Los españoles somos uno de los humanos más longevos del mundo. Con la edad todos tenemos limitaciones y necesitamos ayuda. Pero eso también nos sucede cuando somos niños. El día trata de conmemorar la labor de todas aquellas personas que se dedican al cuidado de los que les necesitan.

El 80 por ciento de los cuidadores no son profesionales. Posiblemente todos somos cuidadores y todos necesitamos cuidados, ello en distintas fases de la vida. En nuestra infancia, cuando, gracias a nuestra familia y a la escuela, nos desarrollamos como personas. Y luego de ancianos, cuando a veces necesitamos el apoyo de los demás en nuestro día a día. O en cualquier otro momento si padecemos una situación de discapacidad y/o dependencia; entonces solemos necesitar la ayuda de otros para realizar nuestras actividades de la vida diaria.

Cuidadores son por tanto padres, madres, hijos, familiares, personal contratado o voluntario. En un 85% de los casos son mujeres. Muchas veces combinando este papel con el de ama de casa. Suponen un colectivo cada vez más numeroso que realizan una tarea necesaria ya que entre un 5 y un 10% de los mayores de 65 años tienen limitaciones de autocuidado y movilidad que, sin embargo, su papel es poco visible y reconocido socialmente.

Los cuidadores profesionales son las personas o instituciones que se hacen cargo de las personas con algún nivel de dependencia.

Lo que es evidente es que el cuidador habrá de reorganizar su vida familiar, adaptarse a la nueva situación; da igual si es por la llegada de un bebé a casa o porque el abuelo ya no tiene la movilidad de antes o por un problema de salud o discapacidad temporal o prolongada de alguno de los miembros de la familia.

Los patrones culturales tradicionales no ayudan, asignan a las mujeres el papel de proveedora principal de atención y cuidado a las personas dependientes (niños, ancianos y familiares impedidos). Además, muchas, consideran esta tarea como un deber moral (90%) y en muchos casos lo realizan por iniciativa propia (59%).

A ellos se añaden nuevas necesidades: altas hospitalarias precoces en muchos procesos, des institucionalización de la enfermedad mental, conveniencia de mantener en su medio a ancianos, enfermos terminales y personas discapacitadas.

Es frecuente que la necesidad de cuidados comience de una forma gradual. Al principio se comienza ayudando a alguien a cocinarle, lavarle la ropa, llevarlo al médico o encargarse de recoger las medicinas, hacerle la compra, encargarse de pagar cuentas, etc. Más tarde, se necesitan más cuidados. La dedicación a estas personas puede ocupar unas horas del día o que sea a tiempo completo 24 horas al día. Todos los días del año.

Probablemente con el paso del tiempo el paciente sea más dependiente y haya que ayudarle a: lavarse, usar el baño, alimentarse, desplazarse, supervisar la toma de medicamentos, gestionar sus asuntos legales y económicos, y otros cuidados médicos.

Aspectos psicosociales de los cuidadores:

Muchas personas que cuidan se sienten satisfechas con su labor y piensan que eso las dignifica. No obstante, un gran número reconoce que no tiene otra alternativa y que esta actividad repercute negativamente en su calidad de vida.

Los cuidadores están expuestas a un nivel de presión y esfuerzo que a veces no es valorado, pero que repercute directamente tanto en su salud como en la de su entorno. No es raro encontrar casos de conflictos familiares por el celo en la atención a uno de sus miembros en detrimento del resto de la familia.

En los últimos años las cosas parecen que van cambiando, las atenciones y cuidado de los otros se ha empezado a ver como trabajo voluntario, como solidaridad intergeneracional y en los servicios sociales y de salud se reconoce el rol del cuidador y la necesidad de prestarle apoyo. Ha empezado a valorarse esta función cuando se hace por personas externas al domicilio bien sean cuidadores pagados o voluntariado.

Hay que cuidar al cuidador

Es fundamental tener en cuenta que el estado de salud física y mental del cuidador es tan importante que influye directamente en la atención que está dando, y por eso es necesario que no se descuiden en ningún momento sus propios cuidados. Recuerde que cuando el avión se cae la máscara de oxígeno no hay que ponerla al niño sino al adulto que le acompaña.

Los sentimientos de impotencia y frustración también son frecuentes en él, dado que no siempre el esmero en el cuidado y la atención tienen como respuesta una mejora o un gesto de agradecimiento por parte del entorno y del dependiente.

Con cierta frecuencia encontramos casos en los que se produce un abandono del puesto de trabajo para dedicarse al cuidado del familiar o el desarrollo del mismo se ve alterado por falta de tiempo y energía.

Las dificultades económicas, las alteraciones emocionales, la falta de tiempo para sí mismo, la reducción o desaparición de los momentos de ocio, entre otros, son aspectos a tener en cuenta.

A veces el cuidador se vuelca en a. Adquirir una actitud serena y auto reflexiva puede las necesidades del que cuida y comete un error, ello supone sentirse tremendamente culpable ayudr a aprender del error y mejorar para el futuro.

Así no debemos olvidar facilitar al cuidador:

Que disponga de momentos de ocio y expansión. Que pueda relacionarse con amigos y familia. Que pida ayuda siempre que la necesite. Que conozca y utilice los recursos que la comunidad ofrece. No permitir que se aísle. Que mida bien sus fuerzas, sepa hasta dónde puede llegar. Que ponga límites, y organice su tiempo. Que priorice, pero sin olvidarse de si mismo, y que sea asertivo.

Hay que estar alerta a señales específicas que nos indican que algo no va bien, que hay que cambiar de estrategia para que la situación no acabe con su estado de ánimo. Lo son: la tendencia al aislamiento, cambios bruscos de humor, agotamiento permanente, pérdida de apetito, falta de concentración, tristeza, culpabilidad, etc; entonces hay que analizar lo que está haciendo y qué podemos cambiar para mejorar la situación.

¿Cómo se llega a esta situación?

Las personas dependientes puede necesitar cuidados por dos razones:

Por el envejecimiento normal. Con la edad muchos se hacen más dependientes. O por padecer discapacidad de origen congénito o accidental, de origen sensorial, motor o psicológico, y según su grado va a necesitar más o menos cuidados.

¿En qué consiste el síndrome del cuidador?

El síndrome del cuidador es un trastorno caracterizado por un desgaste físico y psicológico de la persona que asiste, producido por el cuidado constante y continuado del que cuida. Resulta del estrés continuado en la lucha diaria contra la enfermedad o incapacidad.

¿Qué síntomas alertan de su aparición?

A nivel psicológico, aparecen sentimientos de tristeza, preocupación, soledad e incluso culpabilidad. Se ve favorecido sí hay una preocupación excesiva por aquel a quien se cuida

A veces aparecen también sentimientos de soledad., trastornos del sueño, alteraciones del apetito y del peso así como dificultades cognitivas como problemas de memoria y atención.

¿Cómo puede combatirse?

Es importante crear una propia red de apoyo y buscar compañía a nuestro alrededor, puesto que cuidar no nos exime de la necesidad de ser asistidos y acompañados. Si la persona necesita atención constante, involucrarla cuando se socializa puede ser asimismo positivo para ambas partes. Comunicar en el entorno los sentimientos y mantener actividades que nos gusta hacer. En muchas ocasiones los tratamientos simples para combatir la ansiedad, pueden ser de gran ayuda; si no hay mejoría habrá que acudir a un médico que nos derive a un especialista sabiendo que a veces aquello que nos ocurre a nivel físico es un reflejo de nuestro estado de ánimo. El acento recae en nuestra salud mental.