'Cuando el tiempo se te eche encima, comienza y la presión desaparecerá'. Así reza uno de los sutras de Yogui Bhajan y la experiencia nos dice que es bien cierto.

Cuando tienes que hacer algo y comienzas a hacer de todo menos eso, la angustia y el desasosiego empiezan a extenderse por tus fluidos hasta anegarte de culpa, estrés y mal rollo.

Y todo porque estás postergando una acción que tarde o temprano vas a tener que enfrentar.

Empieza, y lo que antes te parecía un Himalaya se convertirá en una suave y cálida duna. Empieza, y habrás dejado atrás el mundo de las elucubraciones y las películas virtuales para dar la bienvenida al extenso y fabuloso mundo del presente, único espacio/tiempo donde podrás mantenerte en conexión con la Fuente.

Image by Eugenia Loli

¿Para qué postergar el poner gasolina si sabes que vas a tener que hacerlo? ¿no ves la luz de la reserva?, ¿Qué es lo que te hace posponer esa conversación tan necesaria con tu padre o con tu amado? ¿A qué esperas, a que tu bola de nieve mengüe? Sabes que no lo va a hacer, a menos que empieces. Empezar produce un efecto liberador.

Tampoco te ofusques si antes de empezar un trabajo te descubres navegando por las redes, dicen los que saben de neurociencia, que un poco de picoteo internetero antes de ponerte con algo más ‘serio’ te ayuda a la concentración, así que ya sabes, algo de picoteo pero no un banquete.

El síndrome del estudiante

Cuando eras un chaval y tenías examen a la vista o la presentación de un trabajo, te apetecía hacer de todo antes de ponerte…tele, libros, cafés con los amigos, viajes incesantes a la nevera, onanismo, más viajes a la nevera, más onanismo. Lo que fuera necesario antes de enfrentarte al temido ‘voy a ponerme’.

Cuando esto traspasa tu etapa estudiantil tiene un nombre, el síndrome del estudiante y consiste exactamente en eso, en mirar hacia otro lado y hacer millones de cosas diferentes a lo que estás obligado a hacer, justo hasta el momento en que la fecha se aproxima de manera inexorable.

Los freelances de esto sabemos un rato. Hay otra ley por ahí muy interesante, la ley de Parkinson que dice que ‘el trabajo se expande hasta llenar el tiempo disponible para que se termine’. En otras palabras, que si tienes que entregar un proyecto dentro de una semana, el trabajo lo harás en una semana. Si ese mismo proyecto lo has de entregar en tres días, pues en tres días lo entregarás, de ahí tan importante en las organizaciones decretar una fecha de entrega y que no se dilate en el tiempo.

¿Qué puedo hacer?

Bajo presión trabajamos mejor, pero hay maneras para evitar la procrastinación: (mira que es fea la palabra y difícil de pronunciar, postergar me gusta más, suena menos delictiva).

1.- Haz lo que amas, no siempre se puede, pero si lo consigues no querrás más que empezar.

2.- Planifícate: hazte timmings o cronogramas para organizarte el trabajo desde la fecha de entrega hacia atrás. Así verás qué hitos tienes que ir cumpliendo y te aligerará la sensación de carga.

3.- Desmenuza un proyecto en varias partes, comprobarás que la gesta más grande del mundo se puede dividir en un montón de mini episodios, más fáciles de sobrellevar. Un jamón no te lo comes entero, lo vas cortando loncha a loncha, con los proyectos grandes, esos que asustan por su envergadura, pues se hace lo mismo que con el jamón.

4.- Aprende a priorizar y decir que no a aquello que te aleje de tu objetivo.

5.- Investiga sobre técnicas de Gestión del tiempo (GTD) o apúntate a algún curso sobre el tema. Yo fui a ‘El Reloj Productivo’ de Santiago Pérez-Castillo y aprendí mucho.

Pero lo más importante siempre tiene que ver con poner en marcha tu cuerpecito, coger tu propia claqueta y decirte: ACCIÓN! Porque todos sabemos que el viaje más largo comienza con el primer paso.

Manera 46 de conectarse a la Fuente: Empieza.