Un museo concebido para contar la historia de Qatar debía, en palabras de su creador, el arquitecto francés Jean Nouvel, “evocar el desierto, su dimensión silenciosa y eterna, pero también la modernidad y la audacia que han venido a alterar lo que parecía imperturbable; así que, en el fondo, son las contradicciones de la historia lo que he tratado de expresar”. Y, para hacerlo, ningún icono tan reconocible y sugerente como la rosa del desierto -“la primera arquitectura autocreada por la naturaleza, por el viento, la arena y los milenios; de una sorprendente complejidad y poesía”, como señala Nouvel-, símbolo, con sus delicados pétalos petrificados, de una belleza y pujanza irrefrenables que cristalizan de la mismísima aridez. “Tomarla como punto de partida fue una idea muy progresista, incluso utópica.