Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) es una alteración de la conducta, de base neurológica, caracterizado por incapacidad para centrar y mantener la atención, exceso de actividad motora y dificultad para el control de impulsos. En función de cuáles de estos síntomas predominen se reconocen tres subtipos: el inatento, el hiperactivo-impulsivo y el combinado, que es el más frecuente.

Se estima que afecta a un 5-10% de la población infantil, aunque las cifras varían dependiendo de qué criterios se usen para establecer el diagnóstico, pudiendo llegar en algunos estudios a un 20%. Es más frecuente en niños que en niñas, aunque hay que tener en cuenta que en las niñas suele predominar la falta de atención sobre la hiperactividad, por lo que resulta más difícil de diagnosticar.

En la mayoría de los casos, el TDAH tiene un origen genético, aunque a veces puede deberse a diversos trastornos adquiridos en las primeras etapas de la vida. En ambos casos, los síntomas aparecen como consecuencia de un funcionamiento anómalo en determinados circuitos neuronales del lóbulo frontal, debido a una alteración del balance de los neurotransmisores, las sustancias con las que las neuronas transmiten las señales nerviosas de unas a otras.

Los niños y niñas con este problema son incapaces de centrar la atención en lo que están haciendo, pasan muy rápido de una actividad a otra, se distraen por cualquier cosa que ocurre a su alrededor, tienen grandes dificultades para terminar las tareas escolares y necesitan que se les repita varias veces las cosas, porque "no escuchan cuando les hablan". Si se asocia hiperactividad, además están siempre en movimiento "como si tuvieran un motor", se levantan constantemente de la silla, no paran, interrumpen a los demás, se precipitan en sus respuestas y no son capaces de guardar su turno. Estos síntomas producen un deterioro importante de su rendimiento escolar, de sus relaciones familiares y de su entorno social.

El diagnóstico del TDAH es fácil en algunos casos, de modo que muchas veces son los profesores o incluso algún conocido que tenga un hijo con este problema quienes recomiendan a los padres la consulta a un especialista ante la sospecha de este trastorno. No obstante, en otros casos el diagnóstico puede ser más complicado, sobre todo cuando predomina la falta de atención sobre la hiperactividad.

Padres resignados

Todavía hay muchos niños con TDAH sin diagnosticar que son considerados simplemente como traviesos, malos estudiantes, o que no se esfuerzan lo suficiente. Y todavía hay muchos padres que se resignan porque piensan que estas conductas forman parte de la "personalidad" de su hijo, sin saber que en realidad el niño tiene una enfermedad que puede ser tratada.

Si el problema no se diagnostica o no se trata correctamente conduce inevitablemente al fracaso personal y escolar. Habitualmente estos niños sufren el rechazo de sus compañeros y en algunos casos de sus profesores, debido a su bajo rendimiento, su comportamiento conflictivo y su falta de autocontrol.

Entre un 40 y un 60% de niños con TDAH tendrá fracaso escolar. La convivencia en casa suele ser también muy difícil. Con el paso del tiempo el problema se va agravando, pudiendo llevar en la adolescencia al consumo de alcohol y drogas y a conductas antisociales y delictivas.

Por el contrario, si el TDAH se diagnostica y se trata adecuadamente las expectativas son mucho mejores. La mayoría de los niños responden bien al tratamiento, consiguiendo mejorar notablemente su capacidad atencional y controlando lo suficiente su hiperactividad para que no suponga un conflicto en clase ni en casa. El rendimiento escolar mejora también, en algunos casos de forma espectacular, y la autoestima aumenta al darse cuenta de que son capaces de obtener buenos resultados con mucho menos esfuerzo que antes. La integración social también mejora y el riesgo de problemas en la adolescencia y la edad adulta disminuye considerablemente.

El tratamiento del TDAH incluye el apoyo psicopedagógico escolar, el apoyo y trabajo conductual en casa y la administración de fármacos que restablezcan el adecuado balance de los neurotransmisores. El tratamiento farmacológico debe hacerse siempre bajo supervisión médica. La máxima eficacia se obtiene combinando los tres tratamientos. El TDAH puede ir asociado en algunos casos a otros trastornos neurológicos o psiquiátricos, que pueden requerir un tratamiento específico.