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El aeropuerto cumple 50 años

Media vida en el aeropuerto

Santiago Martínez-Cava y Jaime Santa Pau, directores entre 1993 y 2017, recuerdan el secuestro aéreo de un avión y la amenaza de desalojo de la torre de control

Santiago Martínez-Cava y Jaime Santa Pau. jose navarro

Veinte años al frente de la dirección de un aeropuerto representan algo así como más de media vida laboral. Si además te ha tocado vivirlos en medio de un proceso de cambios, con la construcción de una nueva terminal y ganando casi diez millones de pasajeros, se pueda hablar hasta de media vida, con lo que el listado de anécdotas da para escribir un libro. Eso es lo que sienten dos de los directores clave de la historia del aeropuerto de Alicante-Elche, una infraestructura estratégica y fundamental sin la que sería imposible explicar la historia del turismo de la provincia de Alicante. Esta semana ha cumplido 50 años.

Jaime Santa Pau, director entre 1993 y 2003, y otros diez años más ligado a la terminal como ingeniero, ya jubilado, y Santiago Martínez-Cava, Santiago Martínez-Cava,máximo responsable entre 2007 y 2017, todavía con una carrera por delante que seguirá a partir de junio en el aeropuerto de Gran Canaria, compartieron esta semana un desayuno para recordar sus vivencias en lo que cada día más se parece a una ciudad media de la provincia, sobre todo en la temporada alta turística, cuando en un día llegan a trabajar en el aeropuerto 5.000 personas para atender a los más de 50.000 pasajeros que se mueven por el interior. Este año pasará con creces de los 13 millones de pasajeros.

Las trayectorias de Santa Pau y Martínez-Cava en sus años en el aeropuerto han sido, pese a los casi 24 años que han pasado desde la llegada del primero a la marcha del segundo, muy similares. Ambos coincidieron con el comienzo de un aluvión turístico, ambos lo hicieron desde Almería y ambos tuvieron que afrontar diversas ampliaciones, como recordaba Jaime Santa Pau, al que le tocó vivir la ampliación del a antigua T-1, la construcción de la T-2 y trabajó después en la puesta en marcha de la nueva terminal junto a Santiago Martínez-Cava, como ingeniero. «Recuerdo cuando llegué desde Almería que había una demanda tremenda con unas puntas de tráfico increíbles y en una terminal en la que tuvimos que alternar obras con pasajeros durante tres años. Duro no, lo siguiente, pero gracias al equipo todo acabó bien, y aquí quiero recordar la figura del que era mi jefe en Madrid, Juan Lema, un hombre con una visión extraordinaria».

Y tras la ampliación de la T-1 y la construcción de la T-2 llegaría a Alicante, también desde Almería, Santiago Martínez-Cava, al que tenían preparado un «miura» como fue el proyecto de más de 600 millones de euros para construir el aeropuerto del futuro. «Nunca se me olvidará mi llegada el primer día. Venía en mi coche por la N-332, pasé la desaladora y al girar hacia el aeropuerto me encontré con un cielo de grúas. Una tras otra hasta catorce llegué a contar. El aparcamiento ya estaba acabado y la terminal en cimentación. Coincidió también el comienzo del "boom" de las compañías low cost y el final de los vuelos nocturnos».

¿El secreto para dirigir un aeropuerto?. Santiago Martínez-Cava y Jaime Santa Pau lo tienen claro. Escuchar, formar un buen equipo, sacar la mejor de cada uno y delegar, saber delegar y escuchar, aunque el móvil tiene que estar abierto las 24 horas del día. Recuerdo que mi jefe me lo dijo cuando me nombró director del aeropuerto. Santiago, es como si tuvieras un hijo», subrayó Martínez-Cava. Santa Pau coincidió hasta en la comas y, además, añadiendo que «es complicado, claro que es complicado porque en los aeropuertos se exige una gestión empresarial, como si nos moviéramos en un entorno privado pero con muchas herramientas que vienen lo público», subraya Santa Pau. A este ingeniero valenciano, pero afincado ya desde hace veinte años en San Vicente le tocó vivir el momento más tenso de la historia de El Altet, el secuestro aéreo en 1994. «Casi hasta mi llegada los aeropuertos estaban dirigidos por militares y una orden era una orden. Hoy todo es diferente, y en este tema siempre me acordaré de una de las mil anécdotas que viví el 1 de marzo de 1994. cuando tres policías argelinos desviaron a Alicante un avión de Air Algerie. En un momento entre las 12 horas que duró el secuestro los secuestradores aceptaron que bajaran las mujeres y los niños. El gobernador civil me pidió que acercara la escalerilla al avión. Contacté con Iberia y el operario me dijo que ni hablar, que allí había gente con pistolas. Ya digo, difícil».

Y es que en el capítulo de anécdotas, Santa Pau y Martínez-Cava acumulan cientos en sus etapas en El Altet (nombre que siempre estará ligado a la historia del aeropuerto). «El secuestro fue tremendo porque no me había leído ni el manual. Fueron doce horas con picos de tensión terribles. Pero dos años después, en 1996, ETA colocó una bomba en la zona de salida de los pasajeros y pudo haber sido una auténtica tragedia porque apareció en el túnel de salida donde la onda expansiva hubiera sido terrible. La descubrió una señora de la limpieza que tuvo un comportamiento admirable. Luego llegó el trabajo de los artificieros. Excelente». Mucho más simpática fue la protagonizada por la tripulación de un avión que llegaba de Düsseldorf. «Aterriza, se bajan la tripulación y los pasajeros y el piloto nos dice que había una bomba en el interior. ¡Alarma general! El avión en medio de la plataforma y la tripulación que nos las arregláramos, que ellos no se volvían a subir para desplazarlo a una zona segura. Al final, todo fue un susto, una falsa alarma. Resultó que el marido de una azafata había llamado a la torre de Dûsseldorf para avisar que había una bomba. Quería fastidiar a su mujer, que tenía un lío con el piloto», recordó Santa Pau.

Santiago Martínez-Cava no ha vivido anécdotas tan intensas pero también se lleva algunas a Gran Canaria. «Hombre, viví la toma de control por los militares durante la huelga de controladores cuando llegaron desde la base de San Javier pero no llegó a mayores porque el tráfico aéreo en España se canceló», apuntó Martínez-Cava, que sí que se lleva para la historia el día en que «me sonó el móvil al salir de comer en un restaurante y me dicen que los controladores se bajaban de la torre nueva porque se movía por el viento y se mareaban. Hubo que reforzarla». O los dos británicos que han llegado a vivir en la terminal. Uno, Jack sigue allí porque «mientras no cause disturbios ni invada zona prohibida no se puede hacer nada. Hubo otro,que ya se fue, al que le llamaban Pitágoras y al que el personal le llevaban lo deberes de sus hijos para que los resolviera».

¿Contribuye en el aeropuerto a que la Costa Blanca tenga más turistas? Jaime Santa Pau lo tiene claro «todo apoya y por supuesto que el trato y la experiencia que recibe un pasajero en su paso por la terminal influye para su decisión de volver. Voy a hablar como turista. Lo pasé tan mal en el aeropuerto de Hamburgo que no se me ocurrirá volver a esa ciudad» Martínez-Cava asintió. «Por supuesto, la experiencia claro que influye en el turista. Tiene que ser positiva y ese es nuestro trabajo, que el aeropuerto sea confortable».

¿Y las compañías? El presidente de Ryanair, Michael O`Learly, les montó buenas hace unos años. «Los de Ryanair son unos magos del márketing. Aquel problema con las pasarelas no fue otro que buscar precios baratos por la pérdida de pasajeros que sufrió la compañía por una crisis turística, lo tengo claro. Las compañías son una parte más del aeropuerto y hablar con ellas. Pero también con otros actores como los operadores de handling, Ahora tenemos ocho», terció Martínez-Cava. En los tiempos de Santa Pau no había tanto interlocutor. «Yo vivé la época en la todavía todo pasaba por Iberia. ¿Más fácil? Diferente».

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