Es evidente que sin dinero no se puede hacer cultura, pero estos años de bonanza en los que se han invertido millones de euros en infraestructuras y bienales de arte, etc., nos han demostrado que sin inteligencia, sin proyecto, tampoco se genera cultura, o por lo menos una cultura que cale en la sociedad como un conocimiento de las ideas de nuestro tiempo. Las instituciones culturales públicas, como gestoras del dinero del contribuyente, tienen su justificación en la promoción de la cultura. Contemplado así en los fundamentos de nuestra democracia, sean los tiempos de mejor o pero economía, la cultura debe recibir este apoyo. Me viene a la memoria el testimonio en un programa de televisión, que se ha hecho famoso, de una maestra de escuela de Finlandia, país con la mejor educación pública de Europa, que manifestaba que en un Estado sin muchos recursos naturales son conscientes de que la educación y la cultura es la base del progreso económico y de la estabilidad social. Si nos centramos en uno de los dominios con más presencia de la cultura, el arte plástico o visual, en Alicante son tres las instituciones públicas dedicadas a la promoción y divulgación del arte en sus diferentes manifestaciones: la Concejalía de Cultura de Alicante con una de las colecciones de arte contemporáneo más importantes de la Comunitat, en el MACA; la Diputación Provincial, responsable del MARQ, del MUBAG y del Gil Albert, instituto creado para el estudio y divulgación de los autores de la provincia, ante la falta de una Universidad o, cuando esta se consiguió, ante el vacío de una cátedra de historia del arte; y la Universidad de Alicante, que desde el Vicerrectorado de Extensión Universitaria busca la conexión y la interactuación con la sociedad más allá de sus aulas, además de poseer un museo con unas infraestructuras de consideración como el MUA. La cultura se puede hacer de muchas formas, con más o menos dinero, pero el modelo que se proyecte construye las bases de una sociedad. En el fomento que la cultura hace del trabajo, de la creación de profesionales, la compensación económica mide la consideración que se tiene de ese trabajo y de la formación del profesional. Y un proyecto cultural institucional debe respetar estos aspectos en los que irremediablemente va a influir, positiva o negativamente.

La cultura es un campo de conocimiento que tiene que ver con prácticamente todos los saberes, ciencias o disciplinas, que conviven en un tiempo y una sociedad. Si estamos hablando de arte no podemos obviar su relación con la historia, la sociología, la literatura, la música, la arquitectura, la filosofía, la ciencia en todos sus ámbitos, la matemática,.... Y la exposición de arte o de cualquier otra de estas materias tiene que tener en cuenta esta relación. En el MARQ vemos cómo la exposición de los testimonios de antiguas civilizaciones se hace creando una instalación que tiene que ver con los lenguajes del arte del siglo XXI.

Se hace cultura cuando se da a conocer a los protagonistas, las ideas, las obras que a lo largo de la historia y en nuestro presente crean el pensamiento y la percepción de nuestra realidad. Este conocimiento nos aporta capacidad de análisis y criterio. Evidentemente no podemos profundizar al detalle en todas las disciplinas y ciencias, pero sí podemos exigir el tener acceso a sus principios básicos. Uno no tiene por qué ser arqueólogo para poder disfrutar y comprender los desarrollos de los pueblos prehistóricos en las exposiciones del MARQ. Para eso están estas instituciones museísticas, para aportar este conocimiento a la sociedad de manera didáctica, concisa, pero con la profundidad necesaria. El fin de los museos y centros de arte en la actualidad es fundamentalmente completar la formación que las escuelas, institutos y universidades no pueden desarrollar en sus planes de estudios, por falta de tiempo o de medios. Las personas que dirigen estos centros son las que tienen que tener un amplio registro cultural o en su defecto saber acompañarse de los técnicos que puedan desarrollar todos los dominios que cualquier actividad cultural requiere. Si esto se hace adecuadamente, no solo generan cultura, también puestos de trabajo, economía y un modelo social basado en el respeto al conocimiento y al esfuerzo.

No hay nada casual, no se produce ningún evento cultural que no tenga un origen, un proyecto, un hilo conductor, un creador, pero, sobre todo, el apoyo económico a partir de personas que lo han entendido y sabido llevar a buen término. El proyecto, imprescindible en un centro cultural, debe contemplar desde la restauración o construcción del edificio a la dotación de la infraestructura, el personal cualificado... Pero lo fundamental es que planteé y de respuesta a las preguntas más importantes de la cultura: qué queremos mostrar, para qué y para quién. Y para ello, lo principal es tener un amplio y profundo conocimiento de la historia del arte y de las últimas tendencias, un dominio de todos los registros culturales conocidos: la música, la danza, la literatura, etc. Porque la cultura se trasmite a través de todos los lenguajes que conviven en una sociedad. En la dirección de un centro cultural se debe ser capaz de seleccionar y diseccionar, separar el grano de la paja, saber lo que pueden dar de si los artistas a los que se les ofrece el reto de exponer y, sobre todo, saber justificar y explicar esta obra en el contexto social donde se ubica el centro. El proyecto debe situarse en su entorno y buscar esa relación directa con eventos que nos identifique y cohesione. Lo cual requiere una gran inteligencia, un estudio de lo que es el ser humano, para provocarle el estremecimiento que lo estimule en el conocimiento del arte. Si no es así, todo se queda en pura anécdota. Pero si se provoca una buena reacción, esto cala en el pensamiento, en la conducta, ya empiezas a tomarte en serio lo que has visto y a buscar más información. Esto que en la teoría todo el mundo sabe es muy difícil llevarlo a la práctica. En nuestras instituciones culturales, en nuestro entorno más cercano, aun siendo una pequeña comunidad, se dan todos los elementos potenciales de la cultura contemporánea. Pero ¿cuál, cómo, es nuestro proyecto cultural?