Manuel Amate, experto en ahorro: "Cuatro bombonas de butano contaminan igual que un coche"

Tras el histórico apagón que vivió España el pasado lunes 28 de abril, muchas personas han empezado a plantearse seriamente la necesidad de tener un plan alternativo para situaciones de emergencia. Cocinar sin electricidad, cargar el teléfono o simplemente contar con un mínimo de alimentos y agua en casa son ahora algunas de las preocupaciones que se han hecho reales que nunca. La propia Unión Europea ha insistido recientemente en la importancia de contar con un kit básico de suministros esenciales, lo que ha provocado un aumento del interés por alternativas como el camping gas.

Una de las preguntas más recurrentes que ha surgido estos días es si conviene tener en casa un hornillo de gas por si volvemos a quedarnos sin luz como ocurría aquel lunes: un día que quedará marcado para la historia. Algunos incluso han empezado a mirar cocinas o calentadores que funcionan con gas butano, una fuente de energía que fue muy habitual en los hogares españoles pero que ha ido quedando en desuso con el paso de los años principalmente por eficiencia energética.

Aunque práctico en determinadas situaciones, el butano contamina bastante más que la electricidad (especialmente si esta proviene de fuentes renovables). Las cocinas eléctricas, las vitrocerámicas o los calentadores eléctricos han ido sustituyendo de forma paulatina a los sistemas alimentados por bombonas de gas, en parte por comodidad, pero también por su menor impacto ambiental.

Y es justo en ese punto donde cobra relevancia el testimonio de Manuel Amate: experto en ahorro energético, que ya en 2020 advertía sobre el impacto contaminante del uso del gas butano en contextos cotidianos. Sus declaraciones se dieron tras la decisión de la ciudad de Rennes, en Francia, de prohibir las estufas de gas en las terrazas de bares y cafeterías, una medida que generab preocupación entre las empresas españolas del sector de calefacción, que temían que algo similar pudiera implantarse aquí.

Amate era contundente: "Cuatro bombonas de butano contaminan igual que un coche en 350 km", una comparación que sirve para dimensionar el problema. Además señalaba que estas estufas (muy habituales en las terrazas de bares durante el invierno) emiten dióxido de carbono y monóxido de carbono, gases perjudiciales tanto para el medioambiente como para la salud.

Denunciaba también que muchas veces estos aparatos se dejan encendidos sin que haya nadie usándolos, lo cual representa un despilfarro energético injustificable. Recordaba también que según el Reglamento de Instalaciones Térmicas en los Edificios (RITE), este tipo de sistemas no deberían ser fijos, a no ser que funcionen con energías renovables.

Aunque algunas empresas del sector, como 'Acoter System', se defendieron asegurando que sus estufas infrarrojas no contaminan, la preocupación por el uso excesivo del gas sigue estando sobre la mesa. Y ahora tras un apagón que evidenció lo frágil que puede ser nuestra dependencia eléctrica, la conversación sobre el butano ha vuelto aunque esta vez desde otra perspectiva.