Hablar de Cormac McCarthy es hacerlo de la Gran Literatura Norteamericana, así con mucho énfasis, aunque esa idea admita algunos peros. Ese podio virtual sigue la estela de figuras como Herman Melville y William Faulkner, padres tutelares de la narrativa de McCarthy, con quienes se le compara continuamente, y por lo tanto de una concepción de la escritura exigente y muy compleja. Vamos, que leerle resulta una tarea sumamente ardua. Hoy, McCarthy (89 años, que se dice pronto), lejos de cristalizarse como el clásico que es, sigue en forma. La prueba es la aparición, el jueves, de dos novelas como El pasajero y Stella Maris (Random House / Edicions 62), todo un acontecimiento literario. Los dos títulos, que en España se sirven en un único volumen, llegaron a las librerías estadounidenses el primero en octubre y el segundo ahora, en noviembre.

El autor estadounidense -lo estableció Harold Bloom- es uno de los cuatro Beatles de las letras norteamericanas del siglo XX. Bloom no lo dijo así, claro. Fallecido Philip Roth, ahora en la cima permanecen tres: Thomas Pynchon, Don DeLillo y él.

Además se cumplen ahora 16 años de la aparición de su última novela, y qué novela, La carretera, que fue premio Pulitzer en 2006 y logró un enorme éxito de ventas. El pasajero y Stella Maris se centran respectivamente en Bobby y Alicia Western, dos hermanos atormentados por el legado de su padre, un físico integrante del proyecto Manhattan que culminó en la bomba atómica y desarrollan una de las grandes preocupaciones del autor en los últimos tiempos, la responsabilidad de la ciencia en la destrucción del planeta, tan presente en La carretera. Es por esa razón que McCarthy se ha pasado los últimos 20 años en el Santa Fe Institut, de Nuevo México, investigando sobre el tema.

Tímido, riguroso, temeroso de la fama, amante de las emociones fuertes y cultivador de historias no aptas para estómagos delicados, estos son algunos aspectos que hay que conocer para poder tomarle las medidas a este autor mayúsculo.

1: ERMITAÑO, PERO NO TANTO

Uno de los rasgos distintivos del autor es que apenas concede entrevistas. McCarthy, miembro de ese selecto club de autores norteamericanos que huyen de exposición pública y que precisamente por ello se han hecho famosos, es un hombre que durante años ha protegido casi enfermizamente su derecho a la intimidad pero poco tiene que ver con fóbicos sociales como Salinger y presumiblemente Pynchon, que ni siquiera se dejaron fotografiar durante décadas. Nacido en Rhode Island, el autor vivió durante gran parte de su vida en Tennessee y más tarde en el Paso, Texas, territorios desolados donde ha situado buena parte de sus alucinadas historias.

2: ENTREGADO A SU ARTE

La consideración de gran artista ha sido para McCarthy un largo y sinuoso camino. No fue hasta 1991 que con Todos los hermosos caballos (1991) logró una importante acogida comercial y una cascada de premios. Con la aparición de su obra maestra absoluta Meridiano de sangre (1985), la crítica empezó a hablar de él con admiración y Bloom sentenció aquello de que era la mejor novela americana de la segunda mitad del siglo XX. Pese a haber publicado obras tan magníficas como Sutree (1979), el autor hasta bien cumplidos 60 años apenas si vendía y malvivía viajando de aquí para allá en una camioneta desvencijada. Como curiosidad, su vida vagabunda le había conducido a una larga y presumiblemente alocada temporada en la Ibiza en los años 60, donde escribió La oscuridad exterior, su segunda novela. Tener muchos lectores no es algo que le preocupe en exceso como confesó a la periodista Oprah Winfrey, en uno de esos raros momentos, en los que se saltó su reclusión, tras ganar el Pulitzer.

3: TRASCENDIENDO EL HORROR.

Gran parte de la dificultad de las novelas del autor, especialmente las escritas entre los 60 y los 80, estriba en su uso descarnado y excesivo de la violencia. En Hijo de Dios, por ejemplo, hay que saber sobreponerse a las escenas de necrofilia e infanticidio descritos con un total distanciamiento para componer el retrato de un hombre que ha ido perdiendo la esencia humana. El propio Bloom se confesó sobrecogido por las carnicerías de Meridiano de sangre, que no dudó en comparar con Shakespeare. Solo al tercer intento pudo culminar la lectura. «La magnificencia del libro -lenguaje, paisaje, personas, conceptos- acaba por trascender la violencia y convertir la truculencia en un arte aterrador», escribió.

4: LA ÉPICA DEL OESTE

La querencia del autor por los westerns sustenta buena parte de su literatura. Lo es Meridiano de sangre y la trilogía iniciada con Todos los hermosos caballos, contrapunto luminoso a aquella obra tremebunda. También lo es uno de sus grandes éxitos posteriores, el neowestern No es país para viejos (2005), que posteriormente adaptarían los hermanos Cohen al cine, Joel Coen y Ethan Coen, con Josh Brolin, Tommy Lee Jones, Javier Bardem, Kelly MacDonald y Woody Harrelson. No se trata tanto de desarrollar aquí su probado amor por el cine clásico, sino que las reglas del género, la vieja épica estadounidense, le permite crear un universo trágico sobre la eterna lucha entre el bien y mal. De ahí que el inolvidable antagonista de Meridiano…, el juez Holden, una especie de terrorífico capitán Ahab con muy pocos escrúpulos, sea un tipo tan inquietante y albino como la seminal ballena de Melville.

5: LA MIRADA DEL CINE

La industria ha tratado particularmente bien a McCarthy, especialmente gracias al empeño de los hermanos Coen y su respetuosa y magnífica versión de No es país para viejos. También La carretera tuvo muy buena adaptación, con el actor Viggo Mortensen al frente. El filme de los Coen fue bendecido por cuatro Oscar mayores y el propio autor llegó a saltarse la norma de su habitual reclusión para acudir a los fastos de la Academia del cine de Hollywood del brazo de la desapacecida Pilar Bardem, madre de Javier. Impulsado por ese éxito, se atrevió incluso a escribirle un guion original a Ridley Scott para la fallida película El consejero. Lo que no se ha logrado hasta el momento es llevar al cine Meridiano de sangre. El propio Scott acarició el proyecto durante una década para finalmente tirar la toalla. Demasiada intensidad. 

6: LAS MIRADAS AUSENTES

Las novelas de McCarthy, con su imponente carga de testosterona tóxica, dejan muy poco espacio en la narración a las mujeres. Son libros, por así decirlo, premodernos que aspiran a la entelequia de la gran novela americana. Es fácil acusar al autor de que las suyas son novelas facturadas por respetados hombres blancos a quienes críticos blancos han elevado a los altares orillando a escritoras como Toni Morrison, Joyce Carol Oates y Marilynne Robinson. En Stella Maris, y después de 12 novelas se puede decir que este es su primer libro con una protagonista femenina -Alicia es también un personaje de El pasajero- y la primera mujer intelectual que aparece en sus historias. «Nunca seré lo suficientemente competente para escribir sobre una mujer -dijo en alguna ocasión-. Pero en algún momento tienes que intentarlo». Nunca es tarde.