Margaret Qualley (Montana, 1994) pertenece a esas segundas generaciones que han venido a este mundo con todos los privilegios y con el listón muy alto. Hija de la musa de los noventa Andy MacDowell y del modelo Paul Qualley, parece condenada a la eterna comparación con su meteórica madre. Una pregunta facilona que su agente tacha de mi cuestionario, con algo de sentido común, tras la primera revisión. En la segunda sigue quitando preguntas, ya con menos argumentos, hasta dejar un cuestionario escuálido con el cual me enfrento a esta chica altísima, millennial hasta el tuétano, que me recibe con una gran sonrisa, comiendo un bol de granola orgánica con yogur griego y preguntando con la boca llena si me importa que haga la entrevista sin zapatos y con los pies subidos al suntuoso sofá de un hotel del Soho de Nueva York.