Bajo la espesa niebla de un coloso asturiano llamado el Gamoniteiru solo podía triunfar un ciclista con una imaginaria capa roja colgada a la espalda. Con las cartas sobre la mesa y actuando el Movistar con inteligencia Miguel Ángel López, al que llaman 'Superman', dio este jueves la primera victoria al equipo español con un furioso ataque a cuatro kilómetros de la cima. Sabía el corredor colombiano que tenía ese pequeño margen de libertad del que no gozaba su jefe Enric Mas. Con alma de 'Caníbal' (Eddy Merckx) y hambre de 'Caimán' (Bernard Hinault) Primoz Roglic no fue a la caza del actor de reparto del conjunto de Telefónica. Quería sobrevivir. No necesitaba más demostraciones después de la que hizo el miércoles en los Lagos.

Subió Roglic por el Gamoniteiru, puerto bravo, largo y complicado que se presentaba en la Vuelta, sabedor de que tiene la carrera amarrada y que no descubre la peligrosa presencia de Tadej Pogacar por los alrededores. Ascendió el jersey rojo por los casi 15 kilómetros que conducían al abismo, sin ver nada por la niebla e iluminado por los faros de los coches de la organización, a solo cuatro días del triunfo final y solo pendiente de que Mas no le diera un susto. No podía con todos. No había que volverse loco. Y por esa razón no reaccionó cuando Superman demarró con la furia que lo identifica como uno de los mejores escaladores del mundo.

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"Estaba más concentrado en Enric Mas y salí tras Egan Bernal, cuando atacó, porque simplemente estaba a su rueda". El demarraje de Superman lo pilló por sorpresa y cansado, porque estaba como todos con las piernas doloridas por el festival de los Lagos, quiso mantener el orden y la compostura bajo rampas poderosas sobre un asfalto nuevo donde la bici se movía con agilidad; muy distinto habría sido la subida con el viejo hormigón. Una crueldad.

El Gamoniteiru asomaba como anunciando que en Asturias ya había llegado el invierno; apenas 13 grados en la cumbre, para no creerse que hace una semana la Vuelta circulaba dentro de un horno andaluz a 40 grados con un sol de justicia. Y hasta allí trabajó el Movistar con los pocos efectivos que le quedan por culpa de unas caídas que han retirado a Alejandro Valverde, a Johan Jacobs y este jueves a Carlos Verona, que pasó la noche del miércoles en el hospital y no tomó la salida.

Cogió el equipo azul el timón de la Vuelta cuando el Bahrein, en una ofensiva sin éxito, comenzó a dar pruebas de flaqueza. Allí estaban, trabajando en la montaña, dos ciclistas que no son escaladores, Imanol Erviti José Joaquín Rojas, 'Rojillas', quienes tomaron el relevo del portugués Nelson Oliveira, más sólido en las cuestas, pero con las piernas heridas por las caídas y con las cicatrices del alambre de espino que lo tatuó en la etapa de Córdoba, cuando se estampó contra el prado.

Así subían ya por El Gamoniteiru donde el corredor catalán David de la Cruz había iniciado una ofensiva que sepultó Superman. Tenía ganas el corredor colombiano de volver a reivindicarse en la montaña tras un año de miseria por culpa de la recuperación tras su grave caída en el Giro del año pasado, después de pillar el covid y con un Tour que se le hizo "pelota", besos sin gracia ni pasión sobre el asfalto, siempre a remolque y abandono antes de llegar a París.

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Victoria anhelada

Aquí en la Vuelta siempre actuaba pensando en el jefe, en Mas, pero este jueves fue el mallorquín el que caviló en su compañero colombiano porque una cosa tenía clara. Si se movía Roglic iría a por él. "Yo gozaba de más margen", justificó Superman, con podios en Giro y Vuelta. Así se lo habían hecho saber en el Movistar que necesitaba, al margen del podio de Santiago, un triunfo de etapa para liberarse de la niebla que no les había permitido ver los escalones del podio en cualquier meta del Giro y del Tour. Roglic fue segundo y Mas tercero, sacrificado pero concienciado que no podría con Roglic.