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Culpables por delegación, víctimas por defecto

A qué esperan los monos..., Argelia vista en negro por Khadra

Culpables por delegación, víctimas por defecto

A Yasmina Khadra, seudónimo del excomandante del ejército de Argelia Mohamed Moulessehoul (Kenadsa, Sahara argelino, 1955), le conocimos en España a través de la publicación en Zoela Ediciones de tres novelas protagonizadas por su comisario Ibrahim Llob (Morituri, Doble blanco y El otoño de las quimeras) en lo que se llamó la Trilogía de Argel. La primera de estas novelas, Morituri, escrita en 1997, lo catapultó a la fama, e incluso se trasladó en Francia a la gran pantalla diez años después con el mismo título y protagonizada por Miloud Khetib. En ellas ya se percibía el grueso de sus preocupaciones presentes y futuras: el terrorismo yihadista que se encontraba en guerra en su país contra el FLN, las diferencias sociales, el fin del relumbrón utópico de la independencia de Argelia, la liberación del yugo de la metrópolis francesa y la caída bajo el poderío de una capa social autóctona que sustituyó a los franceses en la dominación del pueblo argelino?

Significativa resulta leer hoy su novela El atentado (Alianza, 2007). En ella ya avanzaba las insuficiencias que los yihadistas veían en las naciones que se reclamaban del islam, ya que ellos aspiraban a un Estado común en el que se integrasen, un nuevo califato. Es decir, ya nos adelantaba lo que hemos conocido en la actualidad: el nacimiento del EI.

Este año los escaparates de las librerías lucen otro título de nuestro autor, A qué esperan los monos? (Alianza Literaria, 2014). En ella ha sustituido al comisario Ibrahim Llob por la comisaria Nora Bilal, una mujerona morena de pelo corto y mirada avispada, de cincuenta años y que de espaldas se confunde con un hombre. Junto a ella situará un grupo de secundarios que muestran a la perfección las estructuras de la policía argelina: el teniente Guerd, una suerte de policía que no tiene escrúpulos para trabajar fuera de la ley si los honorarios son suculentos; el cabo Tayeb, rechoncho, desaliñado y mal afeitado; el inspector Zine, un investigador preocupado por su trabajo y por el logro de resultados; el forense Reffas, que fue despedido de un hospital por denunciar corrupción, «la prueba de que Argelia no produce sólo basura», nos dirá el autor. Ante ellos se exhibirá el enigma: averiguar quién ha asesinado a una joven. Una muchacha presentada desde el primer capítulo como «La bella durmiente que ha salido del cuento».

Ese sería el trazado de la novela como policiaca, pero hay algo más: el escenario en el que se mueven, Argel. Es una Argel que «llovizna sobre calles desiertas tomadas por gatos rebuscando en los cubos de basura. Una necrópolis paralela en la que los aparecidos se vuelven tan discretos como los morabitos». Es la «Argel blanca como una mente en blanco», en la que «Un cuerpo sin vida, intacto o desfigurado, es un objeto desubicado». Y lo que encontramos en sus calles, poblados y villas convierte en secundario el enigma para sumergirse en lo que verdaderamente le interesa: la autopsia a la sociedad argelina. «Salvo una minoría de pijos que adquieren en Paris sus peores defectos, esto es pura metástasis de bastardía. La ética se ha esfumado, ya nadie parece percatarse de la regresión que tiene ocupadas sus mentes», nos dirá.

De los barrios pobres nos trasladará a las villas de los pudientes repletas de cuadros de grandes maestros, alfombras Boukhara, cómodas panzudas en los recovecos, pianos de cola? , en las que habitan los Rboba, mandamases en la sombra, capitostes de Argel con legitimidad histórica: libres de impuestos, meten la mano en la hacienda pública, destrozan todo lo que les disgusta. Si alguien les ataca, atacan a Argelia, porque ellos son los padres fundadores de la patria. En sus mansiones no se recibe a nadie, se les convoca. Viven en impunidad total y son conscientes de ello, lo cual les vuelve más insolentes. «Mi escaño en el senado lo pagué a tocateja con mi propia pasta?», manifestará uno de ellos. Y a la comisaria Nora, que cree que la ley es igual para todos, se le derrumban sus pilares, pues comprende que las órdenes de detención no sirven llegados a cierto nivel social. Es decir, Argelia es más accidental de lo que creemos.

Al final es una novela sobre lo que el autor denomina los Beni Kelboun, aquellos que tienen su propia trinidad: mienten por naturaleza, engañan por principio y dañan por vocación. «Esta es su historia», nos dirá. El mundo es así: somos culpables por delegación y víctimas por defecto. ¿Y cuándo se rellenan los puntos suspensivos del título de la novela? Pues en la página 332: « ¿A qué esperan los monos para convertirse en hombres?»

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