No pensé tener que escribir estas letras, pero la realidad, la fatal realidad, la que quieres creer que no llegará, se impone y no debo dejar pasar la oportunidad sin que haga pública mención de las virtudes, las enormes virtudes que tenía y que ha atesorado durante toda su fructífera vida mi amigo, mi socio, mi compañero de tantas y tantas horas de trabajo, el abogado Rafael Martínez-Campillo García. Una vida dedicada a la mejora de nuestra sociedad, desde sus inicios como funcionario de la Administración en Huesca y la Diputación General de Aragón al servicio de los ciudadanos, su actividad política de la mano de su buen amigo y admirado Adolfo Suárez, en una época crucial para marcar el destino y devenir de este país (por mucho que ahora algunos pretendan denostarla), primero en la UCD, después como Diputado a Cortes Generales en dos legislaturas y como secretario general de organización del CDS, más adelante como director general y secretario general de Urbanismo y Ordenación del Territorio de la región de Murcia, hasta su actividad profesional enfocada en la implementación de su siempre creativa visión del derecho urbanístico, como disciplina que le permitía disfrutar de una pasión más que de una obligación y, últimamente además como patrono del MARQ para aportar su último granito de arena a la sociedad civil. No fue un profesional del derecho al uso, no necesitó nunca ponerse la toga y sentarse en estrados para ejercer plenamente como un servidor del derecho en beneficio no solo de quienes han confiado en su honestidad y conocimientos a lo largo de los años, sino también de la comunidad en general. Rafael tenía un don, además de la sabiduría debidamente alimentada día a día con la lectura y el estudio, era de esos seres privilegiados que tenía en su mente las estructuras de nuestra sociedad, soluciones, planteamientos innovadores con una capacidad y eficacia organizativas dignas de elogio. No soy en modo alguno pretencioso si escribo que hemos perdido no solo al amigo, al compañero, al profesional, con Rafael Martínez-Campillo se nos ha ido uno de los mayores referentes personales de nuestra comunidad como POLÍTICO EN MAYÚSCULAS, mediador, gran trabajador y exquisito urbanista que como suele ocurrir desgraciadamente no ha sido debidamente reconocido conforme a lo que su valía merecía. Su último servicio profesional lo veremos pronto hecho realidad, que el Palacio del Marqués de Rafal en Orihuela forme parte del patrimonio de la Generalitat y de esa forma pueda ser incorporado a la red pública al servicio de todos los valencianos, lo que hace unos meses parecía una quimera está prácticamente ultimado gracias a su persistencia y tenacidad. No estaría de más que esta futura sede pública de la Generalitat, además de su propio nombre originario, pueda llevar con mucho honor el de RAFAEL MARTÍNEZ-CAMPILLO, en merecido tributo a su labor.

Gracias por habernos guiado, gracias por haber compartido una muy importante etapa de nuestro camino, cada cual desde su perspectiva y su manera de actuar, pero jamás ello ha sido obstáculo para que precisamente de esa diversidad haya surgido un gran equipo humano, un espléndido elenco de profesionales del derecho urbanístico y un despacho jurídico plenamente consolidado a nivel nacional como referente en esta materia. No veremos a deshoras las luces de tu despacho encendidas, te echaremos de menos.

S.T.T.L. amigo, compañero.