Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Amor, muerte y animación digital

El reciente estreno de Love, Death + Robots (Miller, 2019) le toma el pulso a la ciencia ficción y a los últimos avances en este terreno

Amor, muerte y animación digital

Nos encontramos en un momento destacado para la animación digital. Los hitos del grafismo por ordenador que marcaron compañías pioneras como Pixar o Dreamworks Animation, en films como Toy Story (Lasseter, 1995) o Shrek (Adamson y Jenson, 2001), hace tiempo que fueron rebasados por la calidad estética de sus últimas producciones. Asimismo, las películas de computación digital que, en un camino paralelo, optaron por una animación más verista, más centrada en la reconstrucción «hiperdetallada» de la realidad como, por ejemplo, Final Fantasy (Sakaguchi, 2001) o Polar Express (Zemeckis, 2004), por fin se están librando del acartonamiento técnico que lastraba a sus personajes y que aún dejaba un regusto sintético en el ojo del espectador.

Hoy, donde encontramos la mejor versión de este cine de animación digital es, precisamente, en el punto de inflexión que reúne estas dos facetas: cuando la «hiperdetallada» construcción de la imagen digital permite la entrada de nuevos grafismos que no están necesariamente anclados a la búsqueda del realismo, sino también al enaltecimiento de una estética y de una narrativa original. Sea, por ejemplo, incorporando trazos, texturas o collages provenientes de la ilustración o del cómic sobre los volúmenes tridimensionales creados por ordenador (ahí está la más que recomendable Spider-Man: Un nuevo universo, de Rothman, Ramsey y Persichetti, extendiendo un campo de expresión visual nunca visto en el cine). O sea, en otro ejemplo, exacerbando los efectismos pictóricos de la imagen 3D realista, hasta dotarla de una abundancia de datos tan contundente y sugestiva, que bien puede recordar al impactante detallismo de la pintura de la Hermandad Prerrafaelita (siglo XIX), o a las pinturas hiperrealistas de los años 70 (Chuck Close, Richard Estes).

La nueva serie de animación de Netflix, Love, Death + Robots (Miller, 2019), es un estreno irregular y algo encaprichado con el espectáculo audiovisual al que nos tiene acostumbrados el cine mainstream, pero constata esta pulsión de la animación digital actual a la que nos estamos refiriendo. Primero, porque la brevedad de sus capítulos, autónomos y con una media de duración de unos 15 minutos, es un modelo ideal para que cada compañía de animación encargada del episodio, despliegue toda su potencia gráfica. Un desfile de virtuosismo, que difícilmente dejará indiferente al espectador. Y segundo, porque esta misma libertad de maniobra propuesta por su principal productor, Tim Miller, deja la puerta abierta, no solo al empleo de una interesante amalgama de técnicas de animación, sino también a una inusitada colección de píldoras de ciencia ficción, ajena a las cortapisas de lo políticamente correcto (y cargada de altas dosis de violencia y sexo). En sus peores capítulos, que desgraciadamente son mayoría, esta «carta blanca» creativa no ha sido bien aprovechada por sus autores, y no deja más huella que la de un espectáculo vacuo y artificioso, protagonizado casi siempre por las violentas peripecias del militar o asesino de turno. Pero en sus momentos de lucidez la serie nos brindará verdaderos fogonazos de innovación visual y divertimento, a la altura de los mejores seriales televisivos pulp que admira Miller. Mano amiga (Claudine Griggs), Zima Blue (Alastair Reynolds), Noche de criaturas marinas (Nemow) o Más allá de Aquila (Bérelle, Boidin, Kozyra y Luére) se revelan, en este sentido, como algunas de las piezas más recomendables de la serie, al ofrecer un trabajo de animación certero, que no necesita sin un solo tiro para desplegar sus entretenidas historias.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats