Buena parte de la opinión pública, a fuerza de repetirlo con motivo de esta pandemia, se ha familiarizado ahora con el concepto de zoonosis –ya saben, aquellas enfermedades que proceden de los animales pero que también pueden afectar a humanos-. Saliera o no de un laboratorio de Wuhan, el murciélago fue el origen de la Covid-19. Fue, efectivamente, alguna especie de quiróptero el que ejerció de hospedador de este coronavirus.

Este animal se ha hecho hoy tan tristemente impopular como las ratas lo fueron en el siglo XIV con la peste bubónica. Eran las pulgas que portaban estos roedores los auténticos vectores cuyas picaduras infectaban aquella letal bacteria. No hubo vacuna para la también llamada peste negra, pero la peor de las pandemias de la historia de la Humanidad se comenzó a combatir, a falta de antibióticos, atendiendo a la vigilancia del entorno, de las condiciones higiénicas, de las relaciones entre personas y animales.

Ante la ausencia de solución, la prevención se impuso. Y a eso mismo hemos apelado, otra vez, para contener la Covid –a las mascarillas, a la limpieza de manos, a evitar espacios cerrados, con la distancia social…- hasta que llegaron las vacunas, claro, que esto ya es el s XXI.

Algo más de seis siglos después, las cosas no han cambiado tanto, es más, en materia de salud pública, la naturaleza se empecina en seguir la misma pauta: más del 60% de las enfermedades infecciosas que afectan a las personas son zoonosis y en cuanto a las enfermedades emergentes, en las últimas tres décadas se han detectado más de 30 nuevos patógenos humanos, el 75% de ellos tuvieron también origen animal. Roedores, murciélagos y todo tipo de mosquitos han ejercido, desde el principio de los tiempos, de portadores de virus, bacterias, hongos o parásitos que primero sufrían o simplemente albergaban los animales y que después acaban por hacer enfermar a los humanos.

Nada –reitero- ha cambiado con el SARS-Cov 2. La Covid-19 vino precedida de otros siete coronavirus, pero dos de ellos fueron bien serios: en 2002 apareció en el sur de China, el SARS-CoV (síndrome respiratorio agudo severo) que infectó a más de 8.400 personas en 26 países de Asia, Europa y América; en 2012 apareció el MERS-CoV (síndrome respiratorio del Oriente Medio), que se propagó por 27 países de Asia, Europa, África y Norte América infectando a menos de 2.500 personas.

Los dos, como la Covid, procedían de murciélagos y no es extraño que tal cosa ocurra: cualquier veterinario conoce la especial tolerancia de este animal hacia cualquier virus, que son una especie tan numerosa como que representa a cerca de una cuarta parte de los mamíferos, que están en todos los continentes menos en la Antártida, que su dieta básica consiste en los mismos mosquitos e insectos portadores de tantas enfermedades y que al volar las esparcen a mayor distancia, especialmente a través de sus heces.

Gonzalo Moreno del Val, presidente del Colegio de Veterinarios de Alicante (ICOVAL)

 

No lo digo por prurito profesional. En materia de lucha contra las enfermedades infecciosas, emergentes o más aún contra pandemias como ésta, la ciencia debe ofrecer lo mejor de sí, debe entregarse a la causa en su totalidad. No se debería haber dejado a la Medicina la responsabilidad de responder ante tal embiste. No. La vacuna de Pfzer, sin ir más lejos, fue impulsada por el jefe mundial de vacunas de este laboratorio y su posterior CEO, el veterinario griego Albert Boula.

En Alemania, el ‘Fernando Simón’ de aquel país y director del Instituto de virología Robert Koch, Lothar Wieler, es también veterinario y no debería seguir porque no pretendo conceder a mi profesión más protagonismo del que se merecen tantos otros epidemiólogos, parasitólogos, biólogos, farmacéuticos… que también han contribuido a la cruzada contra esta epidemia global.

Es lo que llamamos ‘One health’, un enfoque multidisciplinar e integrador que genera sinergias, en el que las profesiones y especialidades no compiten sino que se complementan porque solo hay una salud y lo de menos es si ésta se refiere a animales o personas porque se sabe que las zoonosis ya se encargarán de crear puentes entre ambos.