El cementerio municipal de Nuestra Señora del Remedio de Alicante ha cumplido recientemente el siglo de vida. Fue precisamente otra pandemia, la de la mal llamada Gripe Española de 1918, la que llevó a su apresurada puesta en servicio en aquel año, con las obras aún sin acabar. Pero como ahora veremos no es el único camposanto del término municipal de Alicante.

El que fuera hasta 1932 municipio independiente de Villafranqueza cuenta con un antiguo cementerio, aún hoy en pie y en buen estado de conservación.

La isla de Tabarca, aunque nunca fue municipio independiente, también cuenta con su propio camposanto situado en el Cabo Falcó. Fue inaugurado en febrero de 1913.

El cuarto y último cementerio alicantino es sin duda el más desconocido. Y es que poca gente sabe que la partida rural de Tángel cuenta con un camposanto propio desde hace casi un siglo.

Pese a que hubo intentos en años anteriores, la historia de este cementerio se remonta a finales de 1921. Luis Verdú y Blasco, cura de la parroquia de Nuestra Señora de las Virtudes de Tángel solicitó al Ayuntamiento el permiso necesario para construir un cementerio católico en la partida rural. Para ello contaba con unos terrenos cedidos gratuitamente a la parroquia por su dueña Manuela Mingot Shelly, familia propietaria de la llamada Casa Gran. Hasta ese momento los vecinos eran enterrados mayoritariamente en el cementerio de Mutxamel.

Verdú se escudaba en los datos de defunciones que obraban en el Archivo Parroquial desde junio de 1917, año en que la ermita fue erigida en parroquia: seis (1917); diecinueve (1918); diez (1919); trece (1920) y nueve (1921). Destaca la elevada cifra de 1918, debida a la pandemia de Gripe Española tal y como justificó el párroco en la petición. El caserío contaba entonces con unos 150 vecinos.

El proyecto debía cumplir lo estipulado en la Real Orden del 16 de julio de 1888. Y así lo certificaron los médicos del Cuerpo de Beneficencia y Sanidad municipal Carlos Limiñana y Luis Pinedo. A saber, capacidad suficiente para veinte años (momento de la primera monda); separado más de 500 metros del poblado (estaba a 800 m); terreno calcáreo (margas calizas numulíticas) y de permeabilidad apropiada para la desintegración de cadáveres; alejado de escorrentías y conducciones de agua; rodeado de pinos y arbolado que frenarían las posibles emanaciones fétidas; así como su situación en la dirección opuesta a los vientos reinantes respecto al caserío de Tángel.

El proyecto fue encargado al Arquitecto municipal Juan Vidal Ramos que estipuló un coste de 1.586,62 pesetas. El Ayuntamiento iba aportar 500 pesetas al proyecto, pero gracias a la mediación del concejal José Mingot Shelly, hermano de la propietaria de los terrenos cedidos, se logró duplicar la cifra tiempo después, consiguiéndose una suma más que suficiente para realizar las obras.

La Comisión de Cementerios –en la que también estaba José Mingot- dio por concluido y aprobado el expediente y el 18 de marzo de 1922 el Pleno del Ayuntamiento, presidido por Juan Bueno Sales, aprobó el proyecto de Vidal. Con bastante retraso, el gobernador civil Ricardo Aparicio, competente en la aprobación de cementerios de esa categoría, dio su visto bueno al proyecto en enero de 1923. Con la comunicación al cura y al alcalde pedáneo Tomás Gosábez Terol se dieron por finalizados los trámites en abril de 1923.

El cementerio tiene planta rectangular, siendo la longitud de sus muros perimetrales 30 y 25 metros. La puerta principal se halla en el muro de mayor longitud y se dispone de un pequeño aparcamiento frente a ella. En la actualidad ya no quedan restos de la capilla y del depósito de cadáveres, así como del muro que separaba el cementerio católico del neutro, al cual se accedía por una puerta diferente, hoy tapiada.

Su estado de conservación en la actualidad es muy bueno, ya que es mantenido por la Parroquia de Tángel que cobra (cuando lo consigue) la pírrica cantidad de unos 10 euros al año por mantener las sepulturas. Por desgracia no se libra de los actos vandálicos ya que se encuentra algo escondido y alejado de las casas de campo de la zona. Al contrario que el cementerio palamonero, tiene aún espacio suficiente para más enterramientos en los nichos de pared.

En su reducido interior encontramos el nicho de la antes mencionada Manuela Mingot, fallecida en 1970; también los de los vecinos de la partida rural, tanto los más humildes como los adinerados, que preferían ese pequeño camposanto al de la capital, más alejado de sus fincas. Destaca sobre todos los enterramientos un bonito panteón ecléctico en el que alguno ha querido ver representadas en sus relieves Art Noveau escenas de la Divina Comedia de Dante. Pese a nuestra petición justificada, el Ayuntamiento no quiso proteger este panteón en el Catálogo del nuevo PGOU.

Este pequeño jardín escondido mantiene el encanto de lo rural, siendo un remanso de paz y tranquilidad perfecto para ser visitado en un paseo dominical.