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Las claves en el hallazgo del bebé de San Isidro

El testigo que dio el aviso a emergencias relata lo que sucedió antes de que los agentes encontraran a un recién nacido en una casa en ruinas cerca del polígono de La Granadina - José Enrique fue el primero en percatarse de que entre los trapos sobresalía un diminuto pie que "era de un bebé o de una muñeca" - Su insistencia a la Guardia Civil salvó la vida del recién nacido - Le gustaría visitarlo en el hospital para ponerle rostro, y a su amigo, que también participó en el rescate, adoptarlo

José Enrique, que avisó a la Guardia Civil, en la casa en ruinas donde los agentes encontraron al recién nacido Matías Segarra

El diario de Noa comienza con una llegada al mundo complicada, incluso milagrosa, cuando la Guardia Civil lo encontró en el suelo envuelto en mantas, escondido detrás de unos bidones, en una casa en ruinas junto a un camino. A pleno sol de las tres de la tarde, aún con el cordón umbilical, parecía que estaba muerto, pero reaccionó a unas pequeñas palpaciones en el pecho que le realizaron los agentes.

Algo más de una hora antes, José Enrique Perea iba a empezar su turno en una empresa de transporte de mercancías. Camino del polígono industrial de La Granadina, en San Isidro, vio a "una mujer, que desde hace algunos años deambula por la zona, apoyada en una farola, con restos de sangre y un trapo en la barriga", rememora la escena en el lugar de los hechos.

Antes, Luis María Rocamora, su amigo de la infancia y compañero de trabajo, le ofreció a la muchacha agua y algo de dinero. "Me fui mal, porque no me gustó lo que vi; tenía lo que parecía un sangrado vaginal, y avisé a José Enrique, que iba a pasar unos minutos después por allí, para que se fijara por si necesitaba ayuda". Pensó en una posible violación.

Perea le dio agua y la comida que llevaba preparada para su jornada laboral. Entretanto, vio la planta de un pie entre la manta enrollada: "Unos dedos que eran de un bebé o de una muñeca". El sangrado podría ser que rompió aguas, y la mancha negruzca en la acera la placenta. Enseguida dedujo: "Ha dado a luz". Se marchó y llamó al 112. Rocamora hizo lo mismo.

José Enrique, en el lugar donde vio a una mujer que acababa de dar a luz Matías Segarra

Una patrulla de la Guardia Civil de Almoradí encontró en un descampado aledaño a la mujer, aparentemente bien, que negó con rotundidad el testimonio de Perea y rechazó ser asistida por el equipo sanitario que también había acudido al aviso. Los agentes contactaron de nuevo con José Enrique, que insistió: "Si no es un bebé, es una muñeca".

"La perseverancia del testigo permitió salvar la vida del pequeño", informó la Comandancia de Alicante en un comunicado posterior, porque gracias a eso continuaron rastreando la zona hasta que hallaron al recién nacido en la casa abandonada en la que solía refugiarse la madre, de 39 años y de nacionalidad suiza, que ingresó en prisión provisional por un posible delito de abandono de menores.

El bebé auxiliado en San Isidro

Han pasado ocho días desde que el bebé, con síntomas de deshidratación, fue ingresado en el Hospital Vega Baja, donde el equipo de la UCI pediátrica lo bautizó como Noa, aquel que brinda consuelo, paz y descanso. Y José Enrique y Luis María siguen en shock y desbordados por la repercusión que ha tenido el caso -hasta el Ayuntamiento de Abanilla, de donde son estos ángeles de la guarda de 43 años, "nos ha felicitado", remarcan- y por toda una lección que el episodio les ha dejado en sus vidas.

Luis María confiesa que, "con la euforia", su mujer le propuso adoptarlo: "Ángela no pega ojo, dice que es una señal". Tal vez haya sido la chispa para decidirse a aumentar la familia de otra forma, ya que Ángela, por una enfermedad, tendría un embarazo de alto riesgo. Más en calma, siguen pensando en iniciar los trámites, aunque son conscientes de que hay listas de espera y familias de acogida preparadas psicológicamente para este tipo de situaciones de emergencia.

"Lo primero es que Noa se recupere. Sería bonito saber que está bien y ponerle rostro", prosigue Luis María. Por eso, han intentado ir al hospital a verlo, aunque ha sido misión imposible. Como la madre está en prisión, los servicios sociales de la Conselleria tienen la tutela, por lo que la autorización se complica. Además, debido a la pandemia el centro hospitalario no permite visitas, solo acompañantes.

"Lo que más me calienta la cabeza es cómo la chica ha ido a parar a esa situación y nadie se ha preocupado", continúa Rocamora, a lo que Perea añade: "Años dando vueltas por el polígono y nadie la ayudaba; la trataban como a un despojo, pese a que se ve que tiene una educación y que no es mala gente". "En el pueblo se la ve como la típica hippie del norte de Europa que se lanzó a la ventura y llegó a la costa española", explica José Enrique, que también agrega que "son circunstancias de la vida".

Les quedan muchas preguntas en el aire, y esperan que tenga una familia detrás que la respalde y se pueda hacer cargo de la situación: "Quizá esto la ayude a reconducir su camino", confían. Los dos creen que "más que tirar al bebé quería esconderlo", describiendo una actitud "no de satisfacción, ni resignación, ni rechazo, sino de gratitud porque paramos", recuerda José Enrique.

Si tan solo una cosa hubiera ocurrido de otra forma. Si no se hubieran detenido, si no hubieran avisado... "Un cúmulo de circunstancias ha hecho que ese niño sobreviva", concluye Luis María, que además apela a la "empatía". Por la vorágine del día a día, las prisas y las obligaciones, "podíamos haber seguido de largo", prosigue con la sensación de que "siempre se puede hacer más". Porque "cada uno va a lo suyo sin mirar alrededor, y a lo mejor alguien necesita de nuestro tiempo para salvar una vida". La de Noa, de larga vida.

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