Entre aplausos de los periodistas Alexei Navalni sube al avión. Fila, 13. La de la suerte, bromea. Acompañado en todo momento por su mujer, Yulia. Anuncian que por fin vuelven a casa. Mientras, en Moscú, ambiente revuelto. Se llevan detenidos a quienes le esperan. Ante el panorama, el gobierno ruso decide desviar el vuelo hacia otro aeropuerto. Y allí aterriza Navalni. Pero la felicidad le dura poco. Al llegar al control de pasaportes, se lo llevan detenido.