La gota es el tipo de artritis más frecuente en hombres adultos y siendo menos frecuente en mujeres donde afecta casi exclusivamente a las post-menopaúsicas. Sus características generales incluyen intensa inflamación articular y en caso de no ser adecuadamente tratada, la gota puede dañar las articulaciones o tardíamente generar insuficiencia renal.

Es también un factor de riesgo no menor para enfermedad coronaria y otras consecuencias de la arterosclerosis, como episodios vasculares cerebrales. Su diagnóstico preciso lo proporciona el hallazgo de cristales de ácido úrico en líquido articular y la disolución de estos cristales proporciona su curación.

En España afecta a un 4,55% de los hombres (muy excepcional antes de la pubertad) y 0,38% de las mujeres, solo excepcionalmente la sufren antes de la menopausia.

En todos los países donde se ha analizado, incluyendo España, su frecuencia va en aumento al relacionarse con hábitos alimenticios menos saludables que se han ido imponiendo. A pesar de ser una de las enfermedades que comprendemos mejor y cuyo tratamiento es eficaz y curativo – al eliminar los cristales de la sal de ácido úrico que la causan – por razones poco claras la mayoría de los que la sufren quedan, bien sin diagnosticar o sin recibir un tratamiento adecuado y suficiente, con lo que la enfermedad y los ataques persisten, y con frecuencia quienes la sufren llegan a tomarla por incurable.

Los cristales se forman como consecuencia de niveles elevados de ácido úrico en sangre, frecuentemente asociados al llamado síndrome metabólico [obesidad especialmente abdominal, hipertensión, diabetes o prediabetes, elevación de los triglicéridos y disminución del colesterol HDL (el bueno)] relacionado con los hábitos alimentarios excesivos y la vida sedentaria. La ingesta de diuréticos es otra causa común de elevación del ácido úrico en sangre y consecuentemente gota. Habitualmente los ataques se deben a la inflamación de una sola articulación – la de la base del dedo gordo, el empeine en su conjunto, tobillo rodilla, codo, muñeca o algunos nudillos- y se separan uno de otro por un tiempo a veces largo totalmente asintomático. Ocasionalmente, se inflaman dos o más articulación a la vez. Cuando se afectan articulaciones grandes – como la rodilla – o varias a la vez puede cursar con fiebre y simular un cuadro séptico. Tras varios años de enfermedad, pueden formarse unos nódulos (llamados tofos) más o menos duros, frecuentemente en codos y también alrededor de otras articulaciones.

Una vez que se forman cristales en las articulaciones, su presencia en el líquido articular es también constante cuya identificación permite un diagnóstico de erteza, aunque entre ataques estén asintomáticas. La aparición de tofos indica que el paciente gotoso no ha sido tratado, o que ha sido insuficientemente tratado. La gota llamada crónica es consecuencia de falta de tratamiento, tratamiento inadecuado o falta de cumplimiento del tratamiento por el paciente.

Durante los ataques de gota la inflamación es intensa y sin tratar suelen ceder en un par de semanas, pero entre ellos quienes la sufren están completamente asintomáticos, aunque las articulaciones permanecen levemente inflamadas y también los tejidos que rodean los tofos.

Es esta inflamación continua y persistente – aunque asintomática – la que favorece la arteriosclerosis explicando la asociación a la gota de enfermedad coronaria – incluyendo infartos de miocardio, accidentes cerebrovasculares e insuficiencia vascular en las extremidades. También se ha apreciado una disfunción eréctil (erecciones más débiles) atribuida a arteriosclerosis de las arterias que aportan la necesaria sangre al pene, en general en aquellos que sufren gota de tiempo de evolución.

El objetivo del tratamiento de la gota es la eliminación de los cristales, ya que sin ellos desaparecen los ataques y la inflamación persistente que se asociada; la gota es tratable en cualquiera de sus estadios. Requiere un tiempo prolongado y proporcional al tiempo pasado desde el primer ataque, ya que a más tiempo de evolución, mas cristales formados a eliminar. Los datos que existentes indican que con la desaparición de los cristales, además de desaparecer los ataques, los riesgos asociados a la gota se minimizan y llegan a desaparecer.

Preferentemente la gota debe tratarse desde su diagnóstico porque es el momento en que el depósito de cristales es menor – si esperamos se irá aumentando y por tanto tardarán más en eliminarse -, y los riesgos asociados a la gota se habrán sufrido solo un tiempo limitado y no es sensato vivir con unos riesgos que son evitables.