Las fiestas de Moros y Cristianos ganan en fuerza, espectacularidad y participación este año. Vecinos y visitantes abarrotaron ayer la plaza de la Inmaculada para presenciar la Embajada nocturna a cargo del bando moro, una de las señas de identidad de las fiestas del municipio.

La batalla entre los miembros de la cruz, que partieron de la calle Trafalgar, y de los de la media luna, que hicieron lo propio desde la calle Alicante, se convirtió este año en una auténtica guerra, gracias al esfuerzo de los festeros y las mejoras introducidas en el escenario.

Mejoras

Los graderíos recien instalados a cada uno de los laterales del castillo acogieron al público que vitoreó cada uno de los disparos y disfrutó de los combates. La plaza que acoge el castillo además contó con la mejora del firme, la colocación de banderolas y una portalada de acceso al recinto. Una imagen renovada para dar valor a un acto singular dentro de la tradición de estas fiestas y a través del cual San Vicente busca que en futuro sean declaradas como de Interés Turístico Autonómico.

Como manda la historia y bajo un cielo plomizo que perdonó la celebración de los Moros y Cristianos en San Vicente, se desató la batalla entre los arcabuceros que finalmente permitió al bando de la media luna hacerse con el poder de la ciudad. El parlamento y la proclamación de los moros cerraron la espectacular escenificación que cada año congrega a un mayor número de vecinos y visitantes.

Los festeros tendrán que esperar hasta el próximo martes para ver cómo el bando cristiano recupera el poder de la ciudad. La Embajada Cristiana tendrá lugar a partir de las 12.00 horas en el mismo escenario.