Existe una isla que contiene todas las islas: surfera, volcánica, gastronómica, exuberante, desértica, playera, familiar, solitaria... Es Lanzarote, una isla que brilla con luz propia, especialmente cuando le toca mostrar al mundo que su eterna primavera es algo más que una promesa. Visitarla en otoño es hacerlo en uno de sus mejores momentos, ideal para para descubrir paisajes únicos entre playas vírgenes de aguas cristalinas, pueblitos blancos y carreteras que esconden una postal en cada recta.

1- Calas de Papagayo y Playa de Famara

Aguas cristalinas en una de las calas de Papagayo, al sur de Lanzarote

Lanzarote no es un destino de sol y playa al que acudir en verano y en masa. Es sol y es playa durante todo el año y, sobre todo, la posibilidad de disfrutar por defecto de no estar pendiente de quién planta su sombrilla al lado. Algunas cristalinas y serenas. Otras turquesas y rebeldes, la isla está rodeada de playas espectaculares, pero si tenemos que escoger dos, nos quedamos con las calas del Papagayo en el sur, al refugio de los vientos alisios, y las playas de Famara en el norte, cuyas olas la han convertido en meca surfista.

2- La Graciosa

Una de las casitas blancas frente al mar en La Graciosa Una de las casitas blancas frente al mar en La Graciosa.

Una isla dentro de otra isla. Por sus paisajes y ese extra de tranquilidad perfecto para quienes necesitan perder de vista cualquier rastro de estrés y gentío, La Graciosa se impone como una visita obligada que realizar en ferry desde Lanzarote. En La Graciosa, donde también es posible alojarse, se encuentra también la Reserva Marina del Archipiélago Chinijo, la mayor de toda Europa, lo que la convierte en uno de los destinos más atractivos para buceadores y exploradores del fondo marino.

3- Timanfaya y Montañas de Fuego

Vistas de la montaña de Tamia, en el parque nacional de Timanfaya

Si los volcanes ya nos fascinaban desde siempre, la erupción del Cumbre Vieja ha elevado el turismo volcánico a un nuevo nivel. A buen recaudo de la vecina isla de La Palma, situada en el otro extremo del archipiélago canario, Lanzarote posee uno de los parques naturales de origen volcánico más impresionantes del mundo: Timanfaya. La oportunidad perfecta para ver en directo su actividad se encuentra en las Montañas de Fuego, una postal con la que el viajero dudará si está pisando la Tierra o la Luna.

4-Jardín de los Cactus

El Jardín de los Cactus, en Teguise.

Este jardín contiene más de 4.500 ejemplares de 450 especies diferentes agrupados de 13 familias de cactus llegados desde los cinco continentes. El Jardín de los Cactus es la última intervención realizada por César Manrique. El artista lanzaroteño más internacional convirtió el espacio degradado de una cantera en un hogar de acogida para flores cactáceas de todo el planeta, dejando su inequívoca huella artística en él. Su profundo verdor contrasta con el azul del cielo y el negro de la piedra volcánica en un paisaje de gran belleza que es también refugio de pequeñas aves e insectos.

5- El Valle de las Mil Palmeras

Haría, en el Valle de las Palmeras.

Mantenemos el verde y le damos un plus de frondosidad y exuberancia al trasladarnos hasta Haría, bellísima población de casitas blancas que se encuentra al norte de Lanzarote. Este enclave es en sí mismo un oasis: por las inconfundibles siluetas de los centenares de palmeras que lo salpican y recorren, como por el microclima especial que convierte sus tierras en las más verdes de la isla. Haría acoge también la Casa – Museo de César Manrique y es el mejor punto desde el que acercarse a las piscinas naturales de Punta Mujeres y adentrarse en los Jameos del Agua.

¿Cómo llegar?: Vueling ofrece un vuelo directo desde Alicante a Lanzarote.