Un año más, celebramos este 5 de junio el Día Mundial del Medio Ambiente. Fecha simbólica que se viene celebrando desde que la ONU estableciera esta conmemoración en el Primer Congreso mundial de Medio Ambiente celebrado en Estocolmo en 1972.

Cincuenta años desde entonces, de denuncia, informes y peticiones, tanto desde el ámbito científico como social, ante la necesidad de reconducir y de abordar un modelo de desarrollo más justo, equitativo, inclusivo y respetuoso con la naturaleza. Muchos años de crecimiento desaforado, que no ha hecho más que incrementar las desigualdades y provocar grandes desequilibrios en el funcionamiento de los ciclos biogeoquímicos y los procesos ecológicos que garantizan la vida en este planeta.

“Una sola Tierra”, es el lema de este año. Solo tenemos un Planeta Tierra que nos da la vida y no podemos dilapidar lo único que tenemos.

La grave crisis ambiental, la crisis climática, puesta de manifiesto en muchos de los fenómenos que estamos viviendo cada vez con mayor frecuencia: inundaciones, sequías, incendios, contaminación…Está generando afecciones sobre la salud y la economía y situaciones de mayor vulnerabilidad ambiental y social.

También la pérdida de biodiversidad es alarmante. Ante esta situación se vienen planteando propuestas y soluciones a todos los niveles. La Organización de Naciones Unidas, con su Agenda 2030 y los 17 ODS, la Agenda Verde europea, o los recientes planes y normas que se están aprobando en nuestro país en relación con el cambio climático y la energía, entre otras, son apuestas decididas para favorecer la transición hacia un modelo de desarrollo más sostenible, a través de medidas de adaptación y mitigación de los efectos que esos desequilibrios naturales provocan. Pero se requiere un mayor compromiso ante la dimensión del problema y la premura para la acción.

Y en esta situación, la implicación debe venir de todos los sectores y colectivos, a nivel individual y organizacional, desde las administraciones públicas y las empresas.

La gestión del agua

Hay dos ámbitos que requieren especial atención, el agua y la energía. La seguridad hídrica y energética en un escenario presidido por la incertidumbre, es un reto que preside la acción del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, y en el ámbito y escala administrativa que le corresponde, también la Mancomunidad de los Canales del Taibilla a la que me quiero referir.

La Ley 7/2021, de 20 de mayo, de cambio climático y transición energética, hace referencia en el artículo 19. Consideración del cambio climático en la planificación y gestión del agua, a la “seguridad hídrica para las personas, para la protección de la biodiversidad y para las actividades socioeconómicas, de acuerdo con la jerarquía de usos, reduciendo la exposición y vulnerabilidad al cambio climático e incrementando la resiliencia”

Así pues, disponemos de referencias y marcos de acción, y fijados los objetivos, se requiere planificación y desarrollo de programas de actuación. La Mancomunidad de los Canales del Taibilla, como organismo responsable de garantizar el agua para el abastecimiento de 3 millones de personas, tiene perfilada su hoja de ruta, enfocada hacia la adaptación al cambio climático (fundamentalmente frente a la previsión de la reducción de los recursos hídricos continentales), la eficiencia energética y la reducción de la huella de carbono.

Atención a la energía

La actividad que desarrolla la MCT genera un consumo eléctrico muy importante, que en función de la proporción de recursos hídricos empleada puede llegar a alcanzar del orden de 190 GWh/año. Se dispone de un Plan estratégico para optimización energética y disminución de la huella de carbono en las instalaciones de la Mancomunidad de los Canales del Taibilla (periodo 2019-2030), que permitirá reducir ese consumo, ganado en eficiencia energética y sobre todo reduciendo la huella de carbono que se genera.

Aprovechando el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia (PRTR), se va a dar un impulso muy importante a esta línea de acción que permitirá reducir la factura energética y evitar la emisión anual de la menos 9.000 t de CO2

También vamos a aprovechar la oportunidad que brinda el Fondo de Recuperación, Transformación y Resiliencia europeo, para avanzar y completar las necesidades del sistema de digitalización y del control centralizado que es la herramienta fundamental para garantizar una gestión eficiente e integral, a través de una serie de proyectos relacionados con esta línea, con una inversión en torno a 32 millones de euros.

Finalmente, estamos trabajando en aquellos proyectos estratégicos que permitirán garantizar el correcto suministro y mejorar el sistema en base a objetivos de eficiencia y eficacia, teniendo muy en cuenta la adaptación frente a diferentes escenarios de disponibilidad de recursos, y los efectos derivados del cambio climático. Tenemos que garantizar un buen uso de los recursos que permita reducir el impacto sobre los ecosistemas que nos garantizan precisamente los servicios de abastecimiento que realizamos.