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Las perlas criminales de Jo Nesbø

Jo Nesbø. efe

Jo Nesbø (Oslo, 1960) es el rey planetario de la novela negra, aunque ese cetro esté compartido por una veintena de autores, en su mayoría hombres, un grupo de excelentes narradores que, por fin, ha conseguido prestigiar la novela negra, criminal, policiaca o como la queramos llamar, dentro del prejuicioso mundo literario, como si para algunos desde Carvalho hasta ahora no hubiera pasado nada. Posiblemente, Nesbø esté un escalón por encima de esos veinte magníficos en ventas, con una producción que ronda los 50 millones de ejemplares. Y, como otros superventas de novela negra, lo comercial de su obra no va reñido con la calidad literaria de sus textos.

Son legión los seguidores de su personaje Harry Hole, evolución moderna del investigador solitario, atormentado, fracasado en el amor y adicto, melómano, arropado por unos personajes secundarios tan sólidamente construidos que podrían por sí mismos protagonizar un spin off literario, si antes no decide acabar con sus criaturas.

Nesbø dotó a su policía de una personalidad única, entre hosco y seductor, obstinado, capaz de penetrar en las más recónditas motivaciones de los criminales, a veces, de tan sorprendentes, reales como la vida misma, de llevarnos del tormento a la calma con asombrosa naturalidad, de sumergirnos en densas atmósferas, con una prosa ágil, pero no lígera, adictiva, de tintes en ocasiones folletinescos.

Heredero de sus vecinos los suecos Maj Sjöwall y Per Wahlöö, el matrimonio de escritores considerados los padres del policial social -como ellos, desmonta el mito del estado del bienestar socialdemócrata escandinavo y denuncia todas sus miserias desde una perspectiva progresista-, al escritor noruego se le encasilló en el pelotón de la novela negra procedente del norte de Europa, el noir nacido del frío, pero el astuto Nesbø consiguió desmarcarse de esa etiqueta ampliando escenarios, pese a que El muñeco de nieve sea uno de las mejores obras de ese ¿subgénero?

Pero mantener la autenticidad de un personaje durante casi veinte años no es fácil, aunque te llames Nesbø, John Connolly, Henning Mankell o Michael Connelly, al final todos decaen, los protagonistas y sus creadores. Su primer libro de la serie Harry Hole, El murciélago, data de 1997, el último, Cuchillo, de 2017. En los últimos títulos, Nesbø transformó a Hole -la edad manda- y lo introdujo por caminos más formales que espantaron a algunos de sus lectores, que ya no saben si habrá continuidad o si el día menos pensado acabará con él, lo que supondrá otro título. Fue una decisión valiente. Se atisba un pronto final de la saga. Cinco años sin sacar nuevo libro de Hole son muchos.

Cuando Nesbo empezó a distanciar las entregas de Harry Hole, deseoso, quiero pensar, de salir de ese traje que le impedía demostrar su capacidad para nuevas tramas, lejos de vivir de rentas explotándolo más, lo dejó en stand by y comenzó a publicar novelas sueltas, sin continuidad, historias totalmente cerradas, independientes, que certificaron la impresión de que la imaginación de Nesbø está lejos de agotarse. Pero cualquier devoto de Nesbø/Hole debe reconocer que la jugada, aun siendo menos atractiva de lo que lógicamente pudiera temer su editorial, nos enfrentó a sus seguidores a un escritor renacido, que recupera el pulso de sus títulos más emblemáticos (El leopardo, Némesis, La sed, Cucarachas, El muñeco de nieve), que apela a la inteligencia del lector, sin necesidad de asesinatos truculentos y escenas que rozan lo inverosímil, que retrata la maldad que nace de la envidia, la codicia, la vergüenza, la humillación o los celos, el primer leit motiv de un asesino. Son títulos como El heredero (originalmente El hijo) y El reino, publicados alternativamente entre las últimas entregas de Hole, o su versión oscura y apocalíptica de Macbeth, libros todos ellos atravesados por el tema que recorre toda su obra, la relación entre padres e hijos, entre hermanos, el peso de la herencia, el poder de la sangre, la familia.

Tras esos títulos, todos ellos al igual que los de Harry Hole con una media de 500 páginas (su corpus en español supera fácilmente las 8.000 páginas, sin contar sus libros infantiles), Nesbø ha optado por historias más o menos breves, una fórmula en la que canalizar su torrente de ideas, como si quisiera demostrar que es el más listo de la clase, que tiene más argumentos que nadie y que de una aparente nimiedad es capaz de construir un relato sólido, apasionante y creíble, realista. Un analista de la mente humana, que penetra en las personas con la profundidad de un scanner cerebral. Es el caso de Sol de medianoche o Sangre en la nieve, publicadas aquí con letra muy muy grande para intentar superar el centenar de páginas y venderlas al precio de un novelón de 500. Son como los entremeses de Nesbø, cuentos aparentemente ligeros, surgidos de algún tópico criminal o lugar común en el género, que se pueden enfrentar de tú a tú con clásicos como Jim Thompson, y es que la influencia de uno de los grandes autores de la novela negra estadounidense está muy presente en libros como El reino o El heredero, porque dejar de lado a Hole y sus circunstancias nos ha permitido descubrir a un maestro del género, tan duro y áspero como un James Ellroy cuando toca, procedimental como John Connelly, sensible como un Pierre Lametre, costumbrista como Anardul Indridason, sagaz como una Fred Vargas o cínica como Donna Leon, pero único, pues al salir del corsé de Hole, Nesbø reformula clichés del noir clásico, el hard boyle americano, el realismo sucio de Carver o los psicópatas de Thompson.

Relatos

Con el verano nos llegó su última entrega, El hombre celoso, un compendio de relatos de unas veinte páginas cada uno, a excepción del centenar que da título al libro, y que viene a ser una novela corta, estructurados en dos partes: celos y poder. Estos cinco libros constituyen una nueva etapa que confirma que un autor que crea una saga puede morir de éxito exprimiendo a su personaje y que la mejor opción a veces es parar y templar, matar a tu creación en lo más alto, antes de que llegue la decadencia. Y como músico que es y brooker que ha sido sabe que una retirada a tiempo puede ser la mejor salida. Así que mientras Hole decae, Nesbø nos está entregando las perlas que guardaba en el baúl de su cabeza. En El hombre celoso hay historias como la de la mujer que firma su suicidio, harta de la promiscuidad sexual de su marido; la del marido celoso del jefe de su mujer; la del escritor adicto a al reconocimiento social con síndrome de impostor, o la del policía experto en detectar si los celos están detrás de una muerte... Son historias redondas, la mayoría crímenes perfectos, en las que juega con el lector dejando pistas, de una narrativa elegante, introspectiva, en las que no moraliza sobre el asesino y que, una vez más, nos remite al mejor Thompson de El asesino dentro de mí, la novela favorita del escritor rockero y millonario que escribe en un bar de Oslo.

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