Cuando los huracanes personales llegan lo hacen sin previo aviso y es cuando te das cuenta de que haber dedicado tiempo y esfuerzo a hacer crecer tu raíz te va a permitir salir del trance incluso reforzado.

Vengo de caminar estos días por las montañas andorranas y contemplando el paisaje entre intensos sube y bajas de la mano de unos guías de excepción, María y Dimas, me ha dado por reflexionar sobre lo que mostramos frente a lo que realmente somos.

Observando el bosque ves la cara externa de la vida de la montaña, ves lo que en botánica se llama la parte aérea de los árboles, sin embargo para que puedas contemplar tal belleza de la naturaleza, esa densidad, ese color o esa morfología, primero, en las entrañas de la tierra, tiene que haber crecido un sistema radicular que al mismo tiempo sostenga y nutra al árbol.

Trasladado a tu mundo podríamos decir que la imagen que das de ti mismo no es más que un holograma en forma corpórea, con unas características físicas y conductuales que dan una idea de quien aparentas ser. Sin embargo, en lo profundo, en lo invisible, en lo bien escondido es donde se encuentra tu verdadero contacto con el manantial de vida puro, irremediablemente genuino del que comienzas a moldear ese ente al que todas las mañanas frente al espejo llamas Yo.

Image by Jorge Mayet

Recuerda alguna de esas ocasiones en que te has sentido zarandeado por la vida como una mariposa de origami azuzada por el vendaval, sin destino, sin rumbo, sin asidero al que aferrar al menos alguna de tus partes. Esa mariposa de papel que entra en la órbita del caos abocada a la corriente del momento y que cae cada vez que cesa el viento desplomándose exhausta y desorientada. Entras entonces en esa dolorosa fase modo recomponer tu vida, recolocar tus miedos, reflexionar tu historia.

Cavar profundo

Cuando aplicas tiempo y dedicación a profundizar en tu raíz, a cavar profundo, a proyectarte a varios metros bajo tu superficie cual abedul centenario, ya puede soplar vendaval, que te pillará asentado, instalado en tu eje gravitatorio vital, en tu centro, conectado a la Fuente. Dejarás de ser una pusilánime polilla vendida al capricho del viento para convertirte en una poderosa águila que desde la altura observas con elegancia, cómo se las da la vida, esa que a veces te unta de dulce y otras te anega de amargura.

Tanto en una situación como en otra, tener tus puntos cardinales claros, tus valores, tus piedras angulares de las que nada ni nadie conseguirán desarraigarte son garantías de mantenerte en pie tras el temblor de tierra.

Cada uno tiene sus raíces a las que aferrarse y si no las tienes te propongo que las busques en tu interior o en tu misma biografía.

Mira hacia atrás y repasa tus momentos cumbre. ¿Con quién estabas cuando te sentiste así de elevado?, ¿dónde ocurrió? ¿En qué actitud estabas?, ¿de qué manera sucedió?, ¿por qué crees que disfrutaste tanto?…de entre estas respuestas puedes licuar cuáles son tus raíces principales, la esencia de donde extraes tu sujeción, el arnés de seguridad que en caso de emergencia te va a permitir asirte fuerte, amorosamente y vencer el romper de las olas, el romper de corazones y el romper a llorar.

Si quieres que tu vida se convierta en algo más que un fajo de páginas sueltas del calendario gregoriano que van cayendo sin pena ni gloria, que no dejan regusto ni dicen nada al pasar, entonces, quizá deberías reflexionar sobre dónde están situadas tus raíces, cómo son de profundas, cómo son de potentes y cuantos nutrientes puedes extraer de ellas para florecer cada primavera y dar empuje a ese sostén que te mantiene sobre estables cimientos.

La raíz humana

Si hoy tuviera que destilar tres términos sobre los que tejer mis raíces, lejos de ideologías, religiones y modas, y asumiendo que pueden sonar a eslogan yanki, te los suelto: Dios, patria y familia.

Y aunque estos términos culturalmente se los han intentado apropiar las facciones más reaccionarias de la sociedad, creo que hoy, volver a reivindicarlos desvinculándolos de cualquier ideología política podría ser muy enriquecedor para subsanar una sociedad que cada día pierde más la esencia, la raíz de su naturaleza humana.

Entendiendo Dios como el trabajo desde lo espiritual, la conexión con la Fuente, el cultivo de la interioridad, la búsqueda de significado más allá de uno mismo en la vida, el sentido de la existencia, los misterios del universo, la unidad, el amor incondicional…

Entendiendo la patria como las raíces del lugar en el que naciste o habitas, la cultura, las tradiciones, tu lengua vernácula, tu propio hogar, la Tierra y la tierra, la naturaleza en todas sus expresiones, tu cuerpo, la sociedad en la que vives, el servicio hacia tus semejantes…

Entendiendo la familia como el hogar, la pareja, el matrimonio, los hijos, los amigos, los amados, los amantes, tu equipo de trabajo, los ancianos, la pandilla, el perro, el gato, aquellos que están cerca y con los que te vinculas más estrechamente.

Dejemos a un lado los miedos a llamar por su nombre a las cosas porque en otros tiempos se hayan empleado como arma, como tortura o como símbolos de separación.

Hoy lo profundo en cada uno depende solo de uno mismo y de su entorno más estrecho.

Asómate a ver qué nace bajo tus pies, tras tu corazón, hacia lo hondo y lo ancho. Cuanta más raíz eches más terreno podrás explorar sin perderte.

Manera 82 de conectarse a la Fuente: Enraízate.

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