Leo como unos chicos, menores de edad, asaltaron ayer una clase en un colegio de Málaga. El comando en cuestión entró disfrazado con caretas, (tengo especial interés en saber de qué o quién) y pasamontañas. Parece que como armas emplearon vuvuzelas, trompetas e insultos, asunto que causó factor sorpresa indefinido. Mucha más sorpresa causó entre los chavales de esta clase de secundaria que el comando especialista usara un explosivo virulento, pomposo, ruidoso, un pum de pólvora calculado que provocó la destrucción de una papelera y el pànico en todos, viéndose obligados a emprender huída responsable, saltando vallas u obstáculos. La cosa tiene su miga. Los planes de estudios, fracasos sin declinaciones, obligan a reconsiderar posturas: entiéndanos, creamos comandos de ataque vuvuzelanos, trompetistas de horror, insultadores cabrones que rompen la monotonía de lluvia detrás de los cristales en los poemas de Machado que lee el profesor de lengua y literatura. Un miembro del comando, de dieciseis años, parece que ha sido retenido, detenido, o lo que considere la ley. Puede que le hayan incautado armas asaltentes y puede que lo reconduzcan al justo camino. La vida es dificil, no se extrañen que el individuo arrestado acabe en algún plató televisivo, tipo Enemigos íntimos, o Sálvame esas explosiones papeleriles. Aquí suelen hacer carrera.