Los dulces no faltan en ninguna mesa de Navidad, unos productos que, si no se comen con moderación, pueden perjudicar la salud dental. Por este motivo, el especialista en ortodoncia Juan José Alió Sanz ha analizado los ocho dulces que más pueden dañar la dentadura.

1. Fruta escarchada. Contiene 81 gramos de azúcar por cada 100 gramos de producto. Además de su alto contenido en azúcar y de sus calorías, su textura pegajosa hace que se adhiera a los dientes, lo que eleva el riesgo de caries si no se cepillan bien los dientes.

2. Guirlache. Contiene 51,3 gramos de azúcar por cada 100 gramos de producto. El guirlache es caramelo en estado sólido mezclado con almendra, que por su contenido en azúcar y su dureza, puede romper alguna pieza dental.

3. Chocolate a la taza. Contiene 73,8 gramos de azúcar por cada 100 gramos de producto. Aunque su contenido en azúcar es mayor que el del guirlache, su estado líquido hace que sea más fácil retirar sus restos, si bien es necesario enjuagarse los dientes tras el cepillado.

4. Mazapán. Contiene 49 gramos de azúcar por cada 100 gramos de producto. Como en el caso de la fruta escarchada, su textura pegajosa se pega a los dientes, sobre todo a la superficie, por lo que es necesario cepillarse correctamente para eliminar restos, así como usar seda dental para los espacios interdentales.

5. Turrón duro. Contiene 45,1 gramos de azúcar por cada 100 gramos de producto. La dureza del turrón puede dañar las piezas dentales.

6. Turrón blando. Contiene 45,1 gramos de azúcar por cada 100 gramos de producto. Se cuela por cualquier recodo de la boca y retirarlo puede ser un "auténtico calvario". Solo la seda y el enjuague consiguen eliminarlos por completo.

7. Mantecados y polvorones. Contienen 25 gramos de azúcar por cada 100 gramos de producto. Tanto su contenido en azúcares como sus calorías son similares, más de 500 calorías por cada 100 gramos de producto.

8. Roscón. Contiene 24 gramos de azúcar por cada 100 gramos de producto. El problema del roscón no es el contenido en azúcar del bollo en sí, sino de todos los dulces que lo adornan: la fruta confitada que se pega a las piezas, el azúcar que se cuela en los espacio interdentales, las almendras que se clavan en las encías, así como la sorpresa si uno no se percata de su presencia.