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Zaplana exige ejemplaridad a los políticos en un discurso

Recuerda que «no todos los gobiernos lo hacen igual» y cuestiona la estrategia del PP con los casos de corrupción

Reforma de la Constitución, abandono de la vieja política y los viejos esquemas pero reivindicando los valores de la Transición, toma de decisiones por parte de quienes gobiernan por graves que éstas sean, ejemplaridad en todos los ámbitos pero especialmente en la vida pública, regeneración de las instituciones, asunción de responsabilidades sin esperar a las resoluciones judiciales... El expresidente de la Generalitat, exministro y portavoz del último Gobierno de Aznar y exportavoz del grupo parlamentario popular en el Congreso Eduardo Zaplana no dejó ayer charcos sin pisar y polémicas sin abordar en la contundente conferencia que impartió en el Teatro Principal de Alicante durante el acto de graduación de los alumnos de Fundesem. Zaplana ejerció de maestro de ceremonias y no dejó indiferente a nadie.

Tras una breve introducción lanzó el primer dardo envenenado. Aunque en ningún momento citó de manera textual a nadie (salvo al expresidente estadounidense John Fitzgerald Kennedy), muy pronto apuntó hacia el exjefe del Consell Francisco Camps, con quien antaño mantuvo un enconado enfrentamiento. «Ni vale la vieja política ni los viejos esquemas», comenzó diciendo en alusión a la Comunidad. Zaplana ensalzó que los políticos deberían tener una «triple exigencia». En primer lugar, dejar las instituciones mejor de como las encontraron al acceder al cargo; en segundo término, adoptar las decisiones «que haga falta para que las cosas funcionen bien»; y en tercer lugar, asumir responsabilidades. Esa frase no apareció únicamente ahí durante su discurso. El también exalcalde de Benidorm la mentó en más de una ocasión. Denunció que hoy en día existe una «falta de asunción» de responsabilidades y subrayó que la ejemplaridad debe presidir la vida pública de España, en general, y de la Comunidad, en particular. «Necesitamos recuperar el afán del prestigio. Y la ejemplaridad es la más sólida vía para preservar el prestigio», apostilló.

Zaplana admitió que «se han hecho cosas mal» en la Comunidad. No dijo cuáles, pero sí sostuvo que desde el año 2002 se han producido una serie de episodios en las comarcas valencianas que deberían conducir a una reflexión crítica. «Hace muy poco, en el año 2010, dije que sentía tristeza por lo que estaba sucediendo», agregó. Con esa frase, el también asesor en Telefónica y presidente del Club Siglo XXI se refirió a las palabras que pronunció en octubre de ese año al ser preguntado por los casos de corrupción que comenzaban a azotar a dirigentes del PP valenciano. En plena tormenta de Gürtel, con Camps ya en el punto de mira judicial, Zaplana se despachó asegurando que «las imágenes que nos acompañan cada día desearía que no fueran las que son». Ayer se reafirmó en ese discurso. «Hoy es necesaria una profunda reflexión sobre por qué la Comunidad Valenciana tiene la situación actual», señaló.

Zaplana también aprovechó su intervención para sacar pecho de su gestión. Dijo que «no todos los gobiernos lo hacen igual», afirmó que su equipo «dejó las cosas mejor de cómo se las encontró» y defendió su legado. «Si se revisan todas y cada una de las magnitudes económicas, reflejan la mejor etapa de nuestra historia reciente», señaló el exministro.

Uno de los múltiples quebraderos de cabeza que tiene ahora la Generalitat, financiación al margen, es la venta de la Ciudad de la Luz. La Unión Europea acaba de ratificar que el complejo cinematográfico deberá reintegrar los 265 millones de euros que recibió en ayudas públicas para su construcción. La única vía posible para conseguir parte de esos fondos pasa por su venta. La Generalitat, de hecho, ya ha remitido a Bruselas el pliego de condiciones que pretende publicar para desprenderse de las instalaciones. Ayer, Zaplana también hablo de eso. Aunque lo hizo, de nuevo, sin mencionar directamente el complejo. «Mal se han hecho muchas cosas en muchos sitios. Por eso es exagerado e injusto el celo en la crítica a la Comunidad Valenciana. Por ejemplo, ni puedo ni quiero entender que un todavía comisario europeo, que es español (en alusión al socialista Joaquín Almunia) diga que se alegra cuando se toman las decisiones contrarias a los intereses de la Comunidad Valenciana. ¡Que se alegra de decisiones contrarias a los intereses de los españoles! No lo entendería ni aunque esas decisiones fueran justas», sentenció.

Zaplana también lanzó pullas tanto a Alberto Fabra como al propio PP por sus «líneas rojas» contra la corrupción. Mientras el jefe del Consell aparta a los altos cargos de su Ejecutivo cuando son imputados en un proceso judicial, la doctrina que defiende Génova fija en la apertura de juicio oral ese paso atrás que deben dar los dirigentes. Pues bien, Zaplana censura tanto una opción como la otra. «Creo que deberíamos preservar y recuperar el imperio de la ley frente a los linchamientos preventivos en la plaza pública», apuntó. «Permitidme una aclaración -continuó-. Estoy en contra de los juicios paralelos, pero a la vez defiendo la asunción de responsabilidades políticas cuando se tienen. Las responsabilidades políticas no tienen que ir al ritmo de las decisiones judiciales. Tienen que asumirse de modo inmediato». Más claro, imposible. En su opinión, multitud de cargos populares que aún ostentan hoy puestos de relevancia tendrían que haberse apartado de la primera línea hace mucho tiempo.

Zaplana también se desmarcó claramente de Mariano Rajoy cuando habló de reformar la Constitución. Hasta ahora, ha sido la oposición la que ha proclamado alto y claro que la Carta Magna debe revisarse para adaptarse a los nuevos tiempos. El PP, sin embargo, mantiene sus reservas. «Creo que deberíamos preservar y recuperar el espíritu de la Transición que alumbró la Constitución de 1978. Y eso incluye la posibilidad de reformarla, claro que sí. (...) Se hace necesario pactar unas nuevas bases de nuestra convivencia. Es la única manera de conseguir que los próximos 35 años sean al menos de tanta estabilidad y prosperidad como estas décadas que han transcurrido desde el pacto constitucional de 1978», agregó.

El exministro también ofreció a los asistentes tres respuestas para mejorar la política nacional. Primero, reivindicar el «noble» ejercicio de la política como servicio público. Segundo, poner fecha de caducidad a los dirigentes con el fin de que no «se aferren al cargo» algunos que «pretenden que la política sea su actividad vitalicia». Y tercero, apostó por la transparencia. Y ahí, el PP no sale especialmente bien parado. «Mi tercera respuesta es una crítica al actual funcionamiento de los partidos. A nadie se le escapa cuál es mi vinculación política. Ahora bien, recuerdo que los años en los que más creció mi partido fueron aquellos en los que abrimos puertas y ventanas para que pudiera entrar todo el mundo. En mi opinión, ahora hay que volver a abrir puertas y ventanas, hay que retomar el pulso de la calle. (...) ¡Ya está bien de cerrar puertas y ventanas! No tiene sentido expulsar al discrepante».

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