El banco mundial edita un informe donde dice que ya son 44 millones los pobres de solemnidad que pululan por el planeta tierra. Los asesores del banco, siguiendo la tradición, han presentado el informe y luego se han pirado a cenar. Me impactan, siempre lo han hecho, esos designatarios amorfos y abstractos que gobiernan finanzas universales. El fondo monetario internacional, el banco mundial, los gés no se cuantos de paises capitalistas que andan endeudados y que cobran por deber. Me impacta el mercado liberal sujeto al acero, al combustible fósil, a la tecnología especulativa de alto consumo. Y claro está, me impactan los pobres de la tierra, la cutrez burguesa de los conciudadanos, tan pendientes de si hoy lloverá o este verano hará calor. Todos huímos en pateras o barcos hasta una isla donde nos quiera encarcelar cualquier berlusconi, hasta una playa caliente de barlovento y farlopeo en la costa del sol donde naufragan los pobres. Somos pobres, es cierto, pero siempre pensamos que las moscas todavía no depositan larvas en las cuencas de los ojos de nuestros hijos. Nos falta la solemnidad. Menesterosos solemnes, vampirizados por etnias, gobiernos títeres, multinacionales, venganzas raciales, desolación, expoliación de la tierra, sed, hambre, esclavismo vulgar. Desde nuestra clase media, una clase compuesta por pobres con derecho a ser lacayos del capital, contemplamos el panorama mirando el ombligo de cualquier gilipollas que aparece en televisión. Y nos olvidamos de la realidad.