Una administrativa aquejada de lumbalgia que acude puntual cada tarde a sus clases de zumba, un conductor de autobús afectado por vértigos que no suponen un problema para salir de marcha hasta altas horas de la madrugada o un ingeniero que se gana un sobresueldo vendiendo a la competencia patentes desarrolladas en la empresa para la que trabaja. Y todo va bien… hasta que los cazan. En la provincia de Alicante se mueven una treintena de detectives que mantienen una importante cuota de negocio a costa de trabajadores que pretenden engañar a sus jefes y disfrutar de unas vacaciones pagadas por la cara. Las investigaciones relacionadas con el mercado laboral copan ya el 70% de los encargos a estas agencias, que destapan a diario bajas fraudulentas y recaban pruebas irrefutables sobre prácticas relacionadas con espionaje industrial, plagios o falsificaciones.