En el puerto de Alicante, junto a las Escaleras de la Reina, un hombre dedica horas a jugar y acariciar a casi un centenar de palomas. Las aves, confiadas, se posan en sus manos mientras les ofrecen comida, creando una conexión única que sorprende a turistas y paseantes. Muchos se detienen para observar o inmortalizar la escena, mientras algunos le agradecen con monedas su gesto de ternura.