Nos han timado. Hoy es el día Internacional de la Mujer Trabajadora, pero el caballo de batalla de quien no quiere renunciar a una carrera profesional ni abandonar su esfera privada, el espacio donde se encuentran las relaciones afectivas y un hecho biológico fundamental como la maternidad, sigue cabalgando sin apenas aliento. Un galope sin retorno que arranca con la Revolución Francesa y las primeras peticiones formales de derechos políticos y ciudadanía para la mujer, y que dos siglos después descubre que su jinete es una mujer agotada, a punto de desfallecer. Hoy es el Día de la Mujer Trabajadora, un timo de dimensiones históricas.

No hace ni 50 años que en nuestro país la mujer empezó a incorporarse al mercado laboral con igualdad de derechos, pero se encontró con algo que no imaginaba: que la dejarían sola en las entrañas de una emboscada. La mujer descubrió que a partir de entonces, para la consecución de una autonomía real y disponer de rentas propias, debía trabajar en dos frentes, en el laboral y en el hogar, y que el hombre no la acompañaría en el camino. No sólo no dieron el paso junto a nosotras, sino que nos convirtieron en mulas de carga sin la más mínima contemplación.

Con las universidades y las empresas llenas de mujeres brillantes, las féminas desaparecen del mapa cuando se llega a los cargos directivos, sólo ocupan el 3,46% de los consejos de administración de las empresas. Pero, ¿dónde están esas mujeres tan válidas y de excelente cualificación? En segunda línea, ocupándose de la casa, de los hijos, de sus padres ancianos, e intentando no renunciar por completo a desarrollar su vida profesional. Cifras: de las 340.400 reducciones de jornada por cuidado de niños o adultos enfermos que estaban vigentes en 2012, el 99,2% correspondían a mujeres. Porque cuando la mujer española termina su jornada laboral, no lo hace para descansar, sino para cubrir la otra jornada, la más dura del día, tareas a las que dedica una media de 50 horas semanales. Dobles y hasta triples jornadas en una sola persona: una forma moderna de esclavitud. Ahora nos dicen 'mujeres, ya tenéis igualdad de equiparación jurídica y legal para trabajar', pero no se reparten responsabilidades. La revolución patriarcal sigue latente. En la adopción entre ambos géneros de relaciones sociales de cooperación, el hombre no cede terreno conquistado, no acepta su parte en la 'responsabilidad familiar', el tiempo que hay que dedicarle si queremos entregar a esta sociedad una descendencia con formación, sana y productiva.

El Día de la Mujer Trabajadora conmemora la lucha de la mujer por su 'participación en pie de igualdad con el hombre', pero cuando el hombre accede a un puesto de trabajo, nadie le pregunta si puede conciliar o cómo se organizaría con los niños si tuviera que viajar o dedicarle más horas a la oficina. A una mujer, es lo primero que se nos pregunta. Cuántas mujeres habrán mentido en una entrevista de trabajo sobre su situación familiar, porque sabían que de eso dependía un empleo y, por tanto, la posibilidad de alimentar a sus hijos. Tras una madre trabajadora hay una historia llena de renuncias, mala conciencia y resignación. Porque la naturaleza femenina es proveedora, socializadora, la que contiene y protege, la que enseña a sus crías señales y comportamientos para la supervivencia. La mujer posee una comprensión instintiva de cómo funciona la naturaleza. Y es ese 'superior' instinto de protección la que la lleva a renunciar, a ceder, e incluso a sepultar bajo una montaña de impotencia sus sueños profesionales.

Mucho se escribirá hoy sobre la integración de la mujer en el mercado laboral. El gran timo universal. La relevancia de la mujer en los puestos dominantes de la sociedad viene dada desde el comienzo de la Humanidad, cuando desempeñaba el principal papel en el terreno económico y religioso en la Prehistoria, antes de que el hombre le arrebatara el poder y la esclavizara. Dos siglos después de aquella petición de derechos, la mujer está agotada. Apremia que la actual crisis económica suponga un momento histórico para hacer cambios en el modelo productivo, donde la flexibilidad en el horario debe ser fundamental, donde prime el resultado por encima del número de horas presenciales. Hay que rediseñar una nueva forma de trabajar conciliadora y participativa. Se imponen las estructuras externas, de colaboración circunstancial, del incremento del trabajo autónomo y de los free-lance. Es necesario que nazca un liderazgo más humano, clave para tal transformación.

Los economistas aseguran que las pensiones desaparecerán en España si continúa en los niveles actuales, y advierten que la única solución para mantener el sistema es tener más hijos. No cuenten con nosotras. Nos habéis dejado solas. Este caballo de batalla galopa exhausto hacia un precipicio insalvable y se lleva por delante la natalidad: un busco descenso del 10'10% cada año. Las mujeres hemos recorrido obedientes al dictado de una linterna el camino reglado que nos conduciría al paraíso, pero los hombres nos habéis dejado caer en la entrañas de un abismo. Se escucha el oleaje al pie de las montañas. Sé que existe otra vida, la vida de los días de playa frente al mar, el silencio de la contemplación gozosa y maravillada de la existencia, lejos de este acantilado. La desesperación pone en alerta a las mujeres que galopan hacia delante sin retorno. Nuestras hijas estarán alertas también. Estamos todas avisadas. Ya no cuela, caballeros. Las mujeres estamos agotadas, a punto de caer.

(Post dedicado a todas las madres trabajadoras)

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