n «Soy lesbiana desde que nací, tengo pareja desde hace tiempo, pero en mi país el matrimonio homosexual es ilegal. Allí no me puedo casar y ser feliz». Con esta desolación se expresa Gabriela Barreto, una joven de 33 años que hace cinco meses tardó dos días en llegar por carretera de Venezuela a Bogotá, donde cogió un avión hasta Madrid.

«Me extorsionaron verbal y físicamente, y prefiero el exilio y vivir sola antes de que ocurra algo muy grave». Entre sus palabras, que mezclan tristeza y rabia, guarda un halo de esperanza para el día que su pareja pueda llegar a España. «Hoy en día no puede venir por motivos económicos, pero sé que aquí me casaré con ella», asegura.

Sabe que las gestiones para lograr el asilo son lentas, pero mientras espera, agradece lo que España está haciendo por ella. Gabriela gestionaba en Puerto de la Cruz la fundación sin ánimo de lucro «Dar sin importar». Muy comprometida en su país en temas sociales, ahora es voluntaria en Cruz Roja de Alicante. Es lo menos que puede hacer por quien le ha facilitado una habitación y comida diaria.