Los pilares que sustentan el Santo Entierro
Orihuela celebra una de sus procesiones más singulares de su semana de Pasión este Sábado Santo, con la figura del Caballero Cubierto y el trono de la Diablesa, además de una Virgen de la Soledad con especial significado este año

Procesión del Santo Entierro en Orihuela / Matías Segarra
De riguroso luto, Orihuela ha celebrado este Sábado Santo la singular procesión del Santo Entierro de Cristo, con respeto sombrío y penitente reflexión. La ciudad ha acogido en silencio un desfile que ha confeccionado sus calles a modo de mantilla dolorosa, con tristeza, pero también esperanza de Domingo de Resurrección, en una experiencia llena de fe, devoción, tradición y arte.
Al igual que la procesión del Silencio, se cataloga dentro de las diez mejores de España dadas sus singularidades. En ella procesionan los hombres vestidos con chaqué y las mujeres con vestido negro de mantilla, participando todos los estamentos de la sociedad oriolana.
Se trata de la única procesión que organiza el Ayuntamiento, una antigua tradición que se mantiene desde el siglo XVII. En un camino de redobles de tambor, sonido de bocinas y cantos que parte de la Iglesia de las Santas Justa y Rufina hasta la Catedral del Salvador y Santa María, ha abierto el desfile el Caballero Cubierto, figura que simboliza todas las virtudes de las que Orihuela se siente orgullosa, siendo el personaje de más relieve de toda la Semana Santa, que este año ha recaído en Antonio Martínez-Canales.
Es la Corporación local la que, a propuesta de la comisión de festividades, designa a la persona que por su nobleza, relevantes méritos y amor a la ciudad se ha hecho merecedora del privilegio de no descubrirse cuando pasa por el interior de los templos que atraviesa en el recorrido, por bula del Papa Paulo V en 1620.
Así, ha encabezado el triste cortejo -de rigurosa etiqueta- portando el pendón enlutado de terciopelo negro que se asemeja a la bandera de la ciudad con los atributos de la Pasión bordados en oro, el escudo y el lema otorgado por el rey Pedro IV -"El Ceremonioso"- el 18 de julio de 1380: "Siempre prevalació vuestra espada".
Martínez-Canales ha vestido el característico frac con la chistera, regalo de la Hermandad de los Pilares de Nuestra Señora de la Soledad, que preside, destacando también la venera -o medalla- de la Hermandad del Caballero Cubierto, regalo de sus amigos May y Tomás Sáez, que le antecedió en el cargo. En ella se puede leer el lema de la ciudad.

Venera o medalla del Caballero Cubierto Antonio Martínez-Canales / Información
La botonadura de la camisa ha sido cortesía del Colegio Oficial de Ingenieros Técnicos Industriales de la Provincia de Alicante, del que es decano, mientras que los guantes son detalle de sus amigos de toda la vida.
Escoltado por los que en años anteriores vivieron el mismo honor y arropado por la Soledad, Martínez-Canales también ha estado acompañado por síndicos portadores de la Gloriosa Enseña del Oriol, militares, Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado y doctores y licenciados universitarios. No en vano, los componentes de los Pilares de la Soledad tienen como requisito indispensable tener titulación.
Sin duda, especial significado ha tenido la Virgen de la Soledad, portada por sus Pilares, a quien Martínez-Canales le debe su vinculación y participación en la Semana Santa, justo cuando la hermandad, que tiene sus orígenes en el siglo XVI, cumple este año el 25 aniversario de su refundación.
Y así, tal y como describió Gabriel Miró, ha pasado "hueca y rígida de terciopelo negro; la faz de cera goteando de lágrimas; las manos de difunta sosteniendo un enorme corazón de plata erizado de puñales que se estremecían".
Con paso firme, tranquilo y solemne, el Cristo Yacente a hombros de los costaleros del Raiguero de Bonanza, que también han portado el "Triunfo de la Cruz" sobre el pecado y la muerte, el conocido como trono de "La Diablesa", el grupo escultórico más antiguo y simbólico que desfila procesionalmente en la Semana Santa oriolana, que tiene prohibida la entrada a los templos por la representación del demonio.
A continuación, la palma que anunciaba la llegada de San Juan, portado por alumbrantes del Ecce-Homo. Con el último paso, un velo de luto preparaba a la ciudad para enterrar a Cristo. Los tambores lo pregonaban, entrando Martínez-Canales por la puerta del Loreto y pasando cubierto bajo las naves de las cinco veces centenaria Catedral.
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