primado la sequía, el protagonismo fue de la lluvia y la avenida de las aguas procedentes de las ramblas casi taparon el ojo del puente viejo. Ahora, hablaríamos de cambio climático, pero nuestros antepasados sólo entendían que era incomprensible que, en los últimos días del mes de septiembre hiciera tanto frío hasta el punto que tuvieron que echar mano de la ropa de invierno y a recluirse en sus domicilios. Además, el día 30 de ese mes hubo una tormenta con abundantes truenos acompañada de viento y agua, que en los primeros días de octubre se tornó en un calor sofocante que hacía intransitable la circulación por las calles, teniendo como punto final otro terremoto que duró más de un minuto el día 3 de este último mes. Seguro que nuestros paisanos pensarían que todo era debido a un mal de ojo o a la perezosa moscarda.

Josef Montesinos «Compendio Histórico Oriolano». | ARCHIVO CAJA RURAL CENTRAL

Sin embargo, a pesar de todo ello, durante ese año se vivieron algunas diversiones que, mayormente derivaban de acontecimientos religiosos, o cívicos-religiosos como la festividad de las Santas Justa y Rufina, en la que no faltó la música, el disparo de artillería y la iluminación de la torre de la catedral y de la Casa Consistorial. Así como otras distracciones profanas como los bailes de Carnaval y dos temporadas de comedias.

Por otro lado, no sé hasta qué punto pudo ser motivo de distracción el día 14 de noviembre la conducción al cadalso de un reo, su ajusticiamiento en la horca en la Plaza Nueva, y la retirada de su cuerpo en procesión por los hermanos de la Escuela de Cristo hasta la capilla de Loreto donde fue enterrado. Según Josef Montesinos, el condenado en cuestión era un joven de Orihuela de 22 años llamado Manuel Rodríguez, que brutalmente asesinó al jornalero Josef Gutiérrez Ródenas «por un asunto de festeo de cierta mujer». El asesino iba acompañado por el pastor Manuel Caballero Meseguer, el cual fue paseado cabalgando sobre un burro por debajo de la horca y desterrado después durante diez años a Filipinas.

Por otro lado, no sé hasta qué punto pudo ser motivo de distracción el día 14 de noviembre la conducción al cadalso de un reo, su ajusticiamiento en la horca en la Plaza Nueva, y retirada de su cuerpo por la Escuela de Cristo hasta la capilla de Loreto

Diversión pudo ser la visión de un eclipse total de luna que se produjo en la tarde del día 29 de mayo, con una duración de casi tres horas y media, y es posible que algún supersticioso llegara a pensar que la culpa de todos los fenómenos sucedidos fuera de dicho eclipse o motivado por un mal de ojo o por la moscarda.

Pero, ahora, con la hostelería clausurada, con las noticias contradictorias, con el machaqueo de los medios de comunicación, con continuas rectificaciones, con la imprevisión de las medidas que se adoptan primando otros intereses, con la falta de prudencia de algunos, con los problemas económicos que existen; el único entretenimiento para combatir este caos es pasear con mascarilla, hasta que nos dejen, o bien meditar si realmente todo lo que sucede es por un mal de ojo o porque la moscarda ha hecho una de las suyas.