El alcalde de Alcoy ha anunciado su deseo de abrir el Centro de Arte, el CADA, cerrado desde hace algo más de dos años, a los pocos meses de su apresurada inauguración. No le resultará fácil la empresa a Antoni Francés. Las madejas burocráticas son complicadas de desenredar. Ocultan mil y un intereses, muchas veces miserables. En la actualidad, el Centro depende de la Fundación Obra Social Caja del Mediterráneo, de la que no sabemos con claridad cual será su futuro. Habrá que conocer, por otra parte, las intenciones de la Generalidad sobre el asunto. Hablo de las intenciones verdaderas que, como todo el mundo sabe, rara vez coinciden con las oficiales. Cuando todo esté encarrilado, todavía quedará por resolver el punto principal: el dinero. El CADA no tiene por qué ser un centro de arte caro, pero necesitará dinero para funcionar con dignidad.

Es evidente que, en la situación actual, el CADA es un desperdicio para Alcoy. En este sentido, hace bien Antoni Francés en buscarle remedio. Como tantos propósitos del Gobierno valenciano, el centro era un proyecto que se sustentaba en el aire, sin la menor base real. Inaugurado con prisas tres años atrás, en noviembre de 2010, cerró sus puertas nueve meses después al manifestarse la ruina de la Caja de Ahorros del Mediterráneo. Pese a que las pocas exposiciones que se celebraron obtuvieron un notable éxito de público, el gobierno de Francisco Camps no quiso correr con los gastos de funcionamiento del centro. Desde entonces, los cuatro mil metros cuadrados del CADA están inutilizados.

Francés ha hablado de reabrir el centro, pero no ha dicho una palabra sobre los planes del Ayuntamiento si lograra su propósito. Puede alegar que es pronto para ello, y no le faltará razón; pero un proyecto de esta envergadura no es una tarea que se resuelva en cuatro días, sin caer en la improvisación. Si pretendemos que un centro de arte sea algo más que una sala de exposiciones, de las que hay por decenas en el país, se requiere una cuidadosa planificación. Dependiendo del estado de la economía, yo estoy convenido de que, antes o después, el CADA abrirá sus puertas. Cuando llegue ese momento, el Ayuntamiento debería saber qué quiere hacer con el centro, y tener redactado un plan de negocio realista.

No comparto la idea, tan extendida en su momento, de que el CADA pueda ser un atractivo para el turismo de Alcoy. La idea me parece poco realista y, sobre todo, falta de ambición. Hoy en día, para que las exposiciones de arte sean un reclamo turístico deben ser singulares, y ser singular es muy caro, carísimo. Mayor interés puede tener el CADA -en mi modesta opinión- si se dirige a los propios alcoyanos. Un centro de arte bien gestionado puede activar el tejido cultural de una población. En esa línea, el CADA podría convertirse en el fermento que Alcoy necesita para salir del adormecimiento en que se encuentra. Hay que pensar el centro con ojos del siglo XXI y aprovechar las posibilidades que ofrece la industria cultural. En ese sentido, una colaboración inteligente con la Escuela Politécnica podría dar resultados del mayor interés.