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Encalao en el terrao

La Feria de Mayo: Peteneras, Habaneras y Sevillanas

Al hilo de la feria de mayo que recupera la ciudad esta semana el cronista rescata el relato de lo populares que fueron a finales del siglo XIX y principios del XX el palo flamenco de las peteneras y su vinculación con géneros centroamericanos y caribeños como la habanera, con su llegada y difusión en Torrevieja de manera simultánea

Bailando peteneras en el lugar conocido por `Ilo-Ilo´ (Torrevieja, 1897). / Colección de F. Sala Colección F.Sala

A finales del siglo XIX, en Torrevieja se componían, cantaban y bailaban peteneras. Las letras de este palo flamenco eran tristes y melancólicas y se interpretan de forma lenta y sentimental, al igual que la habanera.

Bailando peteneras en el lugar conocido por `Ilo-Ilo´ (Torrevieja, 1897). / Colección de F. Sala Colección F.Sala

Muchos piensan que tienen una procedencia americana, poniéndolo algunos autores en relación con géneros centroamericanos y caribeños como la habanera, siendo su llegada y difusión en Torrevieja de manera simultánea.

La petenera, al igual que la habanera en Torrevieja, surge a partir de la cristalización de elementos desprendidos de algún otro cante del siglo XIX, o pertenecientes al fragmento de un dialogo zarzuelero. Antonio Machado Álvarez (a) Demófilo, apunta en 1881 un total de 23 letras de peteneras, y una de ellas, de claro origen caribeño, dice: «En La Habana nací yo / debajo de una palmera / allí me echaron el agua / cantando la petenera». En opinión de Romualdo Molina y Miguel Espín, las peteneras tienen acento y voz cubanos, y estructura y literatura peninsulares y dieciochescos.

Continúa Machado, refiriéndose al «Punto de La Habana» como el estilo por el que se canta las peteneras; no en vano el compás de las peteneras es común al punto cubano y a las guajiras, así como, con otra distribución de acentos parecidos a la soleá, a las bulerías y a las cantiñas. En cuanto al posible origen caribeño de este género, Arturo Warman asegura haber encontrado la petenera en los programas del Teatro Coliseo de México ya en 1803.

La métrica es de 6×8 + 3×4 (amalgama vulgarmente conocida como compás de peteneras) y al igual que el punto cubano se podía cantar con un ritmo fijo, o con un ritmo más libre. La melodía era métrica y no realizaba melismas exceptuando la escala ascendente propia de las peteneras flamencas sobre la letra «a». Utilizaba la cuarteta octosílaba (romance), repitiendo algún verso o introduciendo expresiones como «madre de mi corazón» en forma de ripio. El cante se extendía durante catorce compases y tenía cuatro fragmentos cadenciales de dos versos cada uno que se completaban con repeticiones o palabra de relleno. Esta era la petenera que se cantaba en la versión bailable en Torrevieja, una versión corta (chica) con pasos de seguidilla y mantón, castañuelas o pitos (chasquidos) y palmas. La danza de la petenera provocó gran afición entre los jóvenes a finales del siglo XIX.

El periódico torrevejense «El Torre Vigía», el 13 de octubre de 1887, publicó la letra de una petenera en sus páginas:

«Sr. alcalde mayor… ¡á…á…á…á…á…ay! / Señor alcalde mayor, / Oste que tan bueno es / Prendame oste á ciertos hombres / Y esto si que es la verdá / Prendamé osté a ciertos… hom…brees / Que tienen mu mala feeé / Señor alcalde mayor… / Vos…tee quee tan bueno es.

Señor alcalde mayooor / Señor alcalde mayooor / Cuando salga osteee á paseo / No vaya oste tan de prisa / Esto si que es la verdad, / No vaya oste tan deprisa / Que tiene el pasooo mun feo, / Señor alcalde mayor / Cuando salga ostee á paseo.»

En el mismo mes, el 23 de octubre, se volvió a publicar en «El Torre Vigía» otra petenera reincidiendo en las críticas contra el alcalde:

«Señor alcalde mayor… ¡á…á…á…á…á…ay! / señor alcalde mayor, / buen `mico´ nos ha dadooo, / con coger osté la vara / esto si que es la verdá, / con coger osté la vara… / que poquico hemos ganaooo / señor alcalde mayooor/ buen `mico´ que `noos´ haa dao.

Señor alcalde mayor… ¡á…á…á…á…ay! / señor alcalde mayor / aunque tenga oste alegría / no cante las peteneras / que copia «El Torre-vigia» / señor alcalde mayor / aunque tenga oste aalegría.»

La insistencia del periodista, obcecado en el alcalde y, quizás, haciendo éste último uso de uno de sus significados de la palabra «petenera» («salir por peteneras»: decir algo fuera de propósito), desterró y más tarde hizo que apresaran, juzgaran y condenaran a sufrir cárcel en Orihuela a su autor, Agustín González Jiménez, periodista y profesor de dibujos en Torrevieja y años más tarde profesor en el Instituto de Bachillerato en Almería, a donde emigró desencantado de la política torrevejense de aquella época. Quizás por esos sucesos estamos obligados a reseñar que, históricamente, tanto el baile como el cante de la petenera han estado rodeados de un aura supersticiosa que, según se suponía, traía mala suerte a sus compositores e intérpretes. El hijo de aquel periodista, músico y artista fue Luis González López, nacido en Torrevieja en 1889 y falleciendo en 1969 en Jaén, lugar donde fue nombrado Cronista Oficial de la Provincia.

En 1892, Íñigo Romero, escribe un artículo en la «Ilustración Ibérica» que titula «La Feria de Sevilla» apareciendo una descripción sobre la forma en la que eran bailadas las peteneras en las casetas de la Feria de Sevilla, llamadas en aquella época «casillas»:

«Aquí están ya las casillas / ¡Qué bullicio! ¡Cual resuenan / entre alegres risotadas / las clásicas castañuelas! / Allá en el fondo un piano / y acariciando sus teclas / una muchacha preciosa, / exacta copia de Eva / a los lados, con mantillas / blancas unas y otras negras, / hay dos filas de mujeres / que con sus miradas queman. / Y en el centro dos hermosas / se bailan peteneras / derramando sal y gracia / y esencia de la canela. / ¡Qué cuerpos, válgame el cielo! / ¡qué brazos y qué caderas! / ¡y qué cinturas, Dios mío! / ¡sí parece que se quiebran!».

Para los musicólogos Reyes Zúñiga y Hernández Jaramillo, las peteneras llegaron a ser tan populares como las sevillanas, o seguidillas. En 1912, el bailarín y maestro de bailes José Otero refleja este hecho al hablar de ellas: «Este baile se ha hecho tan popular como las Sevillanas, pues todos los discípulos, después de saber las clásicas seguidillas, desean aprender las Peteneras».

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