Sofocada la revuelta, pasó lo peor... para Putin. Pero el espectáculo para sus enemigos ucranianos y de todo occidente continúa. Convencidos de que lo de lo Wagner no le va a salir gratis. "Es el desafío más severo para Putin en 24 años de presidencia. No es una mosca en la noche. Es una distracción genuínamente seria para una Rusia que ya estaba perdiendo uan guerra y luchando contra una contraofensiva", dice James Nixey, director del Programa Rusia y Eurasia Chatam House.

"No ha sido una mosca en la noche" -una mosca cojonera que se diría en España- es la expresión que usa para resumir gráficamente los consensos entre los expertos sobre lo que ha supuesto la revuelta de Proghozin. Ha evidenciado debilidades en la retaguardia rusa; ha animado a la tropa rival y desmoralizado a la suya; pero, sobretodo, ha desestabilizado seriamente el régimen. ¿Y ahora? "El principio del fin de Putin es difícil preverlo en estos momentos, Pero, evidentemente, cuando se habló de las sanciones los expertos ya dijimos que es a largo plazo y esa desestabilización se está produciendo en estos momentos", señala Ernesto Pascual, doctor en Relaciones Internacionales de la UOC, avanzando un pronóstico de lo que puede pasar.

Superado el jaque, al Kremlin le toca -y aun no se sabe aún con qué efectos- restablecer la confianza interna, reimplantar la disciplina en el frente. Revisar, quizás, su estrategia. Todo de inmediato. A la espera de reacción de un líder colérico y ahora herido como Putin, un alto funcionario de la Unión europea decía de lo de Wagner: "Es la mejor contraofensiva que se podía imaginar".