Algarrobos, higueras y granados se postulan como cultivos alternativos de la agricultura alicantina frente al estructural déficit hídrico de esta tierra y las consecuencias del cambio climático. Siempre han estado aquí. Son cultivos milenarios. Aunque en las últimas décadas sufrieron el mismo abandono que el campo y el olvido del secano que había sido tradicional. El espejismo del trasvase y los regadíos casi certificaron su defunción comercial. Pero están de vuelta. Y para esta tierra árida y seca estos árboles vuelven a ser oro de ley. Es la revolución del secano.

GRANADO, MEJOR ADAPTADO AL CAMBIO CLIMÁTICO. El granado es uno de los cultivos que mejor se adapta a la escasez de agua y sobre todo a su cada vez mayor salinidad en su territorio natural: Baix Vinalopó y Vega Baja lideran con 3.400 hectáreas la producción en España. ANTONIO AMORÓS

«Vamos a especies que requieren menor cantidad de agua, a que los cultivos tradicionales -sobre todo los cítricos- rieguen de la forma más racional posible, casi a demanda, con un sistema de sensores que midan el estrés hídrico», explica Julián Bartual, director de la Estación de Experimentación Agraria (EEA) de la Generalitat en Elche. Trabajan en la transferencia de tecnología y en la formación necesaria para el cambio a cultivos alternativos. Paradójicamente esa alternativa pasa inevitablemente por el riego si el objetivo es una rentabilidad que asegure la viabilidad de los cultivos. Pero con un consumo racional del agua, solo de apoyo o refuerzo, y que se queda a un tercio de la huella hídrica que deja la producción intensiva de cítricos como la naranja o el limón. Como aclara Bartual, una cosa es que los árboles del humilde algarrobo, la higuera, el almendro o el olivo tengan mecanismos para subsistir en el secano a la baja pluviometría de la provincia y otra «que queramos que ese cultivo sea rentable».

DE HIGOS Y BREVAS. BUENA RENTABILIDAD, MENOS AGUA. Es una fruta muy popular, aunque apenas están en producción 600 hectáreas -solo de limonero hay 10.000 en la provincia-. Los ensayos buscan mantener rendimiento y rentabilidad con menos consumo hídrico. TONY SEVILLA

El agua es cara y puede suponer hasta el 15% de los costes totales del cultivo, de ahí que la agricultura de precisión esté volcada en estos momentos en optimizar la gestión del riego. En los ensayos se instalan sondeos y se mide el estrés hídrico de cada uno de los árboles.

El algarrobo por ejemplo puede subsistir con aportaciones de agua de lluvia de 350 litros por metro cuadrado al año con producciones pequeñas - la media pluviométrica de la provincia es de 280-. Para producir variedades de mayor densidad y rendimiento de garrofín son necesarios, al menos, 500 litros por metro cuadrado, con lo que en Alicante necesita riegos de apoyo, de 1.000 a 2.000 metros cúbicos por hectárea. Aún así, no supone ni un tercio de lo que necesitan cítricos como la naranja y el limón. La investigación con cultivos de secano tradicionales como el almendro o la higuera se lleva realizando desde hace varios años. Y ahora el algarrobo es el emblema de esta transformación.

Paisaje mediterráneo

Ese modesto garrofero, inseparable del paisaje mediterráneo, adorado por ambientalistas y ejemplo de sostenibilidad, es uno de los protagonistas de esta «revolución del secano». Los árboles silvestres o abandonados de mayor porte generan un auténtico hábitat para todo tipo de especies mediterráneas.

Junto a las carreteras secundarias de las zonas más áridas de Alicante se ven todavía los restos de las casi mil de hectáreas que hay ocupadas por garroferos. Muchos son ejemplares centenarios. Su uso principal como alimento para el ganado y animales de tiro no aleja de la memoria de los mayores su consumo habitual en la escasez de posguerra. Aunque en los últimos años las garrofas vuelven a sonar con fuerza en el campo y hoy su producción lejos de salir a pérdidas, pesadilla de cualquier agricultor, es rentable. Los mil y un usos como aditivo alimentario del garrofín, la semilla que se encuentra en sus vainas, ha revivido el interés por este árbol.

Especies de moda como el aguacate o el mango no solo necesitan más caudal sino también de mayor calidad

En primera venta el kilo sobrepasa el euro, y los agricultores que no lo ven como una anécdota, lo están consiguiendo a golpe de innovación: con la plantación de variedades que mejoran el rendimiento de garrofín y que comienzan a producir antes. Es el caso de la finca de la que se encarga Joaquín Poveda, ejemplo de secano transformado en Pilar de la Horadada, en la que los algarrobos, en este caso sin regadío pero como dice este agricultor de Torremendo «muy bien cuidados» se combinan con los almendros con riego por goteo. De diez hectáreas puede obtener hasta 30.000 kilos de algarroba. Los productores de garrofín asumen el coste de la mano de obra de la cosecha, que termina estos días, y parte del transporte.

Exceso de optimismo

Bartual advierte que hay que ser realistas a la hora de valorar el crecimiento de estas alternativas. «A veces los nuevos cultivos se lanzan excesivamente optimistas. Algunos por ejemplo tardan mucho en producir, la comercialización es compleja o requieren más agua de la que se dice».

Por eso desde la Estación de Experimentación de Elche se insta a los agricultores a realizar pruebas antes de volcarse en plantaciones «de moda» como puede ser el aguacate o el mango. De gran expansión como cultivos en el sur de España, son inviables a gran escala en el campo alicantino porque pese a ser subtropicales requieren más agua y de mayor calidad, según coincide con el director de Experimentación el presidente de Jóvenes Agricultores Alicante José Vicente Andreu. Pese a ello el aguacate cuenta con algo más de 130 hectáreas en la provincia que dejan ya una huella hídrica de casi seis mil metros cúbicos de agua por hectárea.

En la provincia hay cultivos en los que en un solo metro cúbico pueden converger hasta cinco aportaciones distintas: trasvase Tajo-Segura, desalinizada, de aforos subterráneos, del tratamiento de aguas residuales, y en Vega Baja y Campo de Elche de los propios recursos del Segura, además de lo que caiga del cielo. Solo la del trasvase y la desalinizada presentan niveles de salinidad óptimos. No todo vale, el éxito en otras zonas pueden no ser tan rentables en estas tierras.

La Estación de Experimentación de Elche investiga el control del estrés hídrico de los árboles en tiempo real

Dentro de este abanico de posibilidades a la producción alternativa de secano también ha comenzado a desarrollarse el cultivo de las plantas aromáticas y medicinales, algunas muy adaptadas al terreno, como es el caso del tomillo o el romero. Se piensa en otras especies tradicionales, de consumo minoritario y casi de recolección silvestre, caso de las alcaparras, las populares tápenas. No necesita apenas agua pero su reducido mercado y su elevada necesidad de mano de obra para la recolección del pequeño fruto y de los botones de la flor determinan su escasa rentabilidad. En España casi todo el mercado para la salmuera procede de otros países mediterráneos.

Viejas producciones para nuevos mercados. Es la enésima revolución del campo alicantino para adaptarse a lo que siempre fue con la mirada puesta en el secano.

La chumbera: una alternativa con un camino repleto de dificultades

Juan Manuel Pascual produce higos de pala en el Campo de Elche desde hace tres años. Otra especie típica de esta aridez tan nuestra cuyo fruto, a la vejez, se ha abierto hueco en los mercados y supermercados como fruta exótica. Como las incómodas espinas de sus chumberas, el camino recorrido para sacar adelante su plantación ha estado repleto de dificultades que le van a obligar a tirar la toalla. La palera se asocia a su escasa necesidad hídrica, es así para pequeñas producciones casi de autoconsumo, pero necesita un refuerzo de agua para ganar en rendimiento de producción. El trabajo sobre el terreno debe ser constante para clarear las palas y evitar la plaga de cochinilla, además sin fertilizantes y plaguicidas específicos. Curiosamente se sigue considerando la palera como planta invasora cinco siglos después.

«Boom» del maíz forrajero en la huerta del Bajo Segura con destino al Magreb

El intenso verde de los maizales se ha hecho estampa habitual en el verano de la huerta tradicional de la Vega Baja durante la última década. Y va a más. Es maíz forrajero -no para el consumo humano - y entre abril y finales de agosto se encuentra a lo largo de unas mil hectáreas en la comarca. Se exporta sobre todo a los países del Magreb. 

Su bajo coste en mano de obra y su riego con un agua del Segura que siempre se ha aprovechado en verano para forrajeras, como la alfalfa facilitan su rentabilidad. Cuando el maíz ya está a punto la cosechadora lo tritura y embala todo a la vez : tallo desde la base, hojas y mazorcas.

Quienes pagan agua del trasvase critican su demanda de hídrica: hasta 6.000 metros cúbicos por hectárea, pero los regantes tradicionales sostienen que solo aprovechan el poco agua que disponen para rentabilizar sus minifundios.

Imagen de un maizal forrajero en la huerta de Catral D.P.