Enrique Baños, policía jubilado de 65 años, aceptó el 18 de noviembre de 1970 el encargo que le hizo el empresario Eugenio Blasco de buscar al padre de este, desaparecido desde que se fuera en la madrugada del día 2 anterior del hospital en que se hallaba ingresado.

Trinidad Blasco padecía demencia senil y, en su desvarío mental, estaba obsesionado con la búsqueda de su nieta Eugenia, de 8 años, que había fallecido en un accidente de tráfico unos meses antes, pero que él creía había sido raptada por unos seres demoníacos, las erinias. Se hallaba buscándola en compañía de una prostituta llamada Lauri, cuando en la noche del 1 de noviembre fue acuchillado en el barrio de San Antón.

A pesar de conocer bastante bien los sectores marginales y el hampa alicantinos, Enrique tardó varias semanas en encontrar la primera pista fiable, pues no fue hasta el domingo 6 de diciembre que dio con alguien que supo explicarle lo ocurrido aquella noche en la que el anciano Trinidad fue gravemente agredido. Se trataba de un travesti bautizado como Manuel, pero que era conocido con el nombre de Elizabet.

Enrique encontró a Elizabet en una cafetería en la que actuaban artistas durante las noches del fin de semana, inaugurada el 21 de marzo anterior en la rotonda de la Albufereta, conocida como La Isleta. Tras convencerla para que conversara con él sentados en la única mesa que había libre, Enrique convidó a Elizabet a un coctel y, con su permiso, encendió la grabadora casete y portátil que había comprado de segunda mano como herramienta para su investigación.

Vestida con un traje muy ajustado, tocada con una peluca rubia, maquillada con profusión, fumando cigarrillos americanos encajados en una larga boquilla y con voz fingidamente aguda, Elizabet respondió a las preguntas que le hizo Enrique.

LA HERMANA MENOR DE LA MUERTE:EL AMOR EN EL POZO DEL GALLO

Habla Elizabet

Aquilino vino a buscar a Lauri al Pozo del Gallo aquella noche. ¿Conoce el sitio?, ¿no? En el cruce de las calles Pozo y Gallo. No era como el Liverpool o el Albany, pero a nosotros nos gustaba por la gente que lo frecuentaba, mucho más sencilla que la que va a esas salas de fiesta tan de moda. Y digo era porque está cerrado desde aquella noche. El local quedó destrozado después de la batalla campal que hubo, con conato de incendio y todo. Los dueños no saben si reformarlo o venderlo. En fin, una pena…

¿Sabe quién es Aquilino? Pues si ha oído hablar de él ya sabe que es un chulo bastante peligroso, que estaba encaprichado de Lauri. Quería que trabajase para él porque, según decía, la había ganado en una partida de dados a su viejo, antes de que este muriese.

El padre de Lauri tenía un colmado, pero se arruinó por culpa del juego y de la bebida después de enviudar. Lauri acabó prostituyéndose para poder comer y que no les echaran de casa, cuidando de su padre cuanto pudo, hasta que este se suicidó colgándose de una soga en el retrete de su propia casa… Una tragedia.

Lauri siguió haciendo la calle ocasionalmente porque los trabajos que encontraba apenas si le duraban. Es una chica monísima y cuando los jefes no querían aprovecharse de ella, había alguien, casi siempre una esposa del jefe o una compañera que le amargaba la vida. También pasó de la maría al ácido, y eso cuesta dinero.

Lauri no quería depender de un rufián, y mucho menos de uno como Aquilino. No se creyó que su padre la hubiese vendido antes de morir y se negó a trabajar para Aquilino todas las veces que se lo exigió, por más violento que se pusiera.

Y es que Aquilino es peligroso, como le digo, y Lauri lo sabía. Todo el mundo sabe cómo se las gasta Aquilino. Es muy violento, pero a sus chicas solo las puede maltratar él. Ahí está como ejemplo lo que le pasó a Teresito, un calvo feo, cobarde y medio jorobado que trabajaba para él cuidando de uno de los pisos donde vivían varias de sus chicas. Una noche le dio tal paliza a una que acabó reventándole un ojo. Dos días después, Teresito apareció muerto en la playa de la Almadraba, cerca de la Albufereta. ¿Lo recuerda? Pues ya sabe que se dijo que se ahogó, pero nadie que conozca a Aquilino se lo creyó.

En fin, como decía, aquella noche de Todos los Santos Aquilino fue al Pozo del Gallo para hablar con Lauri. Ambos salieron a la calle para discutir, hasta que apareció la Trini… ¿Cómo? Ah, sí, perdone, le llamo así en broma. Son cosas mías. El caso es que el viejo les interrumpió y cuando parecía que Aquilino iba a pegarle, yo, que estaba vigilando desde la acera de enfrente, pedí ayuda a unos amigos para que ahuyentaran a Aquilino. Cuando este vio a Aurelico y a Gori, se fue deprisa.

Lauri invitó al viejo a entrar en el Pozo porque le hizo gracia. Le divertía la ingenuidad con la que le hablaba. ¿Sabe qué fue lo primero que le preguntó? Si era puta. Bueno, usó otra palabra, una muy antigua. ¿Cómo era?... Meretriz; sí, le preguntó si era una meretriz. Por lo visto era muy importante para él saberlo porque, si lo era, podía ayudarle a encontrar a su nieta, que se había perdido.

Una vez dentro del Pozo estuvimos mucho rato hablando con el viejo Lauri, Aurelico y yo. También Gori escuchaba lo que decía la Trini, aunque no llegó a sentarse a nuestra mesa porque, como encargado del local, debía estar atento a cuanto pasaba allí dentro.

¿Cómo?... Pues como unas tres horas estuvimos hablando con la Trini. Bueno, realmente fue él quien habló casi todo el rato. Al principio nos divertía el modo como se expresaba, lo que decía, incluso nos burlábamos de él con disimulo, pero poco a poco nos fue interesando lo que contaba. ¿Sabe?, la Trini es un viejo entrañable, tierno, amable, inocente y muy, pero que muy, inteligente. Enseguida nos dimos cuenta de que tenía algo de loco, pero, ¿quién no lo está un poco? Le aseguro que no conozco a nadie que no lo esté. Y la locura de la Trini era además inofensiva, casi una bendición…

Sí, sí, nos habló de su nieta, de cómo la habían raptado unos monstruos, y de su intención de encontrarla, pero también hablamos con él de muchas otras cosas. Nos preguntó a los tres a qué nos dedicábamos. Fue muy gracioso porque le respondimos con sinceridad, pensando que íbamos a escandalizarle, pero resultó que no solo nos escuchó con atención, sino que nos comprendió y hasta nos animó.

Aurelico le contó que se ganaba la vida rateando desde que era niño, pues era huérfano y llevaba toda la vida hurtando lo que podía. La Trini le preguntó si había estado alguna vez en la cárcel, y Aurelico le contestó que no, que nunca le habían pillado. Entonces el viejo le dijo con cierta chufla: «En ese caso, joven, deberías llamarte Autólico». Por lo visto es el nombre de un ladrón muy hábil que vivió hace mucho tiempo.

Cuando yo le reconocí que era travesti, que nací niño pero que daría uno de mis brazos por poder convertirme algún día en una mujer completa, me miró comprensivo y con una sonrisa tan cálida, tan cariñosa, que a punto estuve de darle un beso. Dijo que debía sentirme especial, pero no extraña, ni rara, porque como yo ha habido y hay muchas otras personas que han vivido y viven con el mismo drama. Habló de Hermafrodito, hijo de los dioses Hermes y Afrodita, un ejemplo clásico del ser dotado con doble sexualidad. Pero también mencionó a otros personajes antiguos mucho menos conocidos, como Agdistis, un hermafrodita que vivió hace muchos siglos en lo que ahora es Turquía; o Ceneo, que nació niña pero terminó transformándose en un hombre invencible; o Sipretes, un cretense que, como yo, nació varón, pero que con la ayuda de una diosa se convirtió en mujer… Sí, recuerdo muy bien esos nombres. No todos los días tienes ocasión de oír hablar a alguien con respeto de este tema… Recuerdo que dije algo así como que ojalá algún día encuentre una diosa que me ayude a convertirme en una mujer íntegra. La Trini me sonrió y dijo: «Llegará el día en que se pueda cambiar de sexo para conciliar la mente con el aparato genital. No será tan fácil como le ocurrió a María Germain, pero seguro que habrá una solución quirúrgica». Naturalmente le pregunté quién era esa María Germain, y él nos contó que, según un francés, Montaigne creo que le llamó, hace casi cuatrocientos años vivió en Francia un viejo barbudo y soltero llamado Germain, que hasta los 22 años se llamaba María Germain. Había nacido niña, pero un día, haciendo un esfuerzo saltando, le nacieron los miembros viriles… Ja, ja, ja…

Laurita respondió a una pregunta de la Trini contando el motivo por el que había empezado a hacer la calle. El viejo entonces le preguntó si había renunciado al amor, y ella le contestó que había renunciado a él después de que le abandonase Narciso, su novio desde que tenía 15 años. «Era demasiado guapo y acabó enamorándose de sí mismo». Al oír esas palabras de Lauri, el viejo hizo un gesto de admiración. Después exclamó: «¡Oh, el amor, qué ventura puede esperarse de un niño alado que se divierte llevando el desasosiego a los corazones con sus flechas caprichosas! Pero no debemos renunciar al amor, como tampoco debemos confundirlo con el deseo carnal. La belleza es necesaria para el nacimiento del amor, pero no es lo más importante».

A partir de ahí se entabló un debate sorprendente, pues nunca antes Lauri, Aurelico y yo habíamos discutido con tanto entusiasmo de un asunto que hasta entonces habíamos trivializado, pese a su importancia.

«Es verdad eso que dice usted de que la belleza es necesaria para enamorarse. Una pareja se atrae primero con los ojos, con miradas coquetas que se dirigen antes incluso de conocerse, de hablarse», dijo Aurelico, sorprendiéndonos a todos, incluso a quienes le conocíamos desde hace años. Nunca antes habíamos podido imaginar que fuese capaz de expresarse con tanta sensibilidad. Yo dije estar de acuerdo: «Sí, el primer beso se da con los ojos»; y la Trini asintió, diciendo: «Etimológicamente, piropo viene de dos palabras griegas que quieren decir fuego y ojo; es decir, fuego en los ojos». Pero Lauri discrepó: «Las mujeres nos enamoramos con nuestros oídos, más que con los ojos. Quizá por eso nosotras amamos intensamente pero pocas veces, mientras que los hombres creen enamorarse muchas veces pero durante poco tiempo». Recuerdo que el viejo volvió a mirarla con admiración, preguntándole: «¿Cree entonces que a la mujer le cuesta mucho más que al hombre encontrar el verdadero amor?». «¿El verdadero amor? No sé qué es eso. Lo cierto es que el hombre finge amor para tener sexo, mientras que la mujer ofrece sexo para conseguir amor. Estoy convencida de que eso pasa con todas las parejas, incluso con las que se casan por la Iglesia». «No creo que todos los hombres finjan amar. Algunos nos enamoramos de verdad», dijo entonces Aurelico mirando fijamente a Lauri.

¡Ay, Aurelico! Estaba enamorado de Lauri pero nunca se atrevió a decírselo. Y nunca podrá hacerlo. Aquella noche fue mortalmente herido en la pelea que hubo en el Pozo. Le llevaron al hospital provincial, donde murió pocas horas después…

¿Lauri? Ella y el viejo salieron del Pozo cuando comenzó la pelea, pero fueron asaltados cerca de allí por Aquilino y Rodolfo, el matón que le servía de chofer y guardaespaldas. Al viejo le hirieron y a Lauri quisieron llevársela a la fuerza, pero se lo impidieron los hombres de Simón, a quien Gori pidió ayuda por teléfono cuando vio que la trifulca en el Pozo la habían comenzado unos hombres enviados por Aquilino.

¿Cómo?... Sí, sí, me refiero al Jefe Simón, ¿le conoce?... Pues entonces comprenderá que esa vez Aquilino tuvo muy mala suerte. O muy buena, según se mire. Consiguió huir malherido, pero Rodolfo se quedó en el suelo, cerca de donde había caído la Trini. Ambos fueron llevados a la Residencia, pero mientras el viejo llegó vivo, Rodolfo era ya cadáver.

¿Lauri?... Se la llevaron los hombres del Jefe Simón. Dicen que ahora trabaja para él, pero no estoy segura. No la he vuelto a ver.

www.gerardomunoz.es