Los hombres mayores con un ritmo circadiano débil o irregular en sus ciclos diarios de descanso y actividad tienen más probabilidades de desarrollar posteriormente la enfermedad de Parkinson, según un nuevo estudio realizado por científicos del Instituto Weill de Neurociencias de la Universidad de California San Francisco, que analizaron 11 años de datos de casi 3.000 hombres mayores que viven independientemente.

Los científicos explican en la revista 'JAMA Neurology' que su descubrimiento del vínculo entre los ritmos circadianos y el Parkinson, una enfermedad caracterizada por la pérdida de control sobre el movimiento, el equilibrio y otras funciones cerebrales, sugiere que estas interrupciones circadianas pueden reflejar procesos de enfermedades neurodegenerativas que afectan el reloj interno del cerebro mucho antes. Podrían considerarse una señal de advertencia temprana de la enfermedad.

"La fuerza de la actividad del ritmo circadiano parece tener un efecto realmente importante sobre la salud y la enfermedad, particularmente en el envejecimiento. En este último estudio descubrimos que incluso pequeños cambios en el ritmo circadiano en hombres mayores se asociaron con una mayor probabilidad de contraer Parkinson", señala la autora principal del estudio, Kristine Yaffe, Presidenta de la Fundación Roy y Marie Scola y vicepresidenta del Departamento de Psiquiatría de la UCSF, profesora de psiquiatría, neurología y epidemiología y bioestadística, y miembro del Centro de Memoria y Envejecimiento de la UCSF.

Los resultados merecen un seguimiento, según los autores del estudio, para investigar si los cambios fisiológicos provocados por interrupciones en los ritmos circadianos podrían ser un desencadenante de la neurodegeneración, y si el fortalecimiento de estos ritmos podría reducir el riesgo de desarrollar Parkinson.

El Parkinson es el segundo trastorno neurodegenerativo más común después de la enfermedad de Alzheimer. La mayoría de los que tienen Parkinson son diagnosticados después de los 60 años. No se conocen medicamentos para prevenir la enfermedad, pero hay un número creciente de tratamientos para aliviar los síntomas.

Entre los adultos mayores, los ritmos circadianos debilitados o irregulares de descanso y actividad son comunes, según la autora principal del estudio, Yue Leng, profesora asistente de psiquiatría en la UCSF. Otras afecciones (estreñimiento o déficit en el sentido del olfato) también se han asociado con una mayor probabilidad de desarrollar Parkinson más adelante.

"El Parkinson es una enfermedad que probablemente tarde décadas en desarrollarse, y aparte de los cambios en el movimiento, los primeros signos podrían ser fundamentales para comprender la enfermedad y sus mecanismos -explica Leng-. Este es el primer gran estudio a largo plazo que descubre que los ritmos circadianos interrumpidos podrían estar relacionados con el Parkinson que surge años después".

El estudio, que inscribió a 2.930 hombres con una edad promedio de 76,3 años cuando comenzó la investigación, fue parte del Estudio de Fracturas Osteoporóticas en Hombres (MRoS) más grande, basado en la población, que comenzó en 2000 e inscribió a hombres en seis centros médicos en todo el país.

Ninguno de los participantes en el subgrupo de la cohorte MRoS inicialmente tenía Parkinson, y todos vivían en entornos comunitarios (es decir, no en hogares de ancianos). Su estado para muchos factores relacionados con la salud se evaluó al principio, y se monitorearon mediante visitas de seguimiento y cuestionarios.

Como parte del estudio, los investigadores estudiaron los ritmos circadianos de descanso y actividad durante tres períodos separados de 24 horas haciendo que los participantes usaran un actígrafo, un dispositivo similar a un reloj que detecta y registra incluso movimientos leves de la muñeca. Los datos recopilados de estos dispositivos se asociaron independientemente con el desarrollo posterior de Parkinson.

La siesta y el Parkinson

En un estudio anterior, Leng y Yaffe identificaron una asociación entre la siesta durante el día y el posterior desarrollo del Parkinson. Pero el vínculo entre los ritmos circadianos y el Parkinson no es solo una cuestión o un sueño interrumpido, según el nuevo estudio.

La asociación se mantuvo incluso después de tener en cuenta los indicadores de trastornos del sueño, incluida la pérdida de sueño; ineficiencia del sueño (tiempo que pasa dormido después de apagar las luces); movimiento de piernas durante el sueño; y la interrupción crónica y temporal de la respiración conocida como apnea del sueño.

Al llegar a esta conclusión, los investigadores tomaron en cuenta numerosas otras variables recopiladas como parte del estudio MRoS, incluidas las diferencias regionales en los sitios de estudio y la demografía de los participantes, educación, rendimiento cognitivo de referencia, enfermedades crónicas, actividad física, síntomas de depresión, índice de masa corporal, fumar y el uso de benzodiacepinas, alcohol y cafeína.

Leng y Yaffe evaluaron cuatro parámetros de los ritmos de actividad de descanso de los participantes medidos por actigraph: amplitud, la diferencia entre el período de mayor a menor actividad; mesor, la actividad promedio; robustez, qué tan bien la actividad de descanso cíclica medida coincide con una curva regular similar a una onda cosenoidal; y acrofase, una medida de avance o retraso en el ciclo de 24 horas en relación con el promedio de la población.

Durante el seguimiento, 78 de los 2.930 participantes del estudio fueron diagnosticados con Parkinson. Aquellos que obtuvieron la puntuación más baja en amplitud actigráfica, mesor o robustez tenían el triple de riesgo de desarrollar Parkinson en comparación con aquellos que obtuvieron la más alta. Los investigadores no encontraron una asociación entre la acrofase y el riesgo de Parkinson.

Los modelos animales de Parkinson han demostrado que las células que controlan el marcapasos del ritmo circadiano del cerebro a menudo comienzan a degenerar incluso antes de que las células en la parte del cerebro que tradicionalmente se asocian con los síntomas del Parkinson, lo que sugiere que el debilitamiento del ritmo circadiano en algunos casos puede representar una etapa temprana de enfermedad.

Leng tampoco descarta la posibilidad de que las interrupciones en el ritmo circadiano, que ya se sabe que causan cambios metabólicos e inflamación, puedan contribuir a la enfermedad neurodegenerativa. Así, espera investigar si los ritmos circadianos debilitados provocan inflamación o la acumulación anormal de proteínas observadas en el tejido cerebral afectado tanto en el Parkinson como en el Alzheimer.

"Estas enfermedades neurodegenerativas no son reversibles -puntualiza-. Pero si la investigación apunta a que el sueño o los problemas circadianos son factores de riesgo para la neurodegeneración antes de los síntomas tradicionales, entonces podremos usar esa información para la detección y el diagnóstico tempranos, o podríamos intervenir de maneras que eviten el desarrollo de la pérdida neurodegenerativa de función".