Resuelto el misterio sobre la muerte de la mujer de Gene Hackman: fue por las ratas

La residencia de la pareja, ubicada en una zona remota de las afueras de Santa Fe, Nuevo México, estaba plagada de signos de infestación de roedores

Imágenes inéditas de la casa de Gene Hackman y su mujer: así descubrieron los cadáveres

Lucía Feijoo Viera

Javier Corazón

Javier Corazón

La historia que rodea las muertes del legendario actor Gene Hackman y su esposa, Betsy Arakawa, ha dado un giro tan macabro como inesperado. Lo que hasta hace poco era una tragedia envuelta en el misterio, hoy se aclara gracias a un informe oficial del Departamento de Salud de Nuevo México. El resultado: la causa de la muerte de Arakawa fue el hantavirus, un virus mortal que se transmite por el contacto con excrementos de roedores. Las ratas, literalmente, fueron las culpables.

Un descubrimiento escalofriante en la casa Hackman

Según han revelado medios estadounidenses como CNN, que accedieron al informe medioambiental elaborado en marzo por las autoridades de salud estatales, la residencia de la pareja, ubicada en una zona remota de las afueras de Santa Fe, Nuevo México, estaba plagada de signos de infestación.

El documento detalla la presencia de cadáveres de roedores, nidos y heces en al menos tres garajes, dos casitas auxiliares (pequeñas viviendas separadas de la principal) y tres cobertizos. Además, en uno de los garajes se encontró incluso un roedor vivo, mientras que en dos vehículos abandonados —catalogados como maquinaria agrícola— también se hallaron signos de la presencia de los animales, incluyendo un nido.

Una muerte silenciosa: así actuó el hantavirus

El hantavirus, según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), es una enfermedad rara pero extremadamente peligrosa, transmitida principalmente por inhalación de partículas provenientes de la orina, las heces o la saliva de roedores infectados. Puede comenzar con síntomas similares a los de una gripe común, pero en pocos días se transforma en un síndrome pulmonar severo que puede derivar en insuficiencia respiratoria y cardíaca.

Esto fue exactamente lo que ocurrió con Betsy Arakawa, de 65 años. El forense estatal confirmó que su fallecimiento fue consecuencia directa de esta infección. En una revelación aún más inquietante, se supo que Hackman convivió durante una semana con el cadáver de su esposa en la casa, hasta que finalmente falleció el 18 de febrero a causa de una enfermedad cardíaca. El actor sufría Alzheimer avanzado, lo que explicaría su incapacidad para reaccionar ante la situación.

Una pareja marcada por la discreción… y una trágica despedida

Hackman y Arakawa, casados desde 1991, siempre mantuvieron una vida privada lejos de los flashes. Se conocieron en un gimnasio en Los Ángeles, cuando ella trabajaba como empleada de recepción. Desde entonces, formaron una de las parejas más estables y discretas del Hollywood contemporáneo.

La muerte de ambos marca el cierre de un capítulo triste para el mundo del cine. Gene Hackman, uno de los grandes del séptimo arte, fue ganador de dos premios Óscar, uno por su inolvidable papel como el detective Popeye Doyle en The French Connection (1971), y otro como el despiadado sheriff Little Bill en Unforgiven (1992), de Clint Eastwood. También destacó en títulos como Bonnie and Clyde, The Conversation, Superman o Mississippi Burning, convirtiéndose en un actor de culto por su versatilidad, magnetismo y carácter.

Se retiró oficialmente del cine en 2004, y desde entonces vivía apartado del ojo público, dedicado a la escritura y a una vida tranquila en Nuevo México.

Un final digno de un thriller

El caso tiene todos los ingredientes de un drama digno de la gran pantalla: un ícono de Hollywood, una esposa querida, una casa aislada en el desierto y una amenaza invisible, silenciosa, escondida en los rincones polvorientos de una vivienda que acabó siendo letal.

La tragedia de Gene Hackman y Betsy Arakawa nos recuerda que ni la fama, ni la fortuna, ni el pasado glorioso pueden protegernos de los peligros más inesperados. En este caso, no fueron las luces de Hollywood ni los guiones de oro los que marcaron el desenlace... sino las ratas.

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