Eróstrato fue un pastor griego natural de Èfeso. Pasaría a la historia por incendiar el templo de Artemisa, considerado en el mundo antiguo como una de las siete maravillas. Coincidió el incendio con el nacimiento de Alejandro Magno. Para averiguar el porqué de los hechos, Artajerjes ordenó que se le diera tortura y así se hizo. La única conclusión que se extrajo fué tajante: "Alzado entre las llamas y la destrucción supe que la fama haría de mi nombre eternidad". Y así ha sido. Hoy su nombre se asocia con un complejo o síndrome bajo el cual el individuo quiere adquirir notoriedad o fama al precio que sea. Sartre escribió un bello cuento llamado Erostratus, donde un tipo planeaba asesinatos para adquirir fama. El asesino de John Lennon o cualquiera de los personajillos que aparecen diariamente en televisión son un claro ejemplo del síndrome de Eròstrato. Los quince minutos de fama de Warhol responden, en cierta manera, a esta actitud. Vivimos, pues, rodeados de Eróstratos, que al albur de la ignorancia y del dinero fácil, entienden la vida como un reality show, sin mas necesidad ni aspiración que el banal reconocimiento televisivo de su ignorancia.